No les miento si les digo que llevo una cruz muy gorda con
cierta muela sin juicio. La cosa va para año y pico, pero nada, no hay forma de
enderezarla. Lo han intentado todo, desde reconstrucción hasta endodoncia. Pero
ella, terca y dura, se resiste a cualquier apaño. El caso es que tampoco se
pone a bailar en la encía y como que me da pena arrancarla sin más, sin ninguna
oportunidad. Los dentistas (que ya llevo un par) avisan de que tiene fecha de
caducidad. Me sugieren un implante en su lugar, pero un servidor, que conoce
bien su cuerpo, cree que no será una solución pues los rechazos son plausibles
al fin y al cabo. El próximo lunes iré otra vez. Espero no acabar a dentelladas…
Sólo nos queda rezar a mi muela y yo por seguir en comunión.
El tiburón gris
se fue al dentista.
¿Puede usted darme
alguna pista?
Abra la boca,
que voy a mirar.
Tiene usted dentro
más de medio mar.
Horas y horas
pasó limpiando,
rasca que rasca
y restregando.
Pero el dentista
tuvo mal final:
el tiburón gris
lo zampó sin sal.
Nota: no hay que dejar durante mucho tiempo a un tiburón con la boca
abierta.
Leire Bilbao.
El tiburón va al dentista.
En: Bichopoemas y otras bestias.
Ilustraciones de Maite
Mutuberria.
2019. Pontevedra:
Kalandraka.
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