A
pesar del fin de semana, tengo una congestión cerebral tan grande
(ojalá fuera de libros...), que en este Día del Libro Infantil no puedo hacer otra cosa que divagar. Así que perdónenme si
ofendo o escribo con poco tino...
¿Será
esto de la LIJ una moda pasajera? Ya no sé qué pensar a tenor de
los muchos apasionados por el álbum ilustrado que, como el
Guadiana, aparecen y desaparecen. Ya no sé si las setas LIJeras
dependen más del programa electoral de turno (¿Quién dijo lectura?
¿La solución a nuestros males?... Que no, tontorrón, lo que hay que
gobernarse es una paguica y a vivir...) o de las lluvias de marzo.
El caso es entretenernos: cada tonto con su tema y el borracho con la
bota de vino.
Hasta
el fandango me hallo con ese discursito en defensa del libro infantil
que calla más que habla (puro negocio y barbarie literaria). Los
primeros, algunos editores... Me tiro el pisto aquí, me dejo ver allí,
palmaditas en la espalda, sonrisa falsa... Todo se resume en ese que
dice “A la LIJ (¿o era a Dios?) rezando y con las subvenciones
trincando”... ¿Esto que es? ¡Pues una pitanza! El dinero y la
letra impresa se unen de la mano. Y maneja que te maneja, al poder me
voy afiliando. A más de uno le quitaba yo la tontería con cuatro
inspecciones rutinarias... Después van los políticos, esos
señores... Ministerios, bibliotecas, planes (¿o eran panes?) de
lectura y otros desmanes, poco hacen por la alfabetización de un
país, este, en el que todo se sintetiza en comparar a un jeta con
Miguel Hernández (¡Qué pena más grande! El pobre, para lo que ha quedado).
¿Y
de los derechos de autor? ¿Habla alguien? Mucho mamoneo a diario,
pero ni los poderosos ni los editores dan su brazo a torcer en este
negocio en pro de las ideas. Seguramente, si se pagara más y mejor saldríamos todos ganando, no sólo porque no todo valdría en este
cotarro (uno tiene que ver cada cosa impresaaaa), sino porque se
premie a los más damnificados y se estrujen los huevos de otros. No
me extraña que cada vez los editores reciban menos manuscritos válidos, porque a este paso escriben los mancos.
Algo
que me sigue chocando es ver como siempre son los mismos ilustradores
quienes reciben los encargos más suculentos... ¿Acaso no hay
jóvenes promesas, nuevos valores? ¿O es que sólo ilustran las
momias y los premios nacionales? Un poquito de solidaridad con los
que llegan, que también tienen derecho (mientras no se les suba el
pavo). Por no hablar de los escritores de altura literaria que se
creen con pleno derecho a escribir para niños y pequeños (como si
lo hicieran con la punta... del lápiz). ¡Ea!, pero hay que callarse que
luego te tachan de envidioso e indignado.
Interlocutor
1: Oye tú, que estamos aquí debatiendo... ¿Por qué los premios
siempre recaen en los mismos? Interlocutor 2: Tío, prefiero darle de
comer a este antes que a ese. Interlocutor 1: Joder, con lo bien que
lo hace el segundo... Interlocutor 2: Es que el primero me hizo ganar
una pasta con su primer libro y tiene un renombre. Interlocutor 1: Te
entiendo... Te entiendo... Interlocutor 2: ¡Eso sí! Corruptelas,
las justas, ¡que yo soy muy honrado!
Cada
vez que veo la presentación de un libro-álbum, dos lagrimones me
corren por las mejillas. Y disculpen si no es emoción contenida,
pero constato que seguimos siendo pocos y discretitos. Una lástima
que no se formen colas kilométricas en las librerías chiquiticas
para oír las rimas de los vocablos ilustrados. Pero, ¡cuidado! Es
preferible que cada uno vaya por su lado, no sea que alguno nos
mangue la primicia y nos saquen más los cuartos... Déjense de
historias: seguiremos siendo los mismos a pesar de los esfuerzos
malogrados: esto es como la homosexualidad, mucha visibilidad, pero
tiemblo si me toca. Y seguiremos siendo animales de bellota.
Me
descojono (menos mal que hay algo de risa) viendo como los miembros
de esta gran familia de la literatura infantil (No sé porqué
encuentro más de una similitud con la mía..., puñaladas aparte) se
profieren todo tipo de lametones y enjundias, mientras no haya
premios, publicaciones, royaltis y reconocimientos por delante. Pero
bueno, no se me entristezcan, el próximo 2 de abril, los mismos
besos, los mismos abrazos. Esto es así, manque perdamos.
Las
ilustraciones de esta entrada proceden de Ñac-Ñac, el
monstruo comelibros de Emma
Yarlett (Cubilete – Bruño) y ¡Se busca! Lili la liebre,
ladrona de libros de Emily
MacKenzie (Combel).
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