… Animación a la lectura… ¿O no?... Quizás deberíamos hablar de libros, de lectura o de cualquier cosa que esconda una hoja de papel.
Los maestros (y profesores, incluyo esta denominación por consideración y respeto a algunos) a veces nos olvidamos de hablar con nuestros alumnos, generalmente de todo aquello que no sean contenidos, pruebas escritas, trabajos y calificaciones, y particularmente de la bonita sonrisa que trae a clase Rocío, de la cara larga de Miguel, del resultado del último partido de fútbol televisado… y de libros… Hablamos muy poco de libros.
La semana previa a estas -divinas y deseadas- vacaciones, un servidor, apenas tenía fuerzas para desgañitarse frente a una peligrosa jauría de adolescentes, así que, haciendo alarde de mi bagaje como lector y aficionado a la Literatura Infantil, decidí hablar de libros.
Como tema de la conversación, elegí las diferencias entre los géneros –léase masculino y femenino- (¡que expresión tan políticamente correcta, para referirse a “la lucha de sexos”!) y para introducir el debate, de entre los títulos que conforman mi biblioteca (Breve inciso: probablemente, mi colección bibliográfica y el polvo que acumula, entre otros, van a ser las causas de una emancipación temprana…), seleccioné El libro de los cerdos (algún día hablaré de Anthony Browne, una asignatura pendiente), Arturo y Clementina -Adela Turín & Nella Bosnia, Editorial Lumen- (un clásico inexcusable) y La recta y el punto -Norton Juster, Editorial Fondo de Cultura Económica- (todo un descubrimiento).
Los tres títulos se adentran en las relaciones personales de un modo diferente, e incluso, podríamos ubicarlos bajo el denominador de trilogía (gracioso pero factible).
Los maestros (y profesores, incluyo esta denominación por consideración y respeto a algunos) a veces nos olvidamos de hablar con nuestros alumnos, generalmente de todo aquello que no sean contenidos, pruebas escritas, trabajos y calificaciones, y particularmente de la bonita sonrisa que trae a clase Rocío, de la cara larga de Miguel, del resultado del último partido de fútbol televisado… y de libros… Hablamos muy poco de libros.
La semana previa a estas -divinas y deseadas- vacaciones, un servidor, apenas tenía fuerzas para desgañitarse frente a una peligrosa jauría de adolescentes, así que, haciendo alarde de mi bagaje como lector y aficionado a la Literatura Infantil, decidí hablar de libros.
Como tema de la conversación, elegí las diferencias entre los géneros –léase masculino y femenino- (¡que expresión tan políticamente correcta, para referirse a “la lucha de sexos”!) y para introducir el debate, de entre los títulos que conforman mi biblioteca (Breve inciso: probablemente, mi colección bibliográfica y el polvo que acumula, entre otros, van a ser las causas de una emancipación temprana…), seleccioné El libro de los cerdos (algún día hablaré de Anthony Browne, una asignatura pendiente), Arturo y Clementina -Adela Turín & Nella Bosnia, Editorial Lumen- (un clásico inexcusable) y La recta y el punto -Norton Juster, Editorial Fondo de Cultura Económica- (todo un descubrimiento).
Los tres títulos se adentran en las relaciones personales de un modo diferente, e incluso, podríamos ubicarlos bajo el denominador de trilogía (gracioso pero factible).
La recta y el punto nos acerca al comienzo de una relación, a la casi mitificación del otro. El enamoramiento juvenil, fresco, y la lucha por el éxito amoroso, encabezan este experimento literario donde se presentan las dos caras opuestas: el respeto a los sentimientos y la pasión y lo engreído e indeseable de la pareja.
En un segundo lugar, la historia nos muestra una relación joven, medianamente consolidada, afectiva en un principio y transformada en prisión al final. Clementina quiere sentirse realizada, ser útil, vivir en pareja una vida libre, pero Arturo no entiende sus pretensiones e incluso menosprecia sus capacidades, por lo que decide construir una jaula hermosa, pero opaca y hermética, que encierre la libertad de Clementina.
La última historia encierra una realidad cotidiana. La señora De La Cerda es la encargada de realizar las tareas de un hogar en el cual su invisibilidad es palpable y sus necesidades y trabajo no son tenidos en cuenta ni valorados, por lo que decide castigar la actitud despótica de su familia con el abandono y la desidia (Como apunte, valorar la maestría de Anthony Browne para captar la atmósfera de la historia: excelente, casi mágica).
Como colofón, urge comentar que, bajo una perspectiva femenina (que a veces roza el feminismo), podríamos decir que, la autoestima de la mujer es la constante más palpable en las tres obras (no tan acusada en la primera de ellas).
Y sí, al final conseguí que hablásemos de libros.
Y sí, al final conseguí que hablásemos de libros.
1 comentario:
Ya sabes que pensamoa algunas sobre esa recta, siempre he pensado que hay otras posibilidades para ese final. Me ha gustado la referencia que has hecho a Arturo y Clementina, sabes, con el tiempo he acabado pensando que ese libro es más sobre la incomunicación que sobre la "guerra de sexos". Y por supuesto caigo rendida ante "El libro de los cerdos", este debería ser lectura obligatoria.
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