Lo de este otoño no
tiene nombre. Un día el cielo se levanta plomizo y al otro,
asorrataos nos hallamos. Pero llover, lo que se dice llover, naranjas
de la China... Aunque parece ser que el estiaje es una constante en
el área mediterránea, creo que lo que nos está viniendo es
excesivo. Echo el agua de menos, y punto.
No crean que sólo
practico la queja y no busco explicaciones a dichos cambios. Algo he
estudiado y empiezo a correlacionar realidades pasadas y actuales con
hechos fehacientes... Es evidente que el hielo ártico se ha reducido
dos terceras partes en las últimas décadas algo que, por narices,
debe alterar en mayor o menor medida el flujo de calor, tanto en las
corrientes atmosféricas, como en las oceánicas. Nuestro planeta
junto a las leyes de la física se hallan en una búsqueda del
equilibrio termodinámico y eso, inevitablemente, modificará nuestro
modus vivendi (no sé si logrará exterminarnos, pero sí darnos
mala vida, que se ve que es lo que queremos).
¿Que si estamos a tiempo
de cambiar la tendencia natural del dióxido de carbono? Tal y como
se plantea el sistema económico, lo veo chungo. Luchar contra el
capitalismo, su ingesta desmedida de recursos naturales, y la emisión
de gases de efecto invernadero, es improbable. Por mucho que unos
pocos nos empeñemos en el reciclaje, la parquedad consumista o las
políticas de desarrollo sostenible, servirá de poco ante los
intereses de mandatarios, multinacionales y energéticas. ¿Se han
fijado que los gobiernos dejan a un lado medidas efectivas, como
dejar de producir automóviles convencionales, promover la
forestación, endurecer las penas a los incendiarios y pirómanos, o
abaratar los productos limpios (¡Menudo negociazo las etiquetas
verdes!)? Eso sí... se pasan el día calentándonos la cabeza con
los embalses para subirnos la factura de la luz.
No obstante y aunque
parezca derrotista, abandero que sí deberíamos plantear una
concienciación social con líneas efectivas que se aleje de charlas
repetitivas y hábitos de vida pseudoreligiosos... Lo del cambio
climático es como la literatura, que si no la enseñas como es
debido, todos acaban por odiarla (N.B.: Así nos va a los que
defendemos los libros y sus bonanzas, que aunque demos pasitos, no
llegamos). Hay que pasar a la acción, dejarse de metáforas y juegos
de roles. Hay que acojonarse. Lo que más me gusta de este noviembre
seco es que a muchos les ha sentado como una bofetada pasearse en
tirantes a media mañana. Así que ¡bienvenidos a la realidad,
melones!
Y
para no quemarme más la sangre con este tema, creo que lo mejor es
dejarles con Yokai, un
álbum muy hermoso de Carmen Chica y Manuel Marsol (Fulgencio
Pimentel). Es fácil perderse en esta fábula con cierto deje a La
princesa Mononoke de Miyazaki en la que un repartidor se pone a
plantar un pino en medio del bosque viéndose atrapado por los
espíritus de la naturaleza, fuerzas encantadoras y extrañas que se
confunden con los árboles, las montañas y los animales que viven en
él. Apoyándose en un formato diferente y delicado, esta historia
transformadora, jovial y evocadora, merece la pena ser experimentada
y hacerse realidad.
2 comentarios:
Yo estoy acojonada...
No podemos estar de otra forma mientras los que mangonean tomen medidas eficaces... De nada sirven nuestros granitos de arena sin una estrategia global. En fin, lloremos...
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