Hoy toca luna llena, la llamada luna de fresa y que además
sufrirá lo que se conoce como eclipse penumbral, un fenómeno que sólo podrá avistarse desde los puntos alejados de los núcleos urbanos de las
islas Baleares. No será el único, pues en
este año de mierda (sobrenombre para el 2020) tendremos un total de siete
eclipses, de los cuales podremos contemplar cuatro desde nuestro país.
Por si algunos no teníamos bastante con el solo influjo de
la luna (llevo un par de noches durmiendo fatal y la cosa no parece mejorar
para la que se avecina), hay que sumarle el de otros astros celestes que tanto
tienen que ver con nuestros estados anímicos (aunque les suene a ciencia
ficción les recuerdo que somos consecuencia de las interacciones entre materia
y energía sitas en un sistema planetario cuya dinámica actúa sobre nosotros de
un modo u otro).
Esperando que no se conviertan en licántropos (¿De dónde
creen que viene la palabra “lunático”?) ni que les arrastre la marea (¿Saben la
diferencia entre las vivas y las muertas), un servidor se ha decantado por Buenas noches, luna, un libro
archiconocido (aunque hay muchos sobre la luna, hoy toca este clásico publicado
por Corimbo) para celebrar un día en el que la luna tiene mucho que decir.
A cualquiera que le menciones este libro de Margaret Wise
Brown, una autora que hizo lo posible para dar un giro a los libros infantiles,
y Clement Hurd, discípulo del cubista y precursor del pop-art Fernand Légerd,
le vendrán a la cabeza rimas dulces y suaves acompañadas de ilustraciones coloristas y vibrantes. En definitiva, la mejor de las sensaciones para un libro que, además de inspirar a más de un decorador (hay montones de estudios minuciosos sobre el escenario donde se desarrolla la acción, así como del mobiliario), conecta muy bien con el público y sobre el que podrían
hacerse multitud de consideraciones (basta con fijarse en esa habitación tan amplia y acogedora, en la compañía, en los cuadros y en los elementos que enriquecen la escena que desde un prisma teatral llena la imagen bucólica del sueño infantil).
No obstante, aunque este álbum de luna llena (¿se han fijado
en cómo se va elevando en la ventana, no?) ha vendido más de dieciséis millones
de copias en todo el mundo, también tiene su propia leyenda negra gracias a la
censura que Anne Carroll Moore, la encargada de la sala de lectura infantil de
la biblioteca pública de Nueva York, ejerció durante veinticinco años (desde
1947 hasta 1972) en uno de los templos culturales más insignes del mundo.
Y es que según dice este artículo, la Anna Wintour de los libros para niños (lo que decidiera respecto a un libro sentaba precedente en el mundo de la literatura infantil de Estados Unidos), tenía un sello -o al menos eso cuenta la leyenda- que rezaba “No recomendado para compra por un experto” para acuñarlo sobre libros como este (otra vez la censura en la LIJ por parte de alguien que la amaba... extraña paradoja).
Y es que según dice este artículo, la Anna Wintour de los libros para niños (lo que decidiera respecto a un libro sentaba precedente en el mundo de la literatura infantil de Estados Unidos), tenía un sello -o al menos eso cuenta la leyenda- que rezaba “No recomendado para compra por un experto” para acuñarlo sobre libros como este (otra vez la censura en la LIJ por parte de alguien que la amaba... extraña paradoja).
No es de extrañar, pues Moore era fanática de la literatura
infantil más clásica -concretamente de autores como Beatrix Potter- y se oponía a las nuevas tendencias progresistas que se desarrollaban en torno a los libros para niños, concretamente a las de la escuela Bank
Street (Cooperative School for Student Teachers), un centro de preescolar y de
formación donde Margaret Wise Brown se matriculó en 1935, y en el que se
buscaban nuevas formas de interacción entre libros y pequeños lectores, como Here and Now Story Book
de Lucy Sprague Mitchell.
En 1947, año en el que se publicó este libro, Moore estaba
a pique de jubilarse aunque seguía mandando mucho, prueba de ello es que en una revisión interna
abanderada por su sucesora, Frances Clarke Sayers, se vetaría a Buenas noches, luna en dicha biblioteca
por ser “un trabajo insoportablemente sentimental” (tremenda sentencia).
Quizás el hecho de ser incluido en la lista negra de Moore, no propició el éxito
comercial inmediato de Buenas noches, luna (en 1951 las ventas habían bajado tanto, que el editor
consideró agotar existencias y no reeditarlo más), pero conforme avanzaron los años y aparecieron las cadenas
de librerías y la selección de títulos empezó a depender de las familias, este
álbum empezó a ocupar un puesto preferente en las listas de los más vendidos (llegó a las 100.000 copias al año), lo que provocó que se incluyera finalmente
en el fondo de la biblioteca pública de Nueva York para la satisfacción de los
lectores de una Margaret Wise Brown que nunca conocería este hecho debido a su
temprana muerte.
1 comentario:
Me encanto este relato. El "Buenas noches nadie" es hermoso. Al leerlo asocié al momento en que niños o niñas están enfermos en cama y se aburren y cuentan y cuentan y vuelan a un sitio mejor con su imaginación. Los dibujos son hermosos: antiguos y con una paleta primaria y plana. Me quedo mirando el intercalado de algunos con colores y otros grises. Seria para "ahorrar" la edicion o por qué?? Todo lo que peudan aportar lo leere con gusto. Hermosa antelasa al cuento.
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