Arrepentirse,
lejos de forjar el pecado como máxima religiosa, es un arma de doble filo que
nos puede atormentar de por vida. Algunos no paran de echar la vista hacia
atrás y se olvidan de quienes son en aras del pasado, ese que siempre nos
persigue y que, la mayor parte de las veces, corre más deprisa que nosotros.
Hay
verdaderos expertos en desear trocar sus días por otros muy lejanos, decidir en
base a otra perspectiva que nos da el tiempo y terminar sus días viviendo sin
saber muy bien cómo, cuándo y dónde.
La
palabra “ojalá” referida al pretérito supone un lastre que muchos mencionan a
diario… ¡Ojalá hubiera estudiado Magisterio! ¡Ojalá nunca me hubiera tatuado el
nombre de aquel cabrón en una teta! ¡Ojalá hubiera hecho caso a mi padre!
¡Ojalá le hubiera dado un último beso a Javi! ¡Ojalá no me hubiera llenado los
pómulos de silicona! ¡Ojala no hubiera robado aquel coche! ¡Ojalá no hubiera
sido tan inocente! ¡Ojalá…!
La
mayoría de las veces, somos nosotros mismos quienes nos atormentamos por mero
ocio y diversión, obviando nuestro existir, algo de lo que, sinceramente, no
deberíamos sentirnos orgullosos.
A
los largo de nuestros años, suceden cosas. Abundan las malas, escasean las
buenas. Muchas de ellas se atragantan, otras son efímeras. Algunas pesadas,
otras ligeras, alegres y, las tristes, las más recordadas. Pero debemos
dejarlas reposar, como las buenas novelas, calladas, quietas, y una vez
aprendida la lección, mirar hacia delante y plantear nuevos caminos, nuevas
sendas. ¡El futuro está ahí! Hay que comérselo…
Los
nuevos días siempre traen nuevos retos, ganas renovadas, inventos y proyectos.
Debemos intentar alcanzarlos, levantarnos y asumir nuestros objetivos, eso que
llamamos lugar en el mundo, en definitiva, seguir soñando. Algo que me recuerda
a un libro precioso (a excepción de la infografía de la portada… No se dejen
guiar por esta cuestión estética o se perderán un buen título) de Oliver Scherz
y Eva Muggenthaler llamado Pequeño pájaro
de tierra (editorial Lóguez) que nos narra las peripecias de un topo que,
pese a haber nacido bajo tierra, anhela volar como las aves, algo que al
final…. Mejor les dejo que lo descubran sumergiéndose en una ilustraciones muy
dinámicas, coloristas y hermosas (aunque un tanto raras), mientras les animo a
no aferrarse a lo pasado porque cortarían las alas de los sueños futuros.
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