Que mi padre está como unas maracas ya lo he contado en otras ocasiones. No es un hombre al uso pues tiene una idiosincrasia muy particular en la que dejadez, ideas disparatadas, humor negro, frustración, hipocondría, imaginación, terquedad, bagaje intelectual desorbitado y trabajo a destajo son piezas clave.
No voy a decir que mi padre es el mejor del mundo porque tendría que batirme en duelo con muchos de ustedes, pero sí que afirmo que sin mi padre yo no sería el que soy. Quizá me hubiera criado en una familia típica donde nada se pondría en duda, no habría pluralidad y todo seguiría un rumbo muy manido. Demasiado aburrido todo, la verdad.
Hay personas que viven su faceta como hijos a base de rencor. Que si mi padre me hizo esto, que si me hizo lo otro, que si me dijo lo de más allá, que nunca se lo perdonaré… Todos los padres hacen cosas mal (como cualquier hijo de vecino), pero no por ello son malos padres. Estamos en un mundo en el que, parecer ser, la vida de cualquier persona debe adscribirse a un plano idílico de sentimientos y circunstancias que nos homogenicen por igual. ¿Acaso todos los padres deben ser cariñosos, condescendientes, comprensibles y dialogantes? Permítanme decirles que yo no lo creo y soy muy feliz con el padre imperfecto que me ha tocado.
Algún día tendré que rendirle tributo. Idear cierto personaje que protagonice alguna novelita simpática, de esas muy alocadas en las que cualquiera pueda verse reflejado porque, aunque ustedes no lo crean, todos los padres comparten excentricidades. Sin ir más lejos hoy les traigo la historia de un padre que, cuando fue niño, liberó un dragón…
Escrita por Ruth Stiles Gannett en 1948, la primera parte de la trilogía que se reúne bajo el título Three Tales of My Father's Dragon (la segunda y tercera todavía no han sido traducidas a nuestra lengua), cuenta la historia de un chaval, Elmer Elemento, cuyo máximo deseo es volar. Un día se encuentra a un gato que le habla de la Isla Salvaje, donde tienen retenido a un dragón, que podría hacer su sueño realidad. Así que decide partir en un barco hacia allí con un buen cargamento de chicle, piruletas, gomas, cepillos de dientes y un peine para sortear los peligros que encontrará y liberar así al dragón.
De esta historia hay dos ediciones diferentes en castellano. Una es en formato novela ilustrada, como la original, y está publicada por la editorial Turner (2014), otra es la que acaba de publicar la editorial Lata de Sal en formato de álbum ilustrado. Aunque en ambas pueden encontrar las ilustraciones originales y monocromas de Ruth Chrisman Gannett, madrasta de la autora, en la de formato libro-álbum se complementan con ilustraciones de Helena Pérez García que reinterpretan a todo color las originales.
Páginas a rebosar de aventuras, con montones de animales muy bien caracterizados y mucho ingenio infantil, son las mejores bazas de un libro que sigue reimprimiéndose más de 70 años después de su publicación y del que se han hecho adaptaciones cinematográficas (hay una versión anime de 1997 y este año se estrenará otra animada en Netflix) para alegría de su autora, una que todavía siguen vivita y coleando (este año cumplirá la friolera de 99 años) en una granja cercana a Nueva York.
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