Después de todo tendremos mucho que agradecerle al CoVID-19.
No me malinterpreten, pero observo que es la primera vez en muchos años que
gran parte de los ciudadanos del mundo nos estamos empezando a plantear las
mismas preguntas. Y eso, permítanme que les diga, es algo extraordinario.
En primer lugar están las preguntas sobre el patógeno. ¿Qué
es un virus? ¿Y un coronavirus? ¿De dónde ha salido? ¿Cómo se contagia? ¿A
quiénes? ¿Es letal? ¿Qué es una epidemia? ¿Tiene prevención? ¿Y cura? Nunca
había odio tantas veces tantas preguntas seguidas sobre el ámbito científico,
un universo del que la mayor parte de la gente pasa, o simplemente nos deja a
unos pocos.
En segundo lugar vienen las de nuestra propia actitud frente
a enfermedad. ¿Sabemos a lo que nos enfrentamos? ¿Toda la información es fiable
y está contrastada médicamente? Tengo unas décimas de fiebre, ¿llamo al
teléfono de atención a los afectados? No me han resuelto mis dudas ¿me dirijo a
la consulta del médico? Lo que está claro es que nadie sabe actuar al respecto.
El tercer lugar hay que destinarlo para aquellas cuestiones que
se refieren a los demás. Si continúo mi vida normal, ¿pongo en riesgo a las
personas de mi entorno? Me quedo en casa, ¿pensarán que estoy aprovechándome de
una situación excepcional para escaquearme del curro? ¿Colapso los servicios
sanitarios ante la mínima duda? Soy joven y probablemente los síntomas duren
pocos días pero, ¿y mis padres y abuelos? ¿Acaso ellos no merecen vivir? ¿Actuamos
con frivolidad al respecto? Tampoco son los únicos, ¿y la gente joven que está
inmunodeprimida o sufre otras patologías? Pensemos en el futuro: ¿Y si el gran
número de contagios provoca la mutación del virus y se hace más virulento y letal?
¿Y el hemisferio sur? Ahora empieza el otoño allí. ¿Y los países sin desarrollo
sanitario? Solo les digo que cualquier decisión personal conlleva una
responsabilidad conjunta.
La tanda cuarta la reservo para los políticos. ¿Las
decisiones que toman se realizan sobre criterios científicos o políticos?
¿Infravaloran unas vidas por encima de otras? ¿Vulneran las decisiones
políticas nuestro derecho a salvaguardar la propia salud? ¿Es lícito poner en
riesgo la salud de los ciudadanos con tal de mantener el amaneramiento
político? ¿Hay que ser sinceros con la población? ¿Se utiliza la crisis del
coronavirus como tapadera en otras maniobras y estrategias políticas? ¿El poder
o los ciudadanos? ¿La cobardía o el deber?
Y la quinta y última va sobre ciencia y sociedad. ¿Podrá
frenar esta crisis mundial la medicina? ¿Acaso no hemos sido muy optimistas? ¿El
virus nos ha convertido en hospedadores de manera natural o ha sido manipulado
en los laboratorios? ¿Está la ciencia a nuestro servicio o al de otros
intereses? ¿Es infalible la ciencia? ¿Acaso no somos demasiado
tecno-optimistas?
Y si se animan a buscar más respuestas (es inevitable hurgar
en nuestra razón siempre que se nos plantea alguna), les traigo otra buena
tanda en ¿Qué puedo esperar? El libro de
las preguntas, un álbum de Britta Teckentrup recién editado en nuestro país
por Libros del Zorro Rojo que no tiene desperdicio. Poético y evocador reúne
montones de preguntas dirigidas a cualquier lector. Acompañadas todas ellas de imágenes
sugerentes que invitan a una búsqueda de respuestas conjunta entre libro y
lector. Muchas miran hacia el futuro (cosas de niños, ya saben…), otras se
quedan en el ahora (que también importa) y las menos habitan el pasado, pero
todas son sutiles e interesantes, humanas y universales. Ideal para regalarlo y
buscar algo bonito en mitad del caos.
2 comentarios:
Realmente necesitamos algo bonito en mitad de este caos. Creo que me lo auto-regalo. Gracias Román, por estar siempre aquí, a pesar de todo lo que sucede ahí fuera.
Ya sabes que esta casa de monstruos es una trinchera cuasi-infranqueable ante las tropas enemigas. Los libros suelen brillar a diario para alumbrarnos. Más todavía en tiempos convulsos como los que vivimos. ¡Un besico!
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