Cariño, cariño, cariño… Oigo cariño por todos lados, pero veo muy poco allá donde vaya. Es una de esas coletillas que se ha aprendido muy bien esta sociedad del bienestar, la de la blandería más nauseabunda.
Te digo cariño, pero te metería un buen chute de estricnina en el colacao. Se les cae la baba con ellos, pero poco lerele con sus hijos. Sí, me refiero a ustedes, padres del nuevo milenio, de la palabrería y la impostura. Y no salten todos a la vez, mansos y bienhablados. Antes de acribillarme a dardos, piensen un poco en lo que hacen.
De poco sirve tanto mantra si luego no invierten tiempo de calidad con sus hijos. Y digo de calidad porque muchos todavía no han entendido que estar no es sinónimo de ejercer. Es como esos funcionarios que se pasan el día apalancados en la oficina creyendo que producen y a lo más que llegan es a tomarse diez cafés.
Uno se da cuenta de todo esto cuando, por mucho que algunos padres se dediquen a repetir apodos suavones a sus hijos, observas como los ignoran en los momentos más truculentos del día, léase la hora de recoger los juguetes u ordenar la habitación.
Hablando de quehaceres infantiles nos adentramos en Cómo ordenar tu habitación en sólo 7 días, un álbum de Audrey Poussier publicado el año pasado por Picarona, que no debe pasar desapercibido por cualquier padre ni, sobre todo, por ningún hijo.
Y es que en este libro se nos presenta un problema cotidiano: cómo poner orden al caos que se respira en cualquier habitación infantil donde reina lo lúdico. A caballo entre el diario y el manual de instrucciones, los protagonistas de este libro-álbum nos relatan qué hacer para que todos los juguetes queden en su sitio y no tener que aguantar más al hombrecillo del orden (N.B.: Un invento narrativo sin parangón al que cualquier lector le puede sacar el jugo). El lunes se clasifica, el martes se pelean, el miércoles se encogen, el jueves, todo por la ventana, el viernes, llega el turno de la aspiradora, el sábado se aburren y el domingo, ¡sorpresa!
Con mucho humor, Claudia y Mo no solo nos indican los pasos a seguir para dejarlo todo bien arregladito (si es que sucede en algún momento), sino que también nos sumergen en las relaciones fraternales y los pormenores de la crianza utilizando un texto directo y unas ilustraciones donde los detalles, la perspectiva y los recursos narrativos son los mejores aliados.
Sí, estamos ante uno de esos libros infantiles donde lo subversivo juega con lo correcto, donde el universo onírico se entrelaza con la realidad, y donde los deseos infantiles ganan por goleada a los adultos cuadriculados. Todo ello sin mencionar en ningún momento la palabra “cariño”.
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