La falta de costumbre,
esa que traen consigo las vacaciones, es mala compañera cuando se
trata de lidiar con astado adolescente. Ríanse a sus anchas, pero
quien no trabaja en esto de la secundaria no sabe lo que es. Energía
a raudales (para volver a poner en marcha Garoña), griterío
incesante (les aseguro que más de uno/a me ha confesado que les
resulta incomprensible cómo no lo oímos), carreras, riñas y amores
recién forjados. Y en mitad de esta algarabía, un servidor, como
otros tantos, a punto de desmoronarse. Menos mal que es viernes y
mañana será otro día... ¡Hale! ¡Feliz descanso!
Los viernes llegan
cansados,
sin ganas de jugar,
ni ganas.
Se suben al sofá
y se quitan los
zapatos,
que se quedan patos en
la alfombra,
con sus lenguas,
y sus cordones,
con sus calcetines
desnudos
de ver películas.
Los viernes tienen
sopas y un ojalá
colgados en la solapa
de estar,
y se tienden sobre la
cena,
llenos de cuadros y
servilletas de papel.
Hay días en que los
viernes se arreglan,
se ponen guapos,
salen,
amanecen,
y se les pone cara de
sábado.
Clara López.
Los viernes.
En: Los días liebre.
Ilustraciones de Marcos
Viso.
2017. Pontevedra: Faktoría
K de Libros.
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