Y tras haber llorado la muerte de Francisco Ayala (algo le tengo reservado por ahí…), Jose Luis López Vázquez y Claude Lévi-Strauss, y acabar hecho mixtos de tanto zarandeo laboral, hoy le llega el turno a Mr. Potter, Harry Potter… Algunos aprobarán esta elección mía para esta primera semana de la Literatura Fantástica, en cambio, otros, preferirían no haber tecleado la dirección de esta página para darse de bruces con un claro espécimen de paraliteratura… Pero bueno, como lo mío es intentar convencerles de las bondades de las letras, allá voy…
Más de una vez, los que leemos, nos encontramos con fenómenos de calibre incomprensible -véase el caso- pero, lejos de desecharlos por puro hedonismo, desprecio a la mediocridad o desconocimiento, debemos hacer un ligero esfuerzo por entender qué hay detrás de las ventas, de esos “otros lectores” (me refiero a esos paladares quizá atrofiados, quizá conformistas), aunque lectores al fin y al cabo.
No hay pocos aficionados que anhelan dar con el secreto que ha llevado a J. K. Rowling al estrellato (¡Pobres…!) y hacerse de oro vendiendo historias de magos prepúberes afectados de acné, cosa que me parece improbable, pero, por si quieren atender, les comento que un servidor, tan cachondo él, cree haberlo hallado…: pese a quien pese, no es más que unos ingredientes de éxito en el torbellino de una elegante batidora. Analicemos: Harry es un huérfano (léase también Oliver Twist, Peter Pan o Mogwli), diferente (¿Qué adolescente no se pirraría por ser diferente, por destacar?), cuyo bondadoso corazón es capaz de enfrentarse a la Maldad de Voldemort, asesino de sus progenitores (venganza, justicia y eterna lucha del bien contra el mal…). Si añadimos que Harry tiene un mentor y unos compañeros de aventuras (estudien las funciones de Propp) y enmarcamos la acción narrativa en un ambiente a caballo entre los cuentos de hadas clásicos, las mitología de todo tipo y la rabiosa actualidad (preste atención al deporte como elemento fundamental narrativo –“quidicht” y otros torneos-, el humor, la paridad entre hombres y mujeres, el acceso a la educación, la normalización social, la visibilidad homosexual, etc.), tenemos el mejor cóctel pseudoliterario que ha dado Inglaterra en mucho tiempo.
Para terminar, una última cuestión: ¿a quién no le gusta Harry Potter?
Más de una vez, los que leemos, nos encontramos con fenómenos de calibre incomprensible -véase el caso- pero, lejos de desecharlos por puro hedonismo, desprecio a la mediocridad o desconocimiento, debemos hacer un ligero esfuerzo por entender qué hay detrás de las ventas, de esos “otros lectores” (me refiero a esos paladares quizá atrofiados, quizá conformistas), aunque lectores al fin y al cabo.
No hay pocos aficionados que anhelan dar con el secreto que ha llevado a J. K. Rowling al estrellato (¡Pobres…!) y hacerse de oro vendiendo historias de magos prepúberes afectados de acné, cosa que me parece improbable, pero, por si quieren atender, les comento que un servidor, tan cachondo él, cree haberlo hallado…: pese a quien pese, no es más que unos ingredientes de éxito en el torbellino de una elegante batidora. Analicemos: Harry es un huérfano (léase también Oliver Twist, Peter Pan o Mogwli), diferente (¿Qué adolescente no se pirraría por ser diferente, por destacar?), cuyo bondadoso corazón es capaz de enfrentarse a la Maldad de Voldemort, asesino de sus progenitores (venganza, justicia y eterna lucha del bien contra el mal…). Si añadimos que Harry tiene un mentor y unos compañeros de aventuras (estudien las funciones de Propp) y enmarcamos la acción narrativa en un ambiente a caballo entre los cuentos de hadas clásicos, las mitología de todo tipo y la rabiosa actualidad (preste atención al deporte como elemento fundamental narrativo –“quidicht” y otros torneos-, el humor, la paridad entre hombres y mujeres, el acceso a la educación, la normalización social, la visibilidad homosexual, etc.), tenemos el mejor cóctel pseudoliterario que ha dado Inglaterra en mucho tiempo.
Para terminar, una última cuestión: ¿a quién no le gusta Harry Potter?
2 comentarios:
Lo admito, sin ninguna vergüenza: me gusta Harry Potter. Y les gusta a mis alumnos y hasta hay alguno que se enganchó al leer gracias a Harry.
Por eso,pese a las críticas, bienvenidos sean libros como este o Memorias de Idhún (por ejemplo), si atraen lectores al gozo del libro.
Saludos.
Yo solo leí el primero e iba tan predispuesto a encontrarme con basura ¡que me gustó!
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