Anoche estuve cuatro horas deshuevándome sin remedio. Hoy, de buena mañana, el primero de los pensamientos ha sido plantearme el acudir a la consulta médica debido a unas agujetas abdominales, tan severas, que parecían una apendicitis galopante. Y es que el humor es imparable en este ambiente socoveño. Entre chanzas, dimes, diretes, pullas, chascarrillos, chistes, acicates y alguna que otra chirigota, el ritmo gastrointestinal, además de constante y bien aliñado, se mece a buen compás. Bien pensado es una gran alternativa al estrés. ¡Déjese de milagros homeopáticos y divanes inútiles! ¡Practique la risoterapia y dé rienda suelta a esos músculos risorios y bucinadores!
Aprenda, querido lector, a reír, a dejarse llevar, a fluir como el agua de la acequia, cual ristra de morcillas deben ser sus carcajadas, y diviértase, sin duda, diviértase.
Acérquese al espejo, dispóngase frente a él, contemple su cabeza: apepinada, gorda, desproporcionada, pequeña o, simplemente, única. Alce su dedo índice y acérquelo a la punta de sus napias y, con ayuda del pulgar, calibre el volumen de semejante protuberancia. Mire sus ojos, tan llenos de vida, de estrellas, dedíquese un guiño y empiece. Empiece a curvar ascendentemente los extremos de esa línea que dibuja la boca, note como se entreabren sus labios y empieza a asomar la dentadura. Ríase sin miedo, sin vergüenza, descojónese a su antojo y viva.
En ese paréntesis que se acaba de regalar, aparte de arrinconar todas esas preocupaciones mundanas y mal calibradas, su memoria ha regresado al punto de partida al que quería llevarle: a la niñez. Conozco muchos adultos que no sonríen, tampoco saben sobre lágrimas de risa, ni mucho menos de gimnasia a golpe de alegría, pero no conozco ni a un solo niño que jamás haya esbozado una amplia sonrisa. Cosas de la edad, del dinero y del amor, alea jacta est…
Si con algún libro he practicado la risa desorbitadamente, ese ha sido, sin duda, cualquiera de Gloria Fuertes. Clásica entre los clásicos, Gloria Fuertes fue la poetisa de la alegría -quizá considerada una autora del arte menor debido al público a quienes dirigía sus versos- que todas las generaciones educadas al amparo de sus rimas consonantes recordarán. Que nadie se engañe… Sé, amigo lector, que recuerda esas poesías que reunía la editorial Escuela Española, y que, todavía, en los colegios de este país, se siguen recitando para que los niños no olviden la risa ni aún cuando la pierdan.
Aprenda, querido lector, a reír, a dejarse llevar, a fluir como el agua de la acequia, cual ristra de morcillas deben ser sus carcajadas, y diviértase, sin duda, diviértase.
Acérquese al espejo, dispóngase frente a él, contemple su cabeza: apepinada, gorda, desproporcionada, pequeña o, simplemente, única. Alce su dedo índice y acérquelo a la punta de sus napias y, con ayuda del pulgar, calibre el volumen de semejante protuberancia. Mire sus ojos, tan llenos de vida, de estrellas, dedíquese un guiño y empiece. Empiece a curvar ascendentemente los extremos de esa línea que dibuja la boca, note como se entreabren sus labios y empieza a asomar la dentadura. Ríase sin miedo, sin vergüenza, descojónese a su antojo y viva.
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