Si hay una palabra que me defina, esa es “galgo”, un
localismo, una acepción, que hace referencia a los que, como dos de mis
abuelos, mi madre o yo mismo, somos capaces de reventar a base de pasteles,
helados o cualquier otra sustancia azucarada…,
¡vamos, lo que viene llamándose un goloso!... Y es que sigo aplastando
la cara contra los escaparates de pastelerías, soñando con bollos de mosto y
relamiéndome el bigote como cuando era un niño… ¡Qué ricas están las tartas
cuando no son de sombrero!
Esta es la historia notoria
de un pastelero, un sombrero
y una mujer sin memoria.
La mujer compró un roscón
pero se olvido el sombrero
y aquel pobre pastelero
se hizo un follón con roscón,
merengadas y sombrero.
En el rincón del roscón
no vio el buen hombre el sombrero
y lo cubrió todo entero
con merengues y un fresón.
Y fue suceso chancero
que a la mañana siguiente
probó un cliente inocente
una tarta de sombrero.
Inmaculada Moreno.
La historia del pastelero.
En: Poemas para sobrinos.
Ilustraciones de
Mercedes Perea Durán.
2006. Málaga: Ajonjolí.
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