Hay muchas formas de existir. Unos existen a base de redes
sociales (me llama mucho la atención este tipo, pues denota muchos complejos no
resueltos), otros gracias a sus hijos (¿Se han dado cuenta de la cantidad de
padres que existen a costa de sus hijos? Me resulta bastante llamativo teniendo
en cuenta que la crianza consiste en proporcionar independencia y no restarla),
los del aula de al lado existen gracias a nosotros (¡La de veces que nos acordamos
de ellos mientras los gritos de su clase interrumpen la nuestra…!) y nosotros
por ellos (“Quejicas” nos llaman…).
Hay gente que existe a conciencia (les aviso de que es
bastante peligrosa pues tiene poco miedo al fracaso) y otra que existe muy de
vez en cuando (véanse aquellos que viven a la sombra de sus iguales, los que
están inmersos en el trabajo o los siempre apocados).
Muchos convendrán que mejor existir en vez de no hacerlo,
aunque en ciertas ocasiones deseemos desaparecer de la faz de la tierra para no
aguantar a la cantidad de hijoputas que se agolpan en tu puerta. Otras veces
quieres ser grande y hacerte visible, existir eternamente, sin impedimentos o
contratiempos (empiezo a entender las razones sobre el poder y la fama aunque
no las ponga en práctica).
También les confieso que hoy, lunes aciago, me he dado
cuenta de que no soy lo suficientemente existente (ya saben que los monstruos inofensivos,
poco importamos). ¿Deberé hacer algo? Con urgencia o sin ella, lo intentaré. A
mí modo, por supuesto, que ando algo cansado de palabras vacías y amaneramiento
vago. Que una cosa es pasar y otra desvanecerse.
Y con tanta existencia (e insistencia) llegamos a Petra, un álbum de Marianna Coppo
editado este otoño por Juventud y que nos habla precisamente de todo esto. Del
ser, el estar y el parecer desde el punto de vista de una ¿piedra? (Permítanme
los interrogantes porque a estas alturas del libro me entran ganas de dudarlo),
nos trasladamos al propio devenir, uno que se hace cuesta arriba cuando
interiorizamos esa pregunta mínima: ¿Y yo? ¿Qué soy?
Desde el desenfado, ilustraciones algo disyuntivas pero
siempre complementarias, y la estética siempre limpia de la autora, se nos
presenta una historia muy abierta donde se ponen sobre la mesa diferentes
aspectos del existencialismo (¿Podría definirse como un álbum filosófico? A lo
que yo contesto: ¿Y cuál no?). Un libro que dará mucho juego no sólo a la hora
de plantear manualidades (pintar rocas, buscar nuevas aplicaciones a los
objetos o tunearlos), sino en el momento de pensar en nuestra existencia, que
al final, es de lo poco que nos queda.
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