Llevo un par de años que no me ha tocado bregar con los alumnos primero de ESO. No voy a negar que son los más difíciles de controlar (parecen bichejos desbocados con tanto trajín y actividad) pero echo de menos su energía y predisposición. Si algo les gusta, dan lo mejor de sí mismos, se ponen a crear y ¡ya está! Te montan el circo en un pispás.
Cuando la cosa va de inventar es lo más. Escuchar sus historias, sus ocurrencias, sus mentiras, sus risas… Hay mucha magia en seguir siendo un niño. Es algo que me divierte y me llena. Máxime cuando te acostumbras a clases llenas de quinceañeros tristes y derrotistas que parecen recién sacados de un tanatorio y que solo están pensando en el dichoso “FIFA”, el trapo que luce Paula Gonu, las tonterías de algún que otro youtuber, o en chumbarte al padre de turno en caso de que no te arrodilles ante ellos.
Eso me recuerda que llevo mucho sin divertirme como un enano (el tiempo es relativo... quizá un par de meses...), pero creo que es el momento de volver a ello porque acaban de salir a la luz dos nuevos libros de Heena Baek y una vez más me sumergiré en la infancia y sus cuitas (¡Bravoooo!). La editorial Kókinos nos regala esta vez Pan de nube y El hada de agua y me volveré a derretir del gusto apoltronado en el sofá con ellos en una mano y un vermú en la otra.
Pan de nube fue el debut de la autora coreana en esto del libro-álbum, un título con cierto sabor agridulce para ella, ya que la editorial que explotó los derechos le hizo unas cuantas jugadas que la sumieron en una depresión. Es un libro hermoso donde, además de ver todos los recursos de los que ya hablamos aquí y aquí, se observa el pistoletazo de salida de un universo onírico que cabalga sobre la realidad cotidiana, se entremezcla con ella y nos evoca y engaña hasta un punto insospechado.
La historia va de dos niños que hornean junto a su madre un pan muy especial, el pan de nube, una receta que ya quisiera yo para mí y que, como se pueden imaginar, te hace flotar por el aire. De esta manera la pareja de hermanos llegarán junto a su padre y le harán mucho más fácil el camino hasta el trabajo que, como pueden suponer, está lleno de complicaciones en las grandes ciudades asiáticas.
En El hada del agua, Heena Baek acude a uno de esos baños públicos que tanto se utilizan en Asia y deja volar la imaginación de la pequeña protagonista junto a una mujer que bien recuerda a La extraña mamá, otra anciana con mucha magia que ahonda en el valor y reconocimiento que la cultura oriental otorga a la tercera edad.
Azulejos, juegos y chapoteos llenan las páginas de esta historia intergeneracional que encandilará a más de uno. Elegante y desinhibida, la desnudez de ambos personajes llena gran parte del libro, un elemento difícil de encontrar en libros infantiles que siguen respirando puritanismo y muchos prejuicios.
Ambas terminan con una sonrisa, la nuestra, tras contemplar las secuencias de imágenes (también podríamos decir fotogramas) que esta autora, construye con sus dioramas y personajes tan bien caracterizados en arcilla, papel maché o cartón.
Querida infancia que, llena de magia, nos alegra el corazón.
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