Me alegra que la Sociedad se intente normalizar, que la Sociedad acepte cambios, aunque este proceso sea de forma paulatina (Nota del Autor: tenga el lector en cuenta que, cuando utilizo un sustantivo como “sociedad”, y más todavía de forma reiterativa, no me refiero a otro como “política”…). Existen temas y temas, charlas y charlas, discursos y discursos, opiniones y opiniones…, y finalmente, personas y personas.
Aun así, todavía hay circunstancias que nos agitan, que nos resultan chocantes y a veces, hasta violentas…: palizas insustanciales, celos envenenados, balas con origen y destino, envidias mortales, risas infantiles hechas esclavas,… y besos extraños… Esos besos con cariño, besos tiernos, sin maldad, procedentes de labios curiosos, temblorosos y empapados de cariño… ¿Y eso nos extraña, nos inspira desagrado y nos violenta?... Sí, sobre todo si esos labios que se unen en un gesto de cariño pertenecen a dos personas del mismo sexo.
La homosexualidad todavía nos sorprende, e incluso, por cuestiones culturales, sociales y educativo-religiosas, nos produce emociones encontradas… quizá debidas al discurso negativo que estos ámbitos encierran o a la opacidad con la que se tratan estos temas. La falta de visibilidad de estos gestos de cariño, el velo público al que se encuentran expuestos y el miedo a la normalización, es suficiente escondite para conductas que debieran ser respetadas.
Esta normalización es dura (no neguemos que la normalización de cualquier fenómeno social necesita primeramente una asunción de cambio, para a posteriori, y mediante la voluntad colectiva, crear un nuevo status en el que convivan todas las posturas… Cosa harto difícil teniendo en cuenta que cada uno somos eso: UNO).
Cambiar es duro (sin esta premisa no existirían los fumadores empedernidos, ni los jugadores sin blanca, y mucho menos los alcohólicos de patas pendulares y ojos soñolientos), pero la voluntad humana tiene mucho que decir al respecto, ya que, como bien decía Santiago Ramón y Cajal, si hay algo verdaderamente divino en nosotros es la voluntad…
Voluntad de cambiar la impresión que tenemos de esos besos furtivos, de esas caricias entre tinieblas, es lo que han tenido y tienen autores de libros ilustrados como son Tomie de Paola o Linda de Haan y Stern Mijland, autores de Oliver Button es una nena y Rey y Rey respectivamente.
Aun así, todavía hay circunstancias que nos agitan, que nos resultan chocantes y a veces, hasta violentas…: palizas insustanciales, celos envenenados, balas con origen y destino, envidias mortales, risas infantiles hechas esclavas,… y besos extraños… Esos besos con cariño, besos tiernos, sin maldad, procedentes de labios curiosos, temblorosos y empapados de cariño… ¿Y eso nos extraña, nos inspira desagrado y nos violenta?... Sí, sobre todo si esos labios que se unen en un gesto de cariño pertenecen a dos personas del mismo sexo.
La homosexualidad todavía nos sorprende, e incluso, por cuestiones culturales, sociales y educativo-religiosas, nos produce emociones encontradas… quizá debidas al discurso negativo que estos ámbitos encierran o a la opacidad con la que se tratan estos temas. La falta de visibilidad de estos gestos de cariño, el velo público al que se encuentran expuestos y el miedo a la normalización, es suficiente escondite para conductas que debieran ser respetadas.
Esta normalización es dura (no neguemos que la normalización de cualquier fenómeno social necesita primeramente una asunción de cambio, para a posteriori, y mediante la voluntad colectiva, crear un nuevo status en el que convivan todas las posturas… Cosa harto difícil teniendo en cuenta que cada uno somos eso: UNO).
Cambiar es duro (sin esta premisa no existirían los fumadores empedernidos, ni los jugadores sin blanca, y mucho menos los alcohólicos de patas pendulares y ojos soñolientos), pero la voluntad humana tiene mucho que decir al respecto, ya que, como bien decía Santiago Ramón y Cajal, si hay algo verdaderamente divino en nosotros es la voluntad…
Voluntad de cambiar la impresión que tenemos de esos besos furtivos, de esas caricias entre tinieblas, es lo que han tenido y tienen autores de libros ilustrados como son Tomie de Paola o Linda de Haan y Stern Mijland, autores de Oliver Button es una nena y Rey y Rey respectivamente.
Oliver Button… es un album ilustrado antiguo, reeditado en español por la editorial Everest, en el que Tomie de Paola hace un guiño a las conductas tratadas clásicamente como homosexuales… A Tomie le gusta bailar… ¡Mala suerte!... Bailar es cosa de niñas. Soportar los continuos insultos y burlas se hace duro hasta que un día su afición es reconocida, y no precisamente por quien él espera…
En esta obra no se encuentran conductas abiertamente homosexuales, pero sí es cierto que la comunidad homosexual puede hacerlo propio, puesto que muchos de sus integrantes han sufrido burlas semejantes durante la infancia y adolescencia, etapas críticas en el desarrollo personal.
En la obra de Linda de Haan y Stern Mijland, la perspectiva de los cuentos de hadas cambia. Los toques de humor, la sencillez y las ilustraciones dotan a la acción de una perspectiva eficaz que logra sorprender y aproximar a la realidad social en la que estamos entrando. Crear una familia y contraer matrimonio es una cuestión bastante escabrosa para la monarquía de hoy día (mis saludos a todos aquellos integrantes de la casas reales europeas), sobre todo si lo haces con quien te place…
Lo dicho: a veces, lo oculto esconde lo más hermoso…
Lo dicho: a veces, lo oculto esconde lo más hermoso…
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