Hace poco tiempo que sé del fallecimiento de Ana Pelegrín. Estudiosa de la narración oral en sus más variadas vertientes, Ana Pelegrín, fue una incansable defensora de esta tradición oral, verdadero pilar sobre el que descansa la Literatura moderna, y más concretamente la Literatura Infantil, que viajó por varios países de habla hispana para compilar cuentos, retahílas, poemas, versos, canciones y otros juegos verbales, que complementaran y cimentaran la tradición lingüística tan valiosa que reside en la memoria colectiva de los hablantes. Tras este brevísimo obituario, sólo me queda darle las gracias. Para ello, dos poemas elegidos por la propia Ana para la antología poética Raíz de amor (Alfaguara):
ESTO ES AMOR…
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,
beber vino por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quién lo probó lo sabe.
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,
beber vino por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quién lo probó lo sabe.
Lope de Vega
ELEGÍA
La niña rosa, sentada.
Sobre su falda
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar desde mi balcón!
Su dedo –blanco velero-
desde las Islas Canarias
iba a morir al Mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!
La niña –rosa sentada-.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
un archipiélago de sangre.
La niña rosa, sentada.
Sobre su falda
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar desde mi balcón!
Su dedo –blanco velero-
desde las Islas Canarias
iba a morir al Mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!
La niña –rosa sentada-.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
un archipiélago de sangre.
Rafael Alberti
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