Últimamente me he aficionado a preguntarle a mis alumnos (sobre todo ellas) qué novelas están devorando. De tanto en cuento acudo a las librerías y ojeo los títulos. Mucho amor, bastante drama, humor blanco y todo muy políticamente correcto. Parecen calcos unas y otras. Lo único que cambia es el contexto y cuatro elementos lingüísticos. Leída una, leídas todas.
Lo más curioso de todo es que no se cansan de leer una y otra vez lo mismo. Quizá tenga que ver con esa tendencia tan pueril de la insistencia y la recreación, quizá sea un trastorno obsesivo compulsivo. O puede que todas esas copias estén tan logradas que logran encandilar a cualquiera.
A lo largo de la historia no han sido pocos los que han copiado. De hecho, el mundo de las ideas está lleno de copias. Tanto es así, que se piensa que solo unos pocos han sido verdaderamente originales. El resto solo han ido mejorando poco a poco lo que otros inventaron previamente.
Si bien es cierto que la copia mal entendida es un lastre para cualquier oficio, copiar tiene un lado muy positivo. De hecho, los que nos dedicamos a esto de la didáctica, creemos que es un ejercicio inmejorable, pues el que aprende se fija en los detalles, entiende el proceso creativo y afronta los problemas mucho mejor. Del mismo modo, ayuda a mantener nuestro patrimonio tanto científico, como humanístico.
Si nadie hubiese copiado los pergaminos y códices de la Antigüedad, ahora no tendríamos ciertas obras disponibles. Si los artistas no pudieran ir a los grandes museos a copiar a los grandes maestros, las jóvenes promesas no aprenderían las técnicas más refinadas y serían incapaces de utilizarlas en sus propias obras.
Quizá eso es lo que nos plantea Guridi en La copia, su último libro. Publicado por la editorial almeriense Libre Albedrío, este álbum de formato vertical en el que Guridi se divierte de lo lindo, no solo con la geometría y los guiños que construye a base de ejes de simetría y detalles mínimos, sino con ese juego en el que los espectadores se sumergen para buscar las diferencias entre unas ilustraciones que parecen haber sido duplicadas digitalmente, ¿o no? No subestimen la capacidad de los artistas para duplicar con exactitud. Todos han copiado mucho…
Del mismo modo, el texto se fragmenta a cada golpe de página y echa mano de las repeticiones para crear un efecto del eco muy acertado que resuena en unos lectores que entienden lo que quieren. Del mismo modo, si leemos las páginas izquierdas por un lado, y las derechas por otro, se abren dos nuevas historias, porque las copias, por muy copias que sean, también tienen su propia historia.
Aguadas negras, pupilas que se mueven, siluetas que se superponen y formas angulosas que contrastan sobre fondos circulares construyen una fábula, tan surrealista como inquietante que nos invita a pensar sobre el fenómeno de la repetitividad desde diferentes puntos de vista.
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