De puro milagro ha llegado el otoño… Ya empezábamos a pensar que esa brisa norteña que de amarillo y grana cubre el campo, se había olvidado de estas latitudes en las que el sol se erige como dictador supremo.
El cielo plomizo con su lluvia, castañas y setas, paraguas y chubasqueros, la merendera, el azafrán, y ese aroma a guiso caldoso que rezuma de entre las ventanas de los vecinos, se agradece a manos llenas cuando el sopor del verano se hace insufrible durante tantos meses…
No son mis huesos los que piden humedad y frío, pero sí mi adormilado cerebro, ese que de vez en cuando redacta para ustedes las reseñas más simpares del panorama ciberespacial.
Reconozco que brotar durante octubre o noviembre es difícil para la mayor parte de las plantas, y a un mismo tiempo les digo que también lo es para mis palabras. De ahí que durante el comienzo de este curso, no preste tanta atención a libros y otros engendros literarios, aunque me mantengo a la espera de que las bajas temperaturas y el frescor de la niebla, revivan esa creatividad mía que tanto agradecen ustedes.
Por el momento y haciendo acopio del insomnio, les traigo un título pintado para la ocasión, Pedro y su roble, con texto de Claude Levert e ilustraciones (siempre exquisitas) de Carme Solé Vendrell. Reeditado por El Jinete Azul, este texto un tanto poético de los ochenta -aunque obtuvo el Premio Nacional de Ilustración en 1979-, no sólo presta atención al dispositivo cíclico de la vida a través de los árboles (recuerden que es uno de los temas generatrices en la LIJ de ayer, hoy y siempre, tan adecuado para la didáctica repetitiva de la Educación Infantil y Primaria), sino que derrama en un mismo espacio un torrente de emociones hacia la naturaleza, hacia el entorno, que puede ser utilizado para despertar en el lector un sentido conservacionista de lo que le rodea, idea muy en boga hoy día con tanta educación ambiental y tanto ecologismo de pacotilla… En definitiva: una buena opción para lucir en los expositores de novedades de un otoño tardío como el que vivimos.
El cielo plomizo con su lluvia, castañas y setas, paraguas y chubasqueros, la merendera, el azafrán, y ese aroma a guiso caldoso que rezuma de entre las ventanas de los vecinos, se agradece a manos llenas cuando el sopor del verano se hace insufrible durante tantos meses…
No son mis huesos los que piden humedad y frío, pero sí mi adormilado cerebro, ese que de vez en cuando redacta para ustedes las reseñas más simpares del panorama ciberespacial.
Reconozco que brotar durante octubre o noviembre es difícil para la mayor parte de las plantas, y a un mismo tiempo les digo que también lo es para mis palabras. De ahí que durante el comienzo de este curso, no preste tanta atención a libros y otros engendros literarios, aunque me mantengo a la espera de que las bajas temperaturas y el frescor de la niebla, revivan esa creatividad mía que tanto agradecen ustedes.
Por el momento y haciendo acopio del insomnio, les traigo un título pintado para la ocasión, Pedro y su roble, con texto de Claude Levert e ilustraciones (siempre exquisitas) de Carme Solé Vendrell. Reeditado por El Jinete Azul, este texto un tanto poético de los ochenta -aunque obtuvo el Premio Nacional de Ilustración en 1979-, no sólo presta atención al dispositivo cíclico de la vida a través de los árboles (recuerden que es uno de los temas generatrices en la LIJ de ayer, hoy y siempre, tan adecuado para la didáctica repetitiva de la Educación Infantil y Primaria), sino que derrama en un mismo espacio un torrente de emociones hacia la naturaleza, hacia el entorno, que puede ser utilizado para despertar en el lector un sentido conservacionista de lo que le rodea, idea muy en boga hoy día con tanta educación ambiental y tanto ecologismo de pacotilla… En definitiva: una buena opción para lucir en los expositores de novedades de un otoño tardío como el que vivimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario