A mi amigo Pablo, que abandona la soltería.
En
este mismo instante, detengo mis dedos, alzo la vista y, mirando a una pared
que se asemeja al infinito, pienso “¡La de cosas que he dejado atrás!”. Seguro
que no soy el único y ahora usted rememora un sinfín de momentos que han
formado parte de su vida… Recuerda aquel batacazo que, además de muchas lágrimas
y una pequeña cicatriz en la rodilla, fue la prueba de fuego que no le hizo
rendirse ante ese vehículo de dos ruedas que llamamos bici. Tampoco ha olvidado
las tardes de verano en las que, junto a una caterva de adanes con la cara llena
de granos, iba detrás de aquella pandilla de pavas que se habían atrincherado
en los columpios del parque. Háblenos de sus profesores, de lo parias que eran,
de las primeras borracheras, de su primer beso. De lo amargo que fue despedirse
de él, y de las ganas con las golpeó un balón que, nadie sabe cómo, entró en el
minuto justo y en el sitio adecuado. Sí, tiene razón: tantas cosas nos han
pasado que hasta que otro no las dice, a uno no le vienen a la cabeza. Pero en
eso consiste el paso del tiempo: en acordarse de lo pasado y dejar paso a lo
nuevo.
Me
exaspera oír aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y prefiero
comulgar con el poeta, más sabio, menos irascible y, sobre todo, más
desprendido. Abrir la puerta, tomar nuevos caminos y dejar que te sorprendan,
es un ejercicio de altruismo, no sólo para aferrarse al pasado con una sonrisa,
con una caricia, sino para despojarse de las heridas, de los lastres que nos
duelen a cada uno. Ya se encargará el futuro de las nuevas penas y alegrías, de
otros besos y otros llantos, pero el tiempo está para eso, para pasarlo. Ya, ya
sé… Me hablarán de los cambios, de los miedos, de muchos otros quebrantos, pero
si lo piensan bien, todo cambio a la vez es útil y a la vez es vano… Fíjense lo
poco que significa el tiempo, que lo que un día nos parece increíble, al
siguiente se torna vulgar, y lo que otrora era ceniciento, hoy tiene un
colorido especial.
Todos
los libros nos hablan del ir y del devenir, de cómo cada cual elige la mejor
forma de pasarlo, pero si hoy tuviera que elegir uno, sería Con el paso del tiempo, del ilustrador colombiano
afincado en Argentina José Sanabria (Ediciones La Fragatina), una fábula
dividida en tres partes y realmente hermosa, donde confluye el tiempo desde dos
puntos de vista que al final se torna uno solo, el del mañana…, algo que no
deben olvidar, porque lo único que podemos hacer, es eso: saber que está.
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