lunes, 28 de enero de 2013

Grandes figuras de la ilustración LIJ (XVI): Gustave Doré








Si el otro día nos detuvimos en la vida de Vierge, príncipe de la ilustración, hoy le llega el turno al rey de este arte, el francés Gustave Doré.
Nacido en la rue Bleue de Estrasburgo el 6 de enero de 1832, desde muy joven se despierta en él la pasión por el dibujo (siempre mantenía los dos extremos del lápiz afilados para dedicar más tiempo a esta afición). Cuando cuenta 9 años, su padre, ingeniero, se traslada por motivos laborales a Bourg, cuyos espacios naturales inspirarán el atrezzo montañoso que tanto acompaña las escenas de este autor. A pesar del futuro como ingeniero que su padre había planeado para él, el Doré alegre, divertido y deportista de la juventud, presenta, con tan sólo 15 años, unos bocetos/dibujos humorísticos de gran calidad al editor Phillippon, lo que le permite moverse a París (1847) y publicar en el Journal pour rire, una revista humorística, desde 1848 hasta 1851, al mismo tiempo que publica su primer trabajo como ilustrador, en una serie de litografías basadas en Los trabajos de Hércules (1848). Imparable, Doré, entre los 20 y 40 años de edad, comienza a elaborar cientos de imágenes que acompañarán más de 100 libros como las Oeuvres de Rabelais (1854), Les Contes drolatiques de Balzac (1855), El Infierno de Dante (1861), los Cuentos de Perrault (1862), Don Quijote de Cervantes (1863), Las aventuras del barón de Münchhausen (1866), El paraíso perdido de Milton (1866), La Biblia (1866), Las Fábulas de la Fontaine (1867) o los Cuentos de Poe.
Sus xilografías son grabados interpretativos (he aquí su gran aportación a la ilustración) cuyo diseño, composición, valores iniciales y aguadas, supervisaba en los talleres de grabación, para que más tarde hábiles especialistas, como Pannemaker, Gusman y Pisan, finalizaran. De entre sus litografías, destaca aquella que representa la muerte trágica de Gérard de Nerval (1855).
Cada más reconocido y a la vez más autodidacta, las obras de Gustave Doré aparecen, no solamente en Francia, sino también en Inglaterra, España, Alemania y Rusia. Como consecuencia de estas publicaciones, su influencia se dejó sentir muy pronto sobre numerosos ilustradores de toda Europa y América, constituyendo una importante fuente de inspiración para los pintores románticos, quienes compartían la atracción por el mundo onírico que él representaba.
Experimentó con la pintura, representando escenas de carácter histórico o religioso, y con la escultura (véase su tributo a Alexandre Dumas erigido en París), pero, aun obteniendo cierto reconocimiento de los círculos artísticos de la época, sus creaciones en estos medios nunca alcanzaron la vivacidad de sus ilustraciones.
En 1931, Henri Leblanc publicó un catálogo razonado que contabiliza 9.850 ilustraciones, 5 carteles, 51 litografías originales, 54 aguadas, 526 dibujos, 283 acuarelas, 133 pinturas y 45 esculturas. Una carrera artística inigualable para alguien que murió nombrado oficial de la Legión de Honor francesa, con tan solo 51 años (París, 1883), y frustrado por no ser el completo artista que siempre soñó ser.

Sobre la obra de Doré se pueden verter un sinfín de adjetivos, como: educada, dramática, prolífica, serena, sutil, directa, humorística, elegante, exuberante, fantástica o grotesca; pero sin duda, su gran contribución, la todavía hoy vigente en la ilustración de obras literarias, es aumentar el valor de una obra artística hasta concebirla como otra más hermosa todavía.

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