martes, 9 de mayo de 2017

De fronteras y sentimientos


Dejamos atrás unos días en los que gabachos y sus elecciones presidenciales han copado la actualidad. Por fin estas semanas un tanto revueltas han terminado con el triunfo de un joven (parece ser que con cierto pedigrí..., que la política no es pa' pobres.) que gobernará el espíritu europeo (el sentimiento del Viejo Continente sin Francia es como la telenovela de la Nova sin una tía mala, tu sabes mi amol) mientras la Merkel mangonea nuestro parné sin concesiones. Así que nada, sin novedad en el frente y mi gozo en un pozo. Habrá que confiar en otros para liarla...


Aunque me declaro pro-europeo (confieso haber disfrutado de un par de proyectos Comenius en mis carnes prietas) esto de la unión tiene su guasa... Si bien es cierto que durante todos estos años se ha invertido en iniciativas que cultivaban ese sentimiento continental en nuestros corazones, también hay que apuntar a una lucha de intereses económicos entre los países vecinos. Mientras unos nos sentimos explotados y engañados, otros se erigen en estados mesiánicos. Y claro, como buenos vecinos, nos enzarzamos.
Es así como los hijos del nuevo milenio se han ido desmarcando (N.B.: He aquí el claro ejemplo de la reiteración de los hechos históricos. Para mas información vean de Haneke, La cinta blanca) y lucen chapas en las solapas que en vez de rezar gritan “La alemana para su casa”...
¡No pongan esa cara, “queridos” gobernantes! ¿De qué se extrañan? Esto es cosa suya (políticas migratorias, deslocalización, intervencionismo de estado...). No miren para otro lado. Son ustedes los responsables, aunque, a pesar de sus quejas, también les convenga. Tejen y destejen, cual Penélope, sus planes... Sabían que nuestro continente fallaría. Que no éramos Estados Unidos, que esa bandera tachada de estrellas poco decía, y sobre todo, que ni la Coca-Cola ni la General Motors nos unían.


Antes yo era europeo y español ciudadano, ahora ya no sé qué pinto ni en Berlín ni en Londres ni aquí ni en ningún lado. Empiezo a sentirme un extraño, un pelín expatriado... Menos mal que debajo de mi ventana siguen sonando las guitarras de los gitanos y en la pantalla se apaga el sobrado de Risto Mejide mientras presenta programas de tres al cuarto. Menos mal que España sigue destilando arte y mal gusto a partes iguales. ¿Europeos? ¿Cuándo?
Cierro El rey del cielo, uno de los últimos álbumes firmados por Nicola Davies e ilustrado por Laura Carlin (editorial Milrazones). Me asomo al balcón. Se apaga la tarde. Y pienso que sobre el fondo azul de esa bandera sería mejor bordar palomas en vez de estrellas. Para sentirnos como en casa, a pesar de los hombres y sus fronteras.


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