Hace unos años salían poetas de debajo de las piedras. Al abrigo de las redes sociales, muchos se encontraron con las palabras y le dieron rienda suelta a la creatividad para, en loor de la rima y verso breve, hallar un nicho en el que triunfar. El nuevo medio recuperó aquella moda de la poesía de carpeta y todos los adolescentes se lanzaron al consumo como manda la tradición.
Cada vez que te acercabas a una librería, encontrabas una sección dedicada a las publicaciones todos aquellos que Instagram se había encargado de encumbrar y las grandes casas editoriales necesitaban explotar. Nombres como Elvira Sastre, Marwan, Miguel Gane, Rupi Kaur o Defreds se hicieron virales entre mis alumnas y yo me dedicaba a meter las narices en sus libros.
Dejando a un lado la calidad de sus creaciones (de todo hay en la viña del señor y en las pantallas de los móviles), cabe aquí una pequeña reflexión sobre poética y estética, una diferencia fundamental en este tinglao que quizá arroje un poquito de luz a las polémicas (pseudo)intelectuales que han rodeado a las creaciones de estos autores poco ortodoxos.
La estética, desde el punto de vista académico, se refiere a la actitud del espectador, una exigencia que el consumidor de arte requiere hacia la obra y su autor, es decir, tiene que ver con la experiencia y la elaboración discursiva. Por lo tanto, ante una misma forma artística hay diferentes puntos de vista estéticos. Unos demandan más y otros menos, pero todos la interpretan a su manera.
Por otro lado tenemos la poética. Derivado de la voz griega poíesis, que significa hacer o materializar, se relaciona con la actividad creadora. En su concepción más clásica, el poeta no busca satisfacer al público, sino materializar sus ideas desde la propia técnica. No busca lo bello, esa apreciación estética de la que generalmente hablan los lectores, sino expresarse para ser entendido.
Evidentemente, si echamos mano de algunos de estos poemas de última hornada, la controversia está servida, pues ambos conceptos están sujetos a una evolución a lo largo de la historia y, sobre todo, a las diferentes visiones públicas y privadas, comerciales y vitales, que se han desarrollado desde que lo artístico, y por ende lo literario, es un negocio del que no solo viven los creadores.
Esperando sus consideraciones al respecto, les invito a acercarse a Poetas, el nuevo álbum de Fernando Vázquez que acaba de publicar A buen paso, y donde nos invita a conocer unos cuantos nombres de la poesía más clásica.
La acción se desarrolla en torno a catorce poetas de las más variadas épocas y estilos que, navegando en mitad de la noche, llegan hasta una casa donde los niños duermen. Autores como Dante Alghieri, Arthur Rimbaud, Fernando Pessoa, Walt Whiltman Francisco de Quevedo o Anne Sexton resuenan en esta antología ilustrada, en la que cada imagen está inspirada en un poema de cada uno de estos.
El gran mantel de Pablo Neruda, las Vocales de Arthur Rimbaud, o Niño de Sylvia Plath están representados gracias a la experiencia estética de otro autor que, con la poética de sus imágenes, hace girar el engranaje de nuestro subconsciente gracias a este aquelarre, esta cabalgata final de buenas noches.
Como detalle curioso mencionar la presencia de Diego Armando Maradona (otro poeta, el número 15, en este caso futbolístico) que no podía faltar en la obra de un argentino. Imágenes sugerentes, personajes desfigurados, óptica cinematográfica y una técnica mixta en la que destacan la acuarela y el gouache, son los acicates para perderse en este libro tan especial.
6 comentarios:
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