Hace un par de años, cuando comenzó esta fiebre por recuperar los planes lectores en todo el territorio nacional, fui invitado a unas jornadas para promover actuaciones factibles dentro del Plan de Lectura -a nivel docente- en las poblaciones de Tomelloso, Argamasilla de Alba y Socuéllamos. He de decir, sinceramente, que guardo un grato recuerdo de aquellas horas entre el profesorado, así como de su receptividad –no siempre conseguida- frente a las propuestas que un servidor hacía para lograr uno de los puntos básicos de estos planes lectores: acercar la literatura a cada una de las áreas del currículo.
Estas jornadas estaban dirigidas a las tres partes contratantes del Plan Lector: el alumnado, los docentes y las familias. Todos recibieron formación, se aproximaron al mundo de la palabra y tomaron con ilusión este nuevo reto.
Además de un servidor, allí acudieron otros profesionales del mundo de la literatura, el cuento o, sencillamente, de la palabra. Entre rapsodas, escritores y otros artistas, destacaba un cuentacuentos cubano, Koldo (muy conocido por estos lares), formado en el mundo radifónico de su país y, desde su llegada a España, encantador de sones y vocales. Con él, descubrí el poder de una de las recopilaciones de cuentos clásicas que siempre había aparcado (¡cuán es el poder de las buenas o malas ediciones!), Cuentos al amor de la lumbre, un conjunto de relatos populares españoles recopilados por Antonio Rodríguez Almodovar (Premio Nacional de Literatura).
Son infinidad de cuentos los que se recogen en esta obra compuesta por dos volúmenes (por lo menos en su edición más clásica –Anaya-), y que resultan muy cercanos, tanto al público infantil, como al adulto.
Una vez leí que el cuento, así como el relato breve, son géneros literarios muy adecuados para acercar las letras a los niños y jóvenes, quizá por su brevedad, su simplicidad, su mensaje concreto o su lenguaje, y puede que sea cierto…
Estas jornadas estaban dirigidas a las tres partes contratantes del Plan Lector: el alumnado, los docentes y las familias. Todos recibieron formación, se aproximaron al mundo de la palabra y tomaron con ilusión este nuevo reto.
Además de un servidor, allí acudieron otros profesionales del mundo de la literatura, el cuento o, sencillamente, de la palabra. Entre rapsodas, escritores y otros artistas, destacaba un cuentacuentos cubano, Koldo (muy conocido por estos lares), formado en el mundo radifónico de su país y, desde su llegada a España, encantador de sones y vocales. Con él, descubrí el poder de una de las recopilaciones de cuentos clásicas que siempre había aparcado (¡cuán es el poder de las buenas o malas ediciones!), Cuentos al amor de la lumbre, un conjunto de relatos populares españoles recopilados por Antonio Rodríguez Almodovar (Premio Nacional de Literatura).
Son infinidad de cuentos los que se recogen en esta obra compuesta por dos volúmenes (por lo menos en su edición más clásica –Anaya-), y que resultan muy cercanos, tanto al público infantil, como al adulto.
Una vez leí que el cuento, así como el relato breve, son géneros literarios muy adecuados para acercar las letras a los niños y jóvenes, quizá por su brevedad, su simplicidad, su mensaje concreto o su lenguaje, y puede que sea cierto…
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