Con tanta susceptibilidad flotando en el ambiente, hay que tener mucho cuidado. No sólo para que los de siempre no se sientan atacados (asunto harto difícil, más todavía si tenemos en cuenta que, hasta sin motivo, no saben hacer otra cosa), sino para velar por mi propia salud mental, que en estos momentos es LA prioridad.
Ya sé que esto de gestionar las emociones puede ser complicado, sobre todo si el resorte flojea, como es mi caso. Da igual que algunos se busquen la ruina por bocazas, simplones, lameculos e ignorantes. Hay que controlarse. Que si no te tachan de violento, maltratador, buscaruidos y hasta malaje. Sí, señores, ellos pueden hacerle la puñeta a cualquiera, porque son enviados divinos, salvadores, demócratas y responsables. Pero, ¡ay de ti como se te ocurra revolverte…! ¡A los leones!
Mira que últimamente exhibo bastante autocontrol, cuento hasta diez y respiro profundamente, pero viendo la de gente absurda y porculera que me rodea, la cosa supone un esfuerzo casi titánico. Sobre todo porque llevo practicando la libertad desde hace mucho tiempo y yo, compromisos, lo que se dice compromisos, pocos.
Digámoslo abiertamente: hay gente a la que todo le viene mal. Como diría mi Gemita “amargados y malfollados”. Sobre todo en situaciones como esta, tan raras, tan antipáticas no saben cerrar el pico. Son capaces de contradecirse a cada minuto con tal de hacerte la contra. Opinadores de todo y expertos en nada, no construyen un discurso lógico ni mucho menos piensan, pues su costumbre es la de repetir como guacamayos la lista de la compra, las consignas de sus respectivos partidos, los titulares de los telediarios, el sermón de la iglesia o las ofertas de La despensa. Lo suyo es rezar, pues su formación -formal o informal- no da para más.
Entrometidos, plastas, ignorantes, analfabetos, aprovechados, cínicos, envidiosos, egoístas e impostores que gustan de rebozarse de la mierda más fresca y nutritiva haciendo uso del cuñaísmo más clásico. Siempre son los mismos. Decirte qué mascarilla debes usar, increparte si no te vacunas, llamar a la policía para que te desbaraten la jarana, y aún encima ¡ellos siempre son las víctimas!
¿Y qué podemos hacer para contraatacar a toda esta panda de jodones? Lo mejor es que presten atención a la lección que David Elliot nos da Oinc, un álbum que vale su peso en oro. Publicado por Océano Travesía las pasadas semanas este álbum sin palabras se desarrolla en la hora del baño. Un cerdito se dispone a meterse en el agua y poner así un puntito relajante al final del día. De repente aparecen la oveja, la vaca y el caballo y se acaba la calma. No paran de parlotear y molestar al pobre cerdito hasta que algo sucede y se produce un desencuentro entre todos ellos.
Aparentemente inofensivo, este libro protagonizado por animales lo tiene todo. Humanidad y humor a partes iguales que se pueden trasladar a otras situaciones del día a día en las que indeseables de todo tipo reciben su merecido. Puntito canalla e inocente que habla de la niñez en su más pura esencia. Y es que a veces hay que ser muy niño para poner en su sitio a todos estos patanes.
2 comentarios:
Deseando tenerlo y disfrutar de él! Vaya descubrimiento!
¡Pues te va a encantar! ¡Creo que lo necesitas, pero ya! ¡Te va a poner el "modo quincalla" ON! Jajaja ¡Un besico!
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