Vampiros. Vampiros por todos lados. Voy a tener que ir con una ristra de ajos en el bolsillo y proveerme de buenos crucifijos de plata en el pescuezo para hacerles frente. Hay tanto chupasangres suelto, que da miedo salir a la calle, hablar con los compañeros de trabajo o enamorarte en la barra de un bar.
Llámalo sangre, alegría o cartera. El caso es que, en cuanto te descuidas, te quitan la vida y te conviertes en otro de ellos. Desconfiado, insípido e inerte. Un espejismo desdichado y sin fuste que anhela esa chispa adecuada. No es a lo que aspiro. Que me perdonen los inmortales.
Yo solo quiero vampiros como el pequeño Vampir de Joann Sfar. Publicado en castellano por la editorial Fulgencio Pimentel, esta serie de literatura infantil que tiene su origen en otra serie muy famosa dedicada a los adultos, me tiene encandilado.
Hasta el momento cuenta con dos volúmenes de cómic y una pequeña novela ilustrada. Pequeño Vampir, Pequeño Vampir y Miguel, y La peli de terror son los tres títulos de estas obras que, en dos formatos diferentes, narran las aventuras de este pequeño vampiro, su amigo humano, y Fantomate, una mascota bastante especial.
Todo empieza la noche que Vampir quiere ir a la escuela y conocer a otros niños. Aunque su madre y el resto de los monstruos intentan disuadirlo, allí que va y, ni corto ni perezoso, se pone a hacer los ejercicios de un cuaderno que encuentra en el pupitre. Esta acción desencadena el encuentro entre Miguel, el dueño del cuaderno, y una fauna de ultratumba digna de conocer.
Oscuro y lúgubre, este escenario tan sugerente (ya saben que los vampiros odian la luz del día) es el hogar de personajes clásicos del terror y criaturas fantasmagóricas que pierden su esencia, para aupar con mucho humor blanco las peripecias de un par de niños que, a pesar de tener orígenes diferentes, encuentran en la amistad una forma de enfrentarse a sus dos realidades.
Una tipografía caligráfica que me encanta, viñetas de bordes sinuosos, composiciones imposibles, las mil y una versiones de la noche, esa gran desconocida, un manejo del color impecable y guiones muy dinámicos, son algunas de los puntos a favor de una saga que ha encontrado montones de seguidores en Europa y Norteamérica.
Entrañable, inocente y muy ocurrente, nuestro protagonista, la versión infantil del otro vampiro mucho más enamoradizo, retórico y resignado, tiene ese algo que cautiva. Llámalo atuendo, surrealismo o inocencia, pero me encanta. Acosadores que acaban en la panza de unos monstruos, maestros de kun-fu que viven en los cuadros, sociedades protectoras de perros y hasta una sopa de caca. ¿Acaso no es maravillosa tanta imaginación?
Fuera de todo pronóstico y aunque muchos piensen lo contrario, este vampiro es una de esas joyas que merece la pena conocer. Así que ponga pies y bolsillos a trabajar porque sus hijos se lo agradecerán (más todavía cuando vean la serie de animación que han inspirado estas historias). Y si no lo hacen, muérdanles en la yugular. Se lo merecen. He dicho.
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