Los autoproclamados “defensores de la enseñanza pública” lo han vuelto a hacer. Una vez más le han asestado otra puñalada trapera al sistema educativo español. Y yo que me alegro. A ver si de una vez por todas se hunde este mal llamado país y nos morimos de hambre y de ignorancia.
Ellos. Tan humanistas, tan culturetas. Siguen desangrando poco a poco la educación pública, la de ¿todos?, mientras matriculan a sus hijos en los mejores colegios concertados/privados del país. Porque claro, las élites no se forjan en el IES “La Sisla” (con ese nombre, todo lo acontecido allí me parece poco), sino que alternan con calaña parecida en ambientes donde se respira respeto, trabajo y disciplina.
Lo mejor de todo es ver cómo agachan las orejas todos esos que antaño se pavoneaban con su camiseta verde en las redes sociales. Acatan las órdenes de amado líder callados como putas, que para eso exhiben el carnet entre los dientes. Ese y el del sindicato. Mientras, algunos extraviados rezan aquello de “Es que la vida está cambiando y no hace falta saber tanto…”
Ni siquiera el mundo de la cultura ha despegado el pico. Claro, como ahora la filosofía es para niñes, no se han dado por aludides… Cositas del directo y de unas subvenciones que, en forma de bonos culturales (de esto hablaré otro día), saben cómo comprar el silencio.
Sin embargo que vengan otros y digan de tocar algo… Considerando que, en cuarenta años de democracia, los socialistas han aprobado 5 leyes orgánicas educativas más y más draconianas, de las cuales 3 siguen vigentes a pesar de que también ha gobernado la derecha, ¿quién es quién en esa lucha por la educación pública? Me jarto de reír con tanta paradoja.
Lo mejor que pueden hacer es ponerse con el latín, el griego, la física o la química porque, teniendo en cuenta que los profesores van a tener bastante con aguantar hostias como panes y que el título de la secundaria pasará a ser un ticket del Caprabo, muchos nenes lo van a tener jodido a la hora de hacer un “cículo”.
“¡Y qué más da…! Si dentro de nada vamos a vivir todos gracias al bono social. ¿Para qué estudiar?” Razón llevan. Yo, siguiendo el consejo de las madres de tres alumnos de 1º de bachillerato, voy a exigir lo mínimo y poner muchos dieces. Eso sí, cuando alguna de ustedes muera en un parto, no quiero la hoja de reclamaciones: es lo que nos hemos buscado.
Con todo este circo acabo de recordar que todavía no he reseñado el último libro de Milimbo, una propuesta maravillosa que ostenta ese mismo título y que está llena de fieras, acróbatas o malabaristas. No se la pueden perder por varias razones.
La primera es que es un libro donde la manipulación tiene mucho que decir, no sólo a la hora de pasar las páginas (ya saben… el libro como objeto), sino por los elementos de pop-up que incluye y ayudan a desbordar la imaginación del lector-espectador.
Este libro no solo es una historia sino también que está lleno de juegos visuales. Piruetas, ilusiones o trucos de magia. Una serie de imágenes que se van enlazando sutilmente y que interpelan a nuestro subconsciente hacia una búsqueda de relaciones que se engranan página tras página.
Para terminar decir que es un soporte artístico donde conviven ideas y diseño. Ilustraciones de alta calidad estética que funcionan a la perfección gracias a combinaciones coloristas, composiciones estudiadas, o líneas y formas que buscan reflejos. Todas hablan por sí solas y de amplían un espacio que parece finito. Ese mismo en el que circo y lector se vuelven uno.
Ojalá pasara lo mismo con la escuela…
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