jueves, 18 de junio de 2015

¿Es arte la ilustración?


Mary GrandPré. 2015. El sonido de los colores (Texto de Barb Rosenstock) . Editorial Juventud.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de traer a este espacio otro de los debates que actualmente se plantean dentro del mundo de los álbumes ilustrados, un soporte en el que la imagen tiene un valor muy significativo y en el que se está haciendo notar (a mi juicio más que en ningún otro producto) cómo la ilustración está alcanzando cotas de identidad propias que plantean si abordarla como parte del Arte en mayúsculas, o como una entidad menor que solapa en algunos puntos con las disciplinas artísticas clásicas. He aquí el dilema…
Seguramente para ahondar en una cuestión tan profunda como esta deberíamos apelar a varios conceptos… Tenemos el de “arte”, uno que en estos días se ha extendido a toda la esfera de la “imagen”, instrumento del que se sirve el “diseño” para abrirse camino entre la “sociedad” como “símbolo” de la “cultura”… Pero para hacer más llevadero este lío, les propongo tres peros al Arte desde la Ilustración:
Si atendemos a la definición estricta podemos decir que la ilustración es el uso de imágenes, de creaciones que ensalzan el valor de la palabra escrita, que la iluminan, es decir, complementan su significado. Hasta ahí, todos de acuerdo. El problema viene cuando la ilustración tiene un valor intrínseco que viaja más allá del texto, y por tanto tiene un sentido propio, algo que se incluye dentro del concepto de “arte”… Primer pisotón.
Muchos dirán que las obras de arte son únicas, que son entidades irrepetibles y que en ellas no interviene la duplicidad, es decir, un planteamiento comercial, por lo que una ilustración que se lleva a la imprenta para formar parte de un libro ilustrado tampoco sería arte…, ¿o sí? Discrepo diciendo que son de sobra conocidos algunos ejemplos de obras de arte con varias copias “originales” como El beso de Rodin o Los girasoles de Van Gogh. Véanse de igual modo los llamados libros de artista, objetos artísticos de los que pueden circular muchas copias. Por último decir también que los arreglos de la Novena sinfonía de Beethoven o las diferentes ediciones de La isla del tesoro de Stevenson son considerados arte a pesar de sonar repetitivas. Vamos, que  lo que le importa al Arte es su capacidad narrativa, su lenguaje y los diferentes estadios interpretativos. Segundo pero.


Vincent Van Gogh. 1889. Jarrón con doce girasoles. Museo de Arte de Filadelfia (Estados Unidos).


Vincent Van Gogh. 1889. Jarrón con catorce girasoles. Museo Van Gogh, Amsterdam (Holanda).


Vincent Van Gogh. 1888. Jarrón con doce girasoles. Neue Pinacotek de Múnich (Alemania).

Probablemente si nuestra concepción artística viene definida desde el punto de vista del espectador cabría decir que la ilustración, como cualquier otra forma expresiva, necesita de un proceso de percepción o alfabetización artística que permita al receptor reconocer la imagen, identificarse con ella y analizar su contenido a través de la experiencia o la imaginación, algo que sucede de manera evidente en los lectores de álbumes ilustrados que son capaces de reconocer ciertos códigos inherentes a ese arte. Así que, tercer y último pescozón.
Hasta aquí, ganaría la Ilustración como arte, pero no se envalentonen algunos que ahora viene el contrataque del Arte a la ilustración…
Cañonazo 1. Existe cierto contrasentido que diferencia a un cuadro y una ilustración: si el primero no es entendido o se le dan múltiples explicaciones por parte del público, no importa, mientras que si la idea o el concepto de la ilustración no llega al receptor y no queda clara, ésta concluye vacía. Es decir, ilustrar es comunicar e interviene en un proceso global en el que el diseño y la estrategia tienen mucho que ver, algo de lo que estrictamente no entiende el Arte.
Cañonazo 2. Entonces, ¿podemos decir que el ilustrador no es un artista? ¿Es un mero comunicador? ¿Un diseñador gráfico?... No cabe duda que debemos afirmar rotundamente que es un artista ya que la creatividad envuelve toda la génesis de su obra. El apelativo que cada uno, nuestros conocidos o la sociedad quiera colocarnos es independiente de nuestra labor.  ¿Qué más da cómo nos llamen…? A lo largo de la historia del arte se conocen muchos ejemplos de ilustradores a los que el tiempo ha terminado colocando entre los mejores pintores de su época (véase Daumier, Egon Schiele o Norman Rockwell), pero que, como los artistas de hoy, necesitaban ganarse la vida de algún modo, algo que no debe extrañar -mucho menos ahora-, puesto que la ilustración y el diseño gráfico constituyen uno de los campos creativos más boyantes.



Honoré Daumier. 1853. Nadar elevando la fotografía a la altura del arte.

Cañonazo 3. A pesar de estas dos cuestiones hemos de añadir que, la mayoría de las veces, debemos entender un álbum ilustrado en toda su extensión, es decir, hay que visionar toda la obra para comprender el mensaje, su significado artístico, algo que entraría dentro del llamado “arte secuencial”… Son muy pocas las veces que una sola imagen tiene sentido por sí sola ya que se encuentra descontextualizada, por ello, esa ilustración perdería su naturaleza artística… Seguramente se le vendrán a la cabeza imágenes de álbumes ilustrados que son capaces de establecer un diálogo con usted, con el receptor, que por sí solas, nos hablan de toda la  obra (a un servidor, por ejemplo, se le viene a la cabeza la imagen del barco del Emigrantes de Shaun Tan), pero seguramente, si indagan en el proceso creativo, descubrirán que el ilustrador se ha inspirado en obras que poseen un lenguaje artístico más potente y elevado, por lo que no dejan de ser ecos o calcos de esa obra de arte primordial (en el caso de mi ejemplo decir que, para elaborar esta ilustración, el genio australiano se inspiró en cuadros y fotografías anteriores).



Shaun Tan. 2006. Emigrantes. Barbara Fiore Editora.


Tom Roberts. 1886. Coming South. National Gallery of Victoria (Australia).


Roberto Innocenti. 2010. Las aventuras de Pinocho (Texto de Carlo Collodi). Editorial Kalandraka.


 Pieter Brueghel El Viejo.1565. Los cazadores en la nieve. Museo de Historia del Arte de Viena (Austria).


 Pieter Brueghel El Viejo.1565. Censo en Belén. Museos de Bellas Artes de Bruselas (Bélgica)

Cañoñazo 4. Por todo lo anterior podríamos llamar a la ilustración como un “arte incompleto”… Si yo quisiera ilustrar Moby Dick, no podría expresar mi ideario, mi mundo interno al cien por cien, ya que estaría guiado por el cauce que Hermann Melville creó previamente, es decir, sería un arte encorsetado y no podría expandirse libremente a pesar de sus connotaciones estéticas. Quizá es una diferencia sútil, pero que marca a fuego al Arte, un concepto que obedece a necesidades primarias y no a una funcionalidad.



Rockwell Kent. 1930. Moby Dick (Texto de Hermann Melville).

Cañonazo 5. La ilustración también es independiente del medio que utilicemos para darle vida a las ideas ya que se utiliza un medio (último) bidimensional, como las páginas de un libro o la pantalla de una “tablet”. Aunque la expresión y el significado no entienden de técnicas digitales, óleo, gouache, acuarela, esculturas, collage, lápices de color, la fotografía o el simple grafito (N.B.: Algo que también pone en evidencia que la ilustración, en el caso de concebirse como arte, debería hacer referencia a las múltiples disciplinas que convergen en ella… ¿Es Arte el “arte multidisciplinar”?), la ilustración sigue restringida al alto y al ancho del papel.



Koen VanMechelen. 2005. Juul (Texto de Gregie de Maeyer). Editorial Lóguez.

Aunque en esta batalla gane el Arte, como conclusión cabe decir que vivimos un tiempo en el que la ingente proliferación de productos creativos (léase pintura, escultura, música, cine o fotografía) nos impide distinguir una obra de arte de otra que no lo es y, la ilustración, un ámbito de relativa reciente hornada, no es una excepción (dense cuenta del enorme número de ilustradores que hay hoy día y de la desorbitada cantidad de imágenes que producen), por lo que habrá que esperar unos cuantos años para que el tiempo ponga en tela de juicio todas esas creaciones y establezca (o no) cánones artísticos para la Ilustración.


Mary GrandPré. 2015. El sonido de los colores (Texto de Barb Rosenstock) . Editorial Juventud.

Epílogo: Y como toda esta retahíla de pros y contras teóricos no valen nada sin un punto final, les diré que un servidor, de naturaleza mucho más científica y menos prosaica, prefiere la práctica y disfrutar de las imágenes que algunos interpretan por y para mí, que abren nuevos caminos a mi propia imaginación o que imprimen su visión en nuestros cerebros para el deleite de los cuentos, historias o leyendas que, de otra forma, podrían perecer en mi memoria.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Una magnífica entrada. Gracias. Muchas veces me he hecho esta pregunta y, personalmente, si tuviese que decantarme por una postura diría que 'sí'. Gracias por descubrirme ese 'sonido de los colores' que desconocía (me encanta el de Jimmy Liao).

Sàlvia dijo...

Interesantes reflexiones, Roman. Me quedo con educar la mirada, desde todos los puntos de vista, y desde muy pequeños. En la biblioteca se nota muchísimo la diferencia entre los niños/as que consumen libros y álbumes ilustrados de los que no. Voy más allá, los que no consumen habitualmente libros ilustrados suelen darle a la lectura una finalidad meramente "utilitarista" escolar; los que los consumen suelen seleccionar sus lecturas por el mero placer de leer (textual o iconográficamente) y esto a su vez conlleva un enriquecimiento personal que redunda en sus necesidades académicas... no me enrollo más. Me declaro lectora de libros y álbumes ilustrados para todas las edades.
Besadetes i bona setmana

Román Belmonte dijo...

Hola a las dos y gracias por vuestras palabras. Lola, a un servidor también le encanta el sonido de Jimmy Liao, más metafórico, más personal. Sàlvia, me gusta que nos hables de tus experiencias bibliotecarias, que te enrolles y ¡que me visites!. ¡Un abrazo!