Hoy es carnaval y toca disfraz. Cualquier cosa vale. El clásico antifaz, una caja de cartón con cuatro agujeros, pintarse la cara de verde o liarse la manta a la cabeza. Todo sirve en este día que nos permite ser otros y disfrutar a base de fantasía y buen humor.
Es cierto que hay gente que se mete muy bien en el papel y les hace falta muy poco para hacernos creer que son trogloditas, vampiros o superhéroes. Otros, sin embargo, necesitamos más parafernalia para imbuirnos en ciertas personalidades.
Hay disfraces muy ingeniosos, también más normalitos, caseros, con todo lujo de detalles, espectaculares y alocados, pero lo que más importa es la esencia, ser capaz de sumergirse en diferentes personajes y hacer creer a los demás que, de repente, eres otro yo.
Disfraces acompañados de música, algarabía y mucho jolgorio. Eso es el carnaval, una celebración que nos permite alejarnos del día a día, desconectar, aparcar los miedos y hurgar en los deseos, exorcizar cuerpo y mente, y hallar un refugio más o menos momentáneo en el que deliberar con nuestros otros yos. Lejos de borracheras y canciones de moda, esta juerga, es otra cosa.
Y vestido de carnaval me adentro en una obra de Javier Sobrino y Rebeca Luciani que publicó hace tiempo la editorial La Galera (2008) y que habla precisamente de la magia que esconde el Carnaval, una fiesta que tanto celebramos en los países católicos.
A Ana no le gusta el carnaval. Máscaras y disfraces le dan pavor y quiere irse a casa. Todo cambia cuando uno de esos personajes callejeros le invita a vestir un antifaz y su perspectiva cambia. La ensoñación se despliega ante ella y el carnaval no volverá a ser un suplicio.
En este álbum a la francesa pero de lectura horizontal en el que el texto queda en la página superior y las ilustraciones en las inferiores, descubrimos una historia colorista que recuerda a otras celebraciones de América latina como el día de difuntos mexicano.
Una celebración poética sobre el descubrimiento y la sorpresa, sobre la valentía y la mirada. Dejarse llevar por la imaginación y, sobre todo, por la vida.
1 comentario:
No los conocía ni a Javier ni a Rebeca. Hermosa historia. A por ella a la librería. Gracias Román.
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