Regalar nunca está de más, sobre todo cuando encuentras aquello que puede originar cierta sorpresa e ilusión.
No nos engañemos, regalar es fácil, lo verdaderamente difícil es dar con un buen regalo, por este motivo, uno es partidario de regalar sólo cuando hallas el objeto que anime a la ilusión.
Muchos creerán que estas fechas de sosiego y descanso no son muy propicias para estar regalando, sino más bien para estar gastando la paga extraordinaria en otros menesteres más egoístas, como puede ser aparcar el cuerpo en una soberbia tumbona, untarse hasta el duodeno de pringue con olor a zanahoria o pillando unos súbitos mareos a lomos de cualquier crucero transmediterráneo. Yo soy de esos pocos que regalan en estas fechas, será por expurgar el espíritu y hacerlo rebosar de pensamientos menos grises que los que he tenido en pasados días (¡maldita oposición…!), así que, ayer, sin comerlo ni beberlo, dí con dos estupendos regalos, y hoy, de buena mañana, los he entregado a sus dueños (siempre he pensado que los buenos regalos ya tienen propietario, son como los perros perdidos que los encuentra un amigo).
El primer regalo a sido para Rosa, la que sueña, y qué mejor regalo que El sueño de Pablo, de Antonio Ventura y Pablo Auladell (Editorial Los cuatro azules), donde los sueños alcanzables y la realidad se cogen de la mano en las palabras de un niño que se enfrenta al mundo adulto desde una perspectiva sencilla que aupa sus deseos más inmediatos.
El segundo regalo lo he encontrado para Amparo, que le encantan todas las letras del abecedario: ABC3D de Marion Bataille –Editorial Kókinos-. Para ella este recorrido por el alfabeto en forma de libro álbum desplegable de pequeño formato y renovados aires, donde la “A” se escapa del papel y la “S” gira sin parar buscando una nueva forma de enseñar la magia de las letras, verdaderos ladrillos de la palabra.
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