Pa' mis alumnos, que me introducen en el mundo de las bazofias televisivas.
Ayer fue la noche. Me atreví a encender la caja tonta y valorar de primera mano el programa que ha causado sensación esta temporada de telebasura. Hablo de La isla de las tentaciones (sí, señores, para opinar de la morralla hay que ingerirla), un circo basado en las infidelidades de cuatro parejas bastante absurdas y que tiene enganchada a media España.
Habiendo escuchado opiniones de toda naturaleza y condición (al menos no es indiferente, que ya es bastante), aparte de los discursos tan comedidos de sus participantes (N.B.: Se nota que la asepsia empieza a calar en la sociedad española y que hasta la cornuda de Melyssa quiso ser civilizada mientras mandaba a la mierda a ese “prometido” suyo), lo que más me ha llamado la atención es que las productoras de estos programuchos han dejado de lado a tronistas y viceversos para decantarse, cada vez más, por un personal menos tuneado y recauchutado.
Y es que a pesar de que la belleza tiene más y más peso en una sociedad en la que todos parecemos clones, empieza a cobrar más importancia lo natural. No interesan tetas como dos cocos ni un geyperman de tamaño natural. Ahora lo que se lleva es cosita fina pero sin demasiados artificios. Cada uno con su identidad pero sin perder el “sex-appeal” personal. Que si una tiene marcas de acné, otro buena nariz o el de más allá está cartoniano, pero todos ellos tienen cierto atractivo.
Por mi parte, sigo constatando la tesis de que no por mucha silicona, te los llevas de calle. Que más vale un pico que trine que cuatro horas de gimnasio, un lema que me dan ganas de tatuarme en la frente para que mis alumnos se pasen la clase embobados (todavía más), para que esos adolescentes en ciernes que dan mucha importancia a esto de los asuntos corporales se fijen en lo realmente interesante.
Y para finiquitar con esta perorata, hoy me detengo en Guapa un libro de Canizales publicado por la editorial maña Apila y que desde su publicación ha tenido gran reconocimiento por parte del público. La historia nos habla de una bruja que tiene una cita con un ogro. Como os podéis imaginar la bruja es horrible. Bien de nariz, con verruga incorporada, piel verdosa, pelambre y una barbilla de aquí a Estepona. Todo como manda la tradición. El caso es que de camino ca’l ogro se topa con unos animalejos que la persuaden para que se vaya haciendo unos retoquillos y no se presente a la cita hecha un adefesio.
Como las sorpresas finales y las risas las dejo para ustedes, yo me dedico a aspectos más técnicos… Si bien es cierto que el libro contiene algo de metaliteratura (personajes clásicos de cuento) y un humor muy blanco, lo que más me gusta son sus giros narrativos (la venganza siempre aporta un tono canalla a la lectura). Y donde otros ven una mujer que se rebela a la tiranía de los cánones estéticos, yo veo una historia cotidiana de frustaciones e inseguridades, dimes y diretes, conjeturas y prejuicios, que lejos de luchas feministas intenta dar una cosmovisión diferente sobre lo que es la sociedad.
Con todo esto y unas acertadas imágenes de corte digital les invito a que lo regalen a cualquiera, que satisfecho o insatisfecho, la belleza depende de quien te mire (o de quien no).
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