Elenore Abbott
8 de marzo y mucho ruido por todos lados. No es que yo vea bien esto de las prohibiciones. De hecho, no estoy a favor de muchas de las medidas que giran en torno a lo pandémico, sobre todo porque observo que los políticos las aplican cuando quieren, véanse como ejemplo las elecciones catalanas. Y menos mal que en estos últimos rifi-rafes, opresores y oprimidos son los mismos, que si no... ¡ardía Troya!
Dejando de lado las paradojas a la española, un servidor se mete en harina y enciende la mecha de otro petardo, el lenguaje inclusivo en la Literatura Infantil, una caja de truenos que quiero abrir desde hace mucho tiempo. Sin entrar en el uso del género femenino en la retórica –véanse palabras como "teniente" o "alcaldesa"-, hoy me gustaría hablar de cómo otras expresiones del citado lenguaje trascienden y se incorporan en la LIJ para, de paso, hacerla infumable.
En las últimas semanas he observado que bastantes libros infantiles incluyen muchas de las nuevas fórmulas que los políticos lanzan en sus consignas. ¿Es eso literatura?
Si bien es cierto que la literatura es un reflejo del mundo en el que vivimos e incorpora nuevas voces que emergen de él, también lo es que el mundo real (que nada tiene que ver con los hemiciclos, aviso) omite este tipo de expresiones. Si no me creen, solo tienen que acudir a una de mis aulas y dar buena cuenta de que los alumnos no hablan de esa forma, e incluso, empiezan a detestarla (Vean aquí el doble filo de la cuestión...).
También es curioso que muchos afirmen que el lenguaje inclusivo ha nacido de la misma sociedad. Ejem... Les corrijo... Se le ha impuesto a la sociedad desde los núcleos de poder, los púlpitos mediáticos y las redes sociales. A los ciudadanos nos preocupan la trata de blancas, que una mujer pierda su puesto de trabajo por quedarse embarazada, o que cobre menos que su compañero.
También podrían decirme que la lengua está viva y evoluciona, que tiene mucho de elástica y maleable, lo cual es cierto. Pero no se nos debe olvidar que una de las premisas del lenguaje es que debe permitir el entendimiento de una forma directa y correcta. Y por favor, no me vengan con que la RAE, esa institución obsoleta y patriarcal, ha dicho esto o lo otro... Ustedes pueden escribir como les salga del asunto, pero lo que no puede ser es que midan con distinto rasero unas normas u otras según les parezca. La Literatura Infantil puede y debe ser un vehículo de disfrute y conocimiento lingüístico, pero si quien la escribe no atiende a las reglas, luego no martilleen con el analfabetismo y el informe PISA. Que nos conocemos…
En cierta ocasión, un "erudito" del universo de la LIJ se dedicó a comentar las faltas que yo cometía en los post de la cuenta que los monstruos tienen en Instagram. Me dio bastante la turra con los intertextos de las redes sociales y no-sé-cuantos-rollos-más. Mi sorpresa fue que, al acercarme a su cuenta, la encontré llena de “vosotros y vosotras”, de “miembros, miembras y miembres”. Y desde aquí le digo: ¿Desde cuándo los circunloquios enriquecen una lengua, cacho votante?
En otra ocasión y en cierto libro informativo, llegué a contabilizar hasta 27 veces la expresión “niñas y niños”. Mira que el tema era bonito, pero el autor la cagó con tanta reverberación (al menos, conmigo).
El principio de economía rige cualquier lengua, es decir, utilizar el menor número de estructuras lingüísticas posibles para dar la mayor cantidad de información. Por ello, desde la perspectiva lingüística, la redacción de cualquier texto en este tipo de lenguaje en el que abundan locuciones cansinas y grafemas impronunciables, resulta redundante, exagerado e inoperante. Denota una subordinación del contenido al continente con fines estratégicos, políticos e ideológicos, algo a lo que ya han apuntado figuras como María Teresa Andruetto.
Sí, queridos monstruos, el texto literario se rige por normas que ni yo ni otros "señoros" hemos escrito. Si ustedes pertenecen a esos profesionales de lo literario, deberían conocerlas. Y si no es así, aquí les dejo unas cuantas:
- En la literatura prima la función poética o estética que se consigue con el uso de elementos retóricos. Poco o nada tiene que ver con la función referencial que, por ejemplo, ostenta un discurso institucional.
- Lo literario no se adscribe a un tiempo y un espacio, sino que debe ser comprensible y atemporal, así como estar por encima de modas y tendencias.
- El mundo creado en lo literario, ese del que hablaba Rilke, es un todo en sí mismo, incluso si comunica algo sobre la realidad exterior. Eso sí, nunca está subordinado a ella.
- Lo literario se sirve de una voz, de una perspectiva narrativa que el escritor elige para contar su historia y que no coincide con su persona. Si el compromiso confunde narrador con autor y viceversa, ¿dónde queda la literatura? Como ya he dicho en entradas como ESTA, cuando un creador antepone un compromiso político al de su obra, esta se ve seriamente dañada.
Por todo lo anterior, señalo: si la literatura se atiborra de un lenguaje que no añade nada a lo estético o lo lingüístico, pero sí a la construcción de un discurso político, pasa a llamarse neolenguaje. No discutiré sobre si es lícito o no (cada cual puede hacer lo que le parezca), pero conmigo que no cuenten para darle vuelo a esos libros aliterarios.
Y cuidao, porque la cosa no queda ahí. También tenemos a los editores. Si en este debate diferenciamos entre actores profesionales y no profesionales, y además presuponemos que los editores pertenecen al primer grupo, ¿acaso no deberíamos esperar que, como los escritores o los profesores de lengua, trataran lo literario desde un prisma científico y que no convirtieran sus publicaciones en panfletos y soflamas propagandísticas?
Me llama mucho la atención que ciertos editores permitan el lenguaje inclusivo teniendo en cuenta lo cansinos que se ponen con eso de evitar a toda costa el empalague textual. ¿Editores de Literatura Infantil que aborrecen las subordinadas y son capaces de mover cielo y tierra para que el autor las modifique en aras de la “comprensión lectora”, pero tragan con este tipo de desdobles y reiteraciones? Perplejo me hallo. Serán cosas del marketing, la publicidad o el comprador potencial..., porque no olvidemos que el “girl power” vende, y mucho.
Todavía me parece peor que algunas empresas del ramo nos vendan su mirada progresista cuando traducen El principito al lenguaje inclusivo. Es así como nació La principesa (un experimento verídico que habrá vendido lo suyo) y se pasaron por el forro la idea primigenia de Saint Exupery. ¿Hay que empercudir un librito con el que millones de criaturas han construido un discurso personal e intransferible independientemente de su género? ¿Acaso no hay montones de buenas novelas infantiles con mujeres como protagonistas a las que darles alas entre los lectores?
Considero más interesante que los escritores busquen formas correctas, económicas y elegantes con las que dirigirse a todo tipo de lectores (que para eso dominan la lengua, ¿no?) y dejen de emular las soplapolleces que repiten esos analfabetos funcionales que ostentan el acta de diputado. Sí, se puede.
Aunque yo no esté muy a favor de ciertas modas, me parece mucho más productivo y efectivo llenar todas las librerías de biografías sobre mujeres importantes (un amigo LIJ-ero las llama “vidas de santas”), que atender a tontunas lingüísticas que el tiempo termina por borrar.
Por último, y a pesar de que muchos no caigan en la cuenta, aupar la LIJ también es apoyar a las mujeres, pues siempre ha sido una parcela muy femenina donde escritoras, ilustradoras, libreras, mediadoras y editoras trabajan por y para la cultura.
Más vale todo eso, que llenar las páginas de los libros infantiles de una propaganda intragable que sólo pretende complacer a los adultos desde un lenguaje inerte y ceremonioso que nada tiene de literario.
Quizá el lenguaje inclusivo sea necesario en una sociedad adulta que aplaude los caprichos de sus políticos o justifica las faltas de respeto para con otros iguales, pero en el universo infantil huele una vez más a doctrina y censura. Pues las falsas ideas que lo políticamente correcto inocula en las mentes infantiles, no sirven para hacerlos más libres, sino para que otros sigan apalancados en los sillones por los siglos de los siglos (amén).
La complacencia se ha convertido en la mejor estrategia para dividir a una sociedad cada vez más llena de ofendidos (a este paso todo quisqui va a necesitar un pronombre), y sin embargo, poco se habla de la igualdad real. No le meten mano a los salarios, ni a las oportunidades, ni a los puestos de responsabilidad. Se centran en la dialéctica, en distraernos, en aplacar conciencias, en gastarse el dinero de los contribuyentes y generar odio. En vez de aportar y conciliar, todo se resume en un lavado de cara virtual a costa del lenguaje, de las palabras.
Y al que se le ocurra decir que todo esto se debe a mi condición de hombre, le regalo mi vida. Que no va a llevar frío.
* * *
NOTA: Todas las imágenes que acompañan este post pertenecen a grandes autoras de la llamada época dorada de la ilustración. Harían bien en poner sus nombres en el buscador y disfrutar del trabajo de estas artistas.
6 comentarios:
Qué entrada más interesante!! Siempre un placer leer tu punto de vista
Enhorabuena, Román. No se puede escribir más claro. Un placer leerte.
Gracias Román, muy necesaria esta reflexión. Felicidades
What an intriguing section !! Continuously a joy to peruse your perspective.
Regards,
2nd hand engine
¡¡bravo!!
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