Mis lectores denotan con frecuencia un toque periodístico en mi narrativa. El aquí firmante disiente en parte de esta categorización… Reconozco que aunar actualidad y opinión en los renglones que redacto casi a diario puede acercarse (muy de lejos, claro) al trabajo de ciertos columnistas de cualquier rotativo, pero también he de añadir que, junto a esas críticas sociales o personales que a veces me permito, siempre realizo mi labor, la de sugerir lecturas, no dejando al libre albedrío de mi idiosincrasia las recomendaciones de los libros que devano día a día… De todos modos, es un consuelo decir que, joven e inexperimentado -como García Márquez-, todavía me queda mucho por aprender para estar a la altura de los consagrados articulistas que se permiten el lujo de destripar todo y a todos… Si fuera de esos, hoy me dejaría de pamplinas y les hablaría del botellón que trae de cabeza a mi vecindario, de las ridículas medidas que la alcaldesa a llegado a tomar para atajarlo, de la ruina en la que se ha convertido CCM, de los trajes de Camps, Garzón y demás egocéntricos, del esperado incremento en la venta de “la píldora del día después”, de la demolición del Hotel Atlántico de Cádiz o de lo harto que estoy del poco apoyo que recibimos los docentes…, pero como soy un intelectual mediocre y pretencioso (el/la que tenga algo que añadir que lo haga hoy o calle para siempre) me limitaré a comentar la obra cumbre de la llamada Literatura Fantástica, El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien.
Convertida en centro de gravedad de este género al que dedico las noticias de esta semana, El señor de los anillos marca un antes y un después, no sólo en la Literatura concebida como arte universal, sino concretamente en la literatura “joven” (permítanme esta licencia…). Leído de forma masiva desde la década de los 60 -los jipis lo tomaron como bandera- hasta nuestros días, es el libro que deja entrever que los mundos imaginarios, el misticismo y los personajes mitológicos que podíamos englobar dentro de la tradición oral, interesan sobre todo a un rango poblacional concreto, aquel comprendido entre los 15 y los 35 años de edad (estudio de campo cualitativo) y que podríamos llamar “transicional” –léase “juvenil”-. Tolkien, además de proveer de un grado de complejidad superior a las sagas y leyendas tradicionales del folklore escandinavo, las actualiza hasta su época a través de elementos de crítica política y social (¡éste sí que sabía fusionar literatura y actualidad!), lo que aporta originalidad a su obra. Decir también que son Tolkien y sus contemporáneos quienes establecen el punto de partida de un fenómeno literario destinado a atestar las baldas de las librerías –no sabría decirles el número de novelas fantásticas dirigidas al lector juvenil publicadas en España en lo que vamos de año, pero muchas, quizá demasiadas-.
Y así, con el sacrificio y la voluntad (Frodo), la leal amistad (Sam), la justicia (Aragorn), la dualidad del ser (Gandalf), la necesidad de los males humanos (Gollum), la transigencia entre diferentes (Legolas y Gimli), el discurso ecologista junto con el enfrentamiento a la revolución industrial (Barbol), el avance del capitalismo (El señor Oscuro y Gondor) y el poder de la guerra, les dejo hasta mañana.
Convertida en centro de gravedad de este género al que dedico las noticias de esta semana, El señor de los anillos marca un antes y un después, no sólo en la Literatura concebida como arte universal, sino concretamente en la literatura “joven” (permítanme esta licencia…). Leído de forma masiva desde la década de los 60 -los jipis lo tomaron como bandera- hasta nuestros días, es el libro que deja entrever que los mundos imaginarios, el misticismo y los personajes mitológicos que podíamos englobar dentro de la tradición oral, interesan sobre todo a un rango poblacional concreto, aquel comprendido entre los 15 y los 35 años de edad (estudio de campo cualitativo) y que podríamos llamar “transicional” –léase “juvenil”-. Tolkien, además de proveer de un grado de complejidad superior a las sagas y leyendas tradicionales del folklore escandinavo, las actualiza hasta su época a través de elementos de crítica política y social (¡éste sí que sabía fusionar literatura y actualidad!), lo que aporta originalidad a su obra. Decir también que son Tolkien y sus contemporáneos quienes establecen el punto de partida de un fenómeno literario destinado a atestar las baldas de las librerías –no sabría decirles el número de novelas fantásticas dirigidas al lector juvenil publicadas en España en lo que vamos de año, pero muchas, quizá demasiadas-.
Y así, con el sacrificio y la voluntad (Frodo), la leal amistad (Sam), la justicia (Aragorn), la dualidad del ser (Gandalf), la necesidad de los males humanos (Gollum), la transigencia entre diferentes (Legolas y Gimli), el discurso ecologista junto con el enfrentamiento a la revolución industrial (Barbol), el avance del capitalismo (El señor Oscuro y Gondor) y el poder de la guerra, les dejo hasta mañana.
3 comentarios:
Yo defenderé "El señor de los anillos" hasta el fin de los días. También creo, sin embargo, que hay que leerlo a cierta edad en la que se tiene el cerebro abierto, curiosidad y mucho tiempo libre. Y, por supuesto, los aficionados a la fantasía hemos tenido que soportar muchos bodrios (léase "El tapiz de Fionavar" o la interminable "Dragonlance"). Un compañero periodista, mucho más experimentado y sabio que yo, me dijo que le gustaba el género fantástico, pero que había renunciado a él porque el 90% era de calidad pésima. Sin embargo, joyas como "Canción de hielo y fuego" (MUY lejos de lo juvenil, por otra parte) y la reciente "El nombre del viento" me han reconciliado con espadas, magia y razas alternativas.
Y, cambiando totalmente de tema. ¿Eres de Cádiz? ¡Yo también! ¿Van a demoler el hotel Atlántico, el más feo de los paradores de España y el mejor situado? De lo que se entera una rastreando libros infantiles...
Soy manchego, aunque debería haber nacido gaditano, pero manchego al fin y al cabo... Si quieres más información sobre lo del Hotel Atlántico te remito al artículo de Antonio Burgos del diario ABC del pasado domingo.
Un abrazo.
Bueno, hay que leer El Señor de los Anillos. De eso no hay duda. Aunque hay mucha gente que no ha logrado pasar de la primera hoja. Muy respetable. Pero si te gusta, es un GRAN libro.
De todos modos, da hartazgo el fenómeno del libro en serie: romántico, mitológico, cruzados o similares, medievales, etc. Y estoy empezando a cansarme también del de los asesinatos y detectives ... En fin. Ahí andamos. Saluditos, Miriam
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