jueves, 27 de marzo de 2025

¿Éxito o fracaso?


Ahora que se acerca la Feria del Libro Infantil de Bolonia y muchos viajan hasta allí en busca del tan preciado éxito, me tomo la libertad de reflexionar un poco sobre este concepto, con frecuencia tan sobrevalorado.
Atendiendo a su etimología, la palabra “éxito” viene del latín “exitus” y significa “final” o “término”. Si saben algo de inglés, la habrán visto escrita en las salidas de emergencia y en todos los aeropuertos. No es de extrañar, pues ese “exit” latino se refería a todo aquello que ponía fin a una carencia o sufrimiento.
En este mundo capitalista que habitamos, el éxito ha quedado reducido a esa idea de la abundancia. Cuando pensamos en personas con mucho éxito se nos viene a la cabeza actores de Hollywood, grandes empresarios o presidentes de gobierno. Ricos, seductores, famosos y reconocidos en sus respectivos ámbitos. Pero lo cierto es que el éxito es subjetivo y depende mucho de los deseos personales y la autopercepción, es decir, del contexto que estemos viviendo. Una ama de casa, un profesor de secundaria, un escritor o un fontanero también pueden ser exitosos, ¿pero cómo?


Se definen cuatro características comunes a todas esas personas que se perciben exitosas. La primera es la motivación, es decir, tenemos que poner ganas y energía para conseguirlo. A esta le sigue la creatividad (no solo hay que ser determinado, sino ser curioso, no tener miedo a experimentar y ser original). También hace falta constancia (eso de rendirse a la primera de cambio no es de recibo). Y por último, hay que visualizar el resultado, una meta clara (¿Adónde queremos llegar?).
Sin embargo, hay que tener cuidado con el éxito porque no todo el mundo sabe gestionarlo. No son pocos los infelices que han bebido de sus mieles y han terminado sus días hechos unos desgraciados. Mujeres que llegan a la cima de Wall Street, pero no han formado una familia, reyes del pop que pierden el norte o ilustradores con un exceso de ambición miran con recelo a otros colegas de profesión. Nadie dijo que llegar fuera fácil, pero tampoco lo es mantenerse.


Y es esa delgada línea está un álbum que me recomendó Eva, una de mis libreras de cabecera, y que me ha encantado. Cómo fracasé en la vida, de Bertrand Santini y Bertrand Gatignol, fue publicado por Thule en 2010 y nos cuenta la historia de un crío más feo que Picio y más pobre que las ratas al que todo el mundo le hace el vacío. Su único amigo es un conejo de peluche y se pasa el día recogiendo castañas. Cuando se hace mayor, tras graduarse en la universidad, su suerte cambia. Se casa, tiene un hijo, un buen trabajo, una casa enorme e incluso pasa por el quirófano para tunearse la jeta. Todo el mundo lo quiere y nada se le resiste. Pero…


Con unas ilustraciones en blanco y negro donde solo destaca el fucsia del conejo de peluche, un elemento esencial y sustancial (ya lo verán), este álbum es un claro ejemplo de disyunción narrativa, es decir, ilustraciones y texto nos hablan de cosas diferentes pero construyen un discurso complejo donde la ironía tiene mucho que decirnos. Tanto, que yo lo regalaría a todos los críos de este país cuando terminaran la educación obligatoria. No solo para que reflexionen sobre los conceptos de éxito y fracaso, sino para que se planteen cuestiones básicas de la propia existencia y de la percepción de la felicidad desde diferentes puntos de vista: el propio y el ajeno.


El formato de las ilustraciones de este álbum cuadrado, parece recordar a un álbum de fotos antiguas en el que se han impreso unos recuerdos enmarcados que le dan un toque anejo. Si el librito empieza con un aperitivo agridulce (no se pierdan la frase lapidaria de la portadilla) y se continua con un plato contundente, termina con un postre más que indigesto, ya que pone patas arriba esos comentarios tan manidos sobre el éxito que circulan hasta en las mejores familias. 

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