Para darle la bienvenida
a una semana con mucho trajín laboral (alumnos y profesores no damos
abasto con tanto examen...), me he decantado por darle protagonismo a
Ludwig Bemelmans, uno de esos autores que ha alcanzado fama mundial con
un personaje que, como otros muchos de la LIJ, es (en algunos países
más que en otros) otra gallina de los huevos de oro por el juego
(editorial o de otra naturaleza) que ha dado. Madeline ha sido
reeditada en castellano este año 2016 por Libros del Zorro Rojo, una inmejorable excusa
para conocer un poco más al padre de esta criatura que, aunque de
dulce apariencia, constituye uno de los personajes femeninos que
rompió bastantes lanzas por los estereotipos que se gastaban en la
época.
Bemelmans nace en 1898 en
Merano (antiguo Imperio Austro-Húngaro, hoy Italia), hijo del pintor
belga Lambert Bemelmans y la alemana Frances Fischer. Cuando este cuenta seis años de edad y su madre está embarazada de su hermano, su padre los abandona por otra mujer, por lo que su
madre decide regresar a su Alemania natal, un
país cuyo estricto sistema educativo Ludwig detestará toda la vida (en parte porque él sólo habla francés).
En sus años de
juventud trabaja como camarero, un oficio que no le gusta nada, en un hotel propiedad de su tío. Viendo el poco futuro que le ofrece una
Europa en crisis, decide emigrar a Estados Unidos en 1914. Allí prosigue desempeñando empleos en el mundo de la hostelería hasta
1917, año en el que decide alistarse en la armada (N.B.: Hay que
apuntar que este periodo como militar le inspirará para escribir,
años más tarde, su libro My war with United States,
1937) y un año más tarde es nombrado oficial.
Estudio de Bemelmans en 1922. Apunte del autor.
En 1920, con el pasaporte
estadounidense en la mano, decide abrirse camino en el mundo del arte
y la escritura. Es así como comienza publicando en el New York
World la tira de historietas gráficas The thrilling adventures
of Count Bric a Brac que durará en las rotativas unos seis meses. Bemelmans trabaja durante toda la década como
historietista junto a su agente y amigo Ervine Metzl, otro artista
conocido por su trabajo en cartelería y sellos de correos, en cuyo
estudio conocería a la que sería su futura esposa, Madeleine “Mimi”
Freund, mientras posaba para él (N.B.: Como curiosidad también
apuntaré que Metzl fue el también mentor del diseñador gráfico Paul
Rand -El pequeño 1 y Chispas y cascabeles-, así como
de los ilustradores Ron Barrett -Nublado con probabilidades de
albóndigas- y Gyo Fujikawa).
Comienzan los años
treinta y Bemelmans comienza una estrecha relación profesional con
May Massee, editora infantil en el sello Viking Press, donde comienza
a publicar sus primeros libros para niños como Hansi (1934),
The golden basket (1936) o The castle number nine
(1937), y a ilustrar para otros autores, véase el caso del Noodle
de Munro Leaf (autor de Ferdinando el toro) en 1937. En
1939 cuando, tras ser rechazada por Viking Press, Madeline, ve la luz Madeline, su
obra cumbre, en la editorial Simon & Schuster. Este
libro rimado que tiene como protagonista a una niña con apendicitis
a la que bautiza con una derivación del nombre de su mujer para que,
según sus palabras “rimara más fácilmente”, es el comienzo de
una de las series de álbumes más aclamadas por el público.
Durante todo este tiempo
Bemelmans continua con sus libros para niños (Fifi, 1940,
Rosebud, 1942 o Sunshine: a story about the city of New
York, 1950) y las colaboraciones en las publicaciones periódicas
The New Yorker, The Saturday Evening Post
o Town & Country, actividades
que compaginará con su trabajo como guionista en Hollywood
(participa en Yolanda and the thief, estrenada en 1945 y
protagonizada por Fred Astaire) y la publicación de sus no tan
conocidas novelas (como Dirty Eddie, 1947 o The eye of God,
1949), relatos humorísticos (Small Beer, 1939) y sus novelas
de viajes (Quito Express, 1938 y The best of times: An
account of Europe revisited, 1948).
En 1953 publica el
segundo título de Madeline, Madeline's Rescue,
por el que obtendrá la Medalla Caldecott. En ese mismo año, se
encapricha de “La Colombe”, un pequeño restaurante en París situado en la Ìle de la Cité, lugar que decorará con pinturas
murales de su autoría y que regentará durante dos años, para más
tarde venderlo a Michele Valette que lo transformará en un conocido
cabaret de la ciudad del Sena.
Tras
publicar Parsley
(1955), ampliará la serie de Madeline con otros cuatro títulos,
Madeline and the Bad Hat (1956) donde aparece Pepito, el hijo del
embajador español, Madeline and the gypsies (1959) en la que
Madeline y Pepito se enrolan en un circo, Madeline in London
(1961), en la que Pepito va a Londres a vivir y Madeline y el resto
de chicas lo visitan, y Madeline's Christmas (publicado como libro en 1985, aunque fue
publicado por primera vez en la revista femenina McCall's en
1956) en el que Madeline es la única que se salva de pillar un
resfriado.
No puedo evitar referirme
al episodio en el que Ludwig Bemelmans accede a realizar los
murales para el hoy conocido como “Bemelmans Bar” del Carlyle's
Hotel, situado en pleno centro neoyorkino, a cambio de que él y su
familia puedan alojarse de manera gratuita en sus dependencias
durante un año y medio.
Bemelmans muere a
consecuencia de un cáncer de páncreas en 1962, contando 64 años y
siendo consciente de que Madeline será el mayor legado que
puede dejar a su familia y, cómo no, a todos los amantes de la Literatura Infantil.
Aunque la historia de
Ludwig Bemelmans acaba aquí, la vida de Madeline prosigue gracias al
descubrimiento por parte de sus herederos en 1999 del Madeline in
America and other holiday tales, otra
secuela que el autor nunca publica en vida y que se sumará a las
otras cinco escritas e ilustradas por él, y a los títulos
publicados por su nieto John Bemelmans Marciano. Entre todos ellos
han vendido más de trece
millones de ejemplares que, unidos a un corto de animación (1952)
que obtuvo una nominación a los Oscar, una serie de dibujos
animados (1988-2002), una película (1998) y un sinfín de productos
producidos bajo el nombre de "Madeline", aupan una marca registrada sobre la que se ha
levantado un imperio que sigue creciendo hoy día (echen un ojo a
Forbes...) a pesar de que su mayor accionista, Bárbara, la hija de
Bemelmans, haya tomado decisiones tan poco convencionales en estos
días como dejar el formato “e-book” a un lado.
Sobre el arte de este
autor hay que decir que se encuadra dentro del impresionismo. Sus
trazos sencillos y rápidos, el extraordinario uso del color, sus
grandes contrastes, y el uso de la luz, conectan rápidamente con el
público por su frescura y su supuesta ligereza. En cuanto a sus
textos decir que no revisten mucha complejidad, e incluso a veces
pueden parecer simplistas, pero sí son sinceros y nada pretenciosos. La honestidad, como bien apuntó Sendak en cierta ocasión, es un
valor en sí mismo dentro de los libros para niños.
Sobre el conjunto de su
obra, señalar que, a pesar de que en más de una ocasión el propio
Bemelmans admitió no tener imaginación ya que todos sus libros
provenían en mayor o menor grado de su propia experiencia, poseía
una gran capacidad para satirizar todo lo que le rodeaba, algo por lo
que el lector se identifica eficazmente con él. La prueba inequívoca
de ello es que dio vida a una niña que, lejos de clichés
femeninos, se convirtió en la heroína de los lectores de medio
mundo, una capaz de reírse de los tigres, enfrentarse a los malvados enemigos
o hacer de las suyas en un circo. Todo ello sin olvidar el lado más
tierno y humano de la infancia.
In a old house in Paris
that was covered in vines
lived twelve little girls
in two straight lines.
[...]
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