En las últimas charlas sobre álbum a las que he asistido, he oído bastantes veces las expresiones "libro de artista", "libro de autor" "cuaderno de artista" o "libros-objeto", unas denominaciones que a veces se utilizan indistintamente pero que tienen sutiles diferencias. A eso mismo me dedicaré hoy, a sacarlas a la luz, y de paso me internaré en los llamados álbumes de artista, un apartado donde incluyo algunas publicaciones de última hornada.
Por lo general, cuando hablamos de libro de artista, nos referimos a una publicación concebida y diseñada por un artista como obra de arte en sí misma. Para ello, el autor es consciente de algunas de las características del libro como objeto: su capacidad de circulación geográfica, el bajo coste y la longevidad del soporte hacen más accesibles sus creaciones y llegan así a un mayor número de personas. Es decir, utiliza el libro como objeto democratizador de sus ideas ya que, hasta hace poco, dicho formato ha sido considerado el principal medio de difusión de masas.
Fotografía, collage, libros acordeón, arte postal, grabado, libros alterados (son aquellos libros de artista que se realizan sobre otros libros), medios digitales, óleo, elementos pop-up y móviles, dioramas, troqueles… Cualquier técnica y concepto artístico es válido a la hora de desarrollar un libro de artista, algo que propicia cierta problemática a la hora de sistematizar los criterios que permitan identificarlos y clasificarlos.
Lo mismo sucedería sobre su reproducibilidad. Generalmente, el libro de artista es único o tiene una edición muy limitada, un hecho que aúpa el coleccionismo y la revalorización, véanse Twentysix Gasoline Stations de Edward Ruscha (3000 ejemplares), el Quadrante Illeggibile Bianco e Rosso de Bruno Munari (2000 copias) o La boîte verte de Marcel Duchamp (300 ejemplares ordinarios y 20 de lujo). Este hecho tiene poco que ver con el libro convencional, uno altamente reproducible debido a su carácter industrial. Sin embargo, en la actualidad no se considera una característica diferenciadora, ya que hay libros de artista que se han reproducido una y otra vez por diferentes intereses.
Marcel Duchamp. La boîte verte.
Dentro de los libros de artista también podríamos hablar del cuaderno de artista. Debido a su carácter personal e íntimo, estas herramientas de estudio son libros de artista per se. Solo habría que matizar que los cuadernos llevan implícito un grado de experimentalidad mayor y responden más a un proceso que a un producto artístico final en el que el discurso está debidamente construido y presentado al lector-espectador. Como cualquier otro libro de artista puede ser único o reproducible, algo que siempre responde a un interés personal o capricho, tanto del autor, como de un editor externo.
Por último hay que detenerse en los libros de autor. Con esta denominación nos referimos a todos aquellos libros que se publican sin la intervención de un editor o una casa editorial, algo que hoy día es sinónimo de autoedición. En ellos, el autor es responsable de todos o la mayoría de los aspectos del proceso de creación y edición del libro. Ello no implica que sean libros exclusivos o con tiradas de 500 ejemplares -existen libros de autor que han vendido miles de copias-, ni que contengan ideas transformadoras dirigidas a los cambios sociales. Si bien es cierto que tienen buena prensa ya que responden a deseos personales o innovadores que muchas veces no tienen cabida en la edición convencional, muy pocos son libros de artista.
Una vez definidos estos tres tipos de libros, me gustaría establecer ciertos paralelismos con el llamado libro-álbum, uno de los géneros mayoritarios en la Literatura Infantil y que reúne una cantidad sustancial de libros de artista.
Lo primero que debemos de tener en cuenta es que los libros de artista surgen en el siglo XX, sobre todo en el segundo tercio, una época donde las vanguardias artísticas -léanse surrealismo, arte pop o el movimiento Fluxus- desarrollan las primeras producciones artísticas de este tipo. Es también la época en la que el álbum infantil se desarrolla enormemente, por lo que existe un paralelismo que hace emerger puntos comunes que conectan unos con otros, más todavía si tenemos en cuenta que el libro-álbum es un género en el que empiezan a ingresar numerosos artistas gráficos reconocidos.
Katsumi Komagata. Meet Colors - Little Eyes.
Uno de esos puntos comunes es la imagen. Tanto el libro de artista, como el libro-álbum se desligan del lenguaje textual para desbordarse a través de otros lenguajes, principalmente el gráfico, de manera que la idea encuentra nuevas narrativas donde caben miradas diferentes que alientan discursos más o menos transgresores, más o menos transformadores, más o menos literarios.
Otra sinergia es la materialidad. El libro de artista se interna en el objeto libro, despliega sus páginas, las modifica y replantea su utilidad para circunscribirse a nuevos elementos que ayuden al mensaje artístico, algo que también hace el libro-álbum al sacar partido de elementos como las guardas o las tapas para desbordar el discurso literario. La arquitectura del libro habla por sí misma e interacciona con el lector-espectador.
Entonces, ¿cualquier libro-álbum podría considerarse libro de artista? No.
Por lo general los libros de artista suelen responder al acto creativo de un único artista, mientras que los álbumes integran varias voces e ideas, algo que en muchas ocasiones supone una ruptura del discurso artístico.
Tampoco quiere decir que cualquier libro ilustrado por un artista de renombre deba ser tratado como libro de artista. Delacroix para el Fausto de Goethe, Picasso para La metamorfosis de Ovidio, Monet para El cuervo de Allan Poe..., a lo largo de la historia son muchos los ejemplos de pintores que han colaborado con escritores y viceversa, pero siempre en calidad de “iluminadores” que amplifican lo literario. Algo de lo que ya hablé cuando me pregunté ¿Es arte la ilustración?
Pero lo que más diferencia (y define) al libro-álbum infantil es el aspecto comunicativo hacia la infancia, un obstáculo enorme para muchos libros de artista en los que la complejidad del discurso necesita una mirada más formada e integradora. Por esta razón hay pocos libros de artista dentro del álbum ya que, además de transgredir la mirada, alcanzan la universalidad discursiva gracias a su legibilidad artística. Algo que sucede con, entre otros, las versiones de los cuentos clásicos de Warja Lavater, el MN1 de Bruno Munari, el Hasta el infinito de Kveta Pacovska, o el Alice in Wonderland de Suzy Lee (cuyo original se encuentra en la Tate Modern de Londres).
Afinando con estas propuestas de sobra conocidas, hoy les traigo a este espacio de monstruos ávidos de contenido gráfico, otros dos libros que destilan cierto sabor a los libros de artista.
El primero es Cuaderno Arcaico Muralis, un libro de Pablo Auladell exquisitamente publicado por la siempre dedicada editorial alicantina Degomagom. Con el subtítulo y siete consideraciones para emboscados, este proyecto personal nos presenta una serie de dibujos recogidos en uno de los cuadernos del artista, concretamente el utilizado entre julio de 2018 y mayo de 2020. Algo que nos da la oportunidad de conocer las ideas generatrices de muchas obras que están por venir, así como nos invita a participar del viaje canónico realizado por el artista a través de sus páginas.
Al tiempo que transcienden la subversión y rompen las convenciones, esta secuencia de imágenes se acompañan de siete textos extraídos de sus charlas y talleres para invitarnos a la reflexión de las paradojas y sutilezas del proceso creativo, y otras miserias artísticas y, por qué no, también humanas.
El segundo es la Enciclopedia visual de los sonidos, un trabajo de Isidro Ferrer del que nos hace partícipes A buen paso, una de esas editoriales con buen gusto hiperdesarrollado. En esta quimera con vises de abecedario, libro de actividades, cuaderno de artista, libro alterado y diario de pandemia, se recopila la experiencia realizada por el doblemente premiado con el Nacional de Diseño y el Nacional de Ilustración gracias a una iniciativa del Museo Nivola (Cerdeña, Italia). En ella se pretendía dar voz silenciosa a muchos de los sonidos que nos envolvieron durante el silencio de los confinamientos y que hasta entonces pasaban desapercibidos en el tumulto de nuestras vidas cotidianas.
Búhos, aviones, conejos, mordiscos, tortugas o bombillas fueron algunos de los elementos escogidos por Isidro Ferrer para hacernos escuchar con la mirada todo aquello a lo que sus oídos habían dejado de prestar atención, y de paso nos invita a elaborar nuestro propia enciclopedia. ¿Os atrevéis?
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Para saber más sobre libros de artista podéis echar mano de algunos recursos como:
- Ángela Cabrera Molina. 2015. El libro-arte y la infancia. Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense.
- Riva Castleman. 1994. A Century of Artists Books. Nueva York: MoMA. Edición digital AQUÍ
- Salvador Haro González. 2013. Treinta y un libros de artista. Una aproximación a la problemática y a los orígenes del libro de artista editado. Marbella: Fundación Museo del Grabado Español Contemporáneo.
- Sabina Alcaraz i Gonzalez. 2012. El libro de artista. Historia y contemporaneidad de un género artístico. Valencia: Universidad de Valencia.
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