Dejamos atrás unos días
en los que gabachos y sus elecciones presidenciales han copado la
actualidad. Por fin estas semanas un tanto revueltas han terminado
con el triunfo de un joven (parece ser que con cierto pedigrí...,
que la política no es pa' pobres.) que gobernará el espíritu
europeo (el sentimiento del Viejo Continente sin Francia es como la
telenovela de la Nova sin una tía mala, tu sabes mi amol) mientras
la Merkel mangonea nuestro parné sin concesiones. Así que nada, sin
novedad en el frente y mi gozo en un pozo. Habrá que confiar en
otros para liarla...
Aunque me declaro
pro-europeo (confieso haber disfrutado de un par de proyectos
Comenius en mis carnes prietas) esto de la unión tiene su guasa...
Si bien es cierto que durante todos estos años se ha invertido en
iniciativas que cultivaban ese sentimiento continental en nuestros
corazones, también hay que apuntar a una lucha de intereses
económicos entre los países vecinos. Mientras unos nos sentimos
explotados y engañados, otros se erigen en estados mesiánicos. Y
claro, como buenos vecinos, nos enzarzamos.
Es así como los hijos
del nuevo milenio se han ido desmarcando (N.B.: He aquí el claro
ejemplo de la reiteración de los hechos históricos. Para mas
información vean de Haneke, La cinta blanca) y lucen chapas
en las solapas que en vez de rezar gritan “La alemana para su
casa”...
¡No pongan esa cara,
“queridos” gobernantes! ¿De qué se extrañan? Esto es cosa suya
(políticas migratorias, deslocalización, intervencionismo de
estado...). No miren para otro lado. Son ustedes los responsables,
aunque, a pesar de sus quejas, también les convenga. Tejen y
destejen, cual Penélope, sus planes... Sabían que nuestro
continente fallaría. Que no éramos Estados Unidos, que esa bandera
tachada de estrellas poco decía, y sobre todo, que ni la Coca-Cola
ni la General Motors nos unían.
Antes yo era europeo y
español ciudadano, ahora ya no sé qué pinto ni en Berlín ni en
Londres ni aquí ni en ningún lado. Empiezo a sentirme un extraño,
un pelín expatriado... Menos mal que debajo de mi ventana siguen
sonando las guitarras de los gitanos y en la pantalla se apaga el
sobrado de Risto Mejide mientras presenta programas de tres al
cuarto. Menos mal que España sigue destilando arte y mal gusto a
partes iguales. ¿Europeos? ¿Cuándo?
Cierro El rey del
cielo, uno de los últimos álbumes firmados por Nicola Davies e ilustrado por Laura Carlin
(editorial Milrazones). Me asomo al balcón. Se apaga la tarde. Y
pienso que sobre el fondo azul de esa bandera sería mejor bordar
palomas en vez de estrellas. Para sentirnos como en casa, a pesar de
los hombres y sus fronteras.
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