Dada
la suspicacia del personal y que mis comentarios suscitan todo tipo
de irascibilidades, he decidido ponerme en modo “políticamente
correcto” y olvidarme de quien soy, no sea que alguno tenga que
acordarse de toda mi familia en vez de reírse de todas esas
gilipolleces que se me van ocurriendo a tenor de los libros con los
que me topo.
El
caso es que en este mundo en el que la política y las ideologías lo
prostituyen todo (incluso la cultura, esa que se supone universal y
libre), más vale tener mano izquierda, que decir/hacer lo que a uno
le venga en gana (¡Ay qué vida más triste! ¡Tan llena de
cortapisas! Con lo difícil que se antoja dejar los prejuicios y
complejos a un lado...). Parece que todos debemos estar al servicio
de los regímenes imperantes y sus idearios (los hay de todo tipo, no
se crean...), y si disientes con ellos o te significas como mera
oposición, te traducen como una traición.
Así,
empiezan a tirar del hilo (tangencialmente, la mayoría de las veces)
y acaban demonizándote por pura objeción. Que si poco compromiso
(bastante sabe el que no me conoce de nada), que si maleducado
(cuando deberían adjetivarme como insolente y descarado) y
monstruoso (¿Ven? En eso estoy de acuerdo... “1. Contrario al
orden de la naturaleza. 2. Excesivamente grande o extraordinario en
cualquier línea [...]” RAE dixit -las demás acepciones no las
pongo que no me convienen... ja, ja, ja-).
Últimamente
parece que sólo se traducen como gentiles las reverencias serviles,
y es algo en lo que no estoy en absoluto de acuerdo, más que nada
porque ser algo impío (N.B.: No siempre tenemos que blasfemar en
contra de Dios, también sobre el sistema educativo, los veganos, el
ecologismo, el postureo español, el fútbol, los abrigos de piel, la
corrupción policial y otro sinfín de ideosincrasias más), no
implica ser irrespetuoso, sino mirar la vida con chufla, que ya
tenemos bastante seriedad...
No sé
que opinaría al respecto de este lío el protagonista de Por
favor, Señor Panda (libro ilustrado para primeros lectores de Steve Antony y editado en
castellano por NubeOcho), uno con bastante educación pero tan
canalla como yo. Un mamífero que, con acidez, sorna y una pizca de
humor negro (me recuerda un poco al de los personajes de Jon
Klassen), nos da una clase magistral sobre lo que diferencia a la
cortesía de la irreverencia, que poco tienen que ver las buenas
palabras con los malos pensamientos, y de que tocar las pelotas y
estar en el mundo son compatibles a un mismo tiempo. Algo que parece
ser que se nos ha olvidado por la ingente cantidad de palmeros que
nos bailan el agua a diario con tal de medrar en la vida.
1 comentario:
Pues hombre, ya lo que faltaba, tener que ser políticamente correcto. No hay nada más castrante que eso. A mi me gusta lo ácido que eres y lo bien que dices las cosas claramente. Al revés, se echa de menos gente que sobresale y que dice las verdades. Por cierto, investigaré sobre el libro. Me ha picado la curiosidad. ;)
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