Yo no sé si será el cambio climático o que este periodo interglacial ha llegado a su cenit, pero el caso es que el prolongado verano nos está friendo los sesos en pleno octubre. Un soletón que pa’ qué, las setas no hacen aparición y no cae ni una gota. Ya me dirán ustedes… Si esto no es desertificación, que baje cualquier dios y lo vea, que mientras los ingleses están de agua hasta las trancas, aquí podemos seguir cosechando melones hasta bien entrado el otoño.
Sí, sí, ya sé que estamos con el coronavirus a cuestas y que en la tele sólo se preocupan de mantenerles temerosos y boquiabiertos a costa de un agente infeccioso que les interesa mantener en el punto de mira para que los políticos de turno hagan su agosto durante estos días aciagos (con estas temperaturas les viene que ni pintado eso del "agosto").
Pero yo, en mi papel de tocapelotas, les recuerdo que todavía hay mucha hambre en el mundo, genocidios, esclavitud, racismo, explotación infantil y, sobre todo, cambio climático. No olviden que, cuando termine la pandemia, Greta volverá y, vigilante desde su trono de “climate change star”, nos dará un soberano tirón de orejas. Por cafres, desalmados, egoístas y cobardes. Abandonar así al pobre planeta… Si es que nos merecemos to’ lo que nos pase. Incuso virus de destrucción masiva. Por malajes.
Y yo, que no me amedrento tan fácilmente, tendré que decirle a esa niñata snob (podría llamarla "jeta profesional"), que lleva lleva toda la razón pero que por mí no habrá sido. Que no he tirado ni una mascarilla al suelo, que no he utilizado guantes de nitrilo, que no me he lanzado al consumo masivo de geles hidroalcohólicos (ni al gasto de recipientes de plástico que lleva aparejado), que ventilo la casa lo justo y que todavía no he encendido la calefacción (hay que ver, la de barbaridades que hay que oír). Eso en lo que respecta a los nuevos hábitos pandémicos. Porque si a ellos unimos otros quehaceres, me podían condecorar...
Con este tinglao ya no hay hueco para la agenda 2020-2030 ni para otras milongas conservacionistas, sólo hay lugar para que los políticos enganchen la manteca y se abran una cuenta en las Maldivas... ¡Ojalá le cayese a más de uno una morsa encima! Tan grande como Edna, la protagonista de Una morsa en mi jardín, una historia que he rescatado hoy en honor de Sonia Pulido, su ilustradora y también flamante ganadora del Premio Nacional de ilustración de este año.
Escrita por Alex Nogués y publicada por Ekaré, nos cuenta cómo del cielo cae una morsa y va a parar sobre una madre de familia que está leyendo en el jardín. La protagonista huele fatal y necesita un hogar. Aunque al padre le gusta mucho la inquilina, no consigue darle un lugar acondicionado. Enorme, pesada y siempre en remojo, necesidades que en esa casa no se le pueden ofrecer. ¿Qué pasará con Edna?
Mientras disfrutan de esta historia con cierta vis cómica, mucho sinsentido y mirada crítica, les animo a que se internen en el trabajo de esta autora tan versatil (la tía le ha dado a todos los palos) que haciendo gala de un colorismo propio de épocas pasadas, ahonda en la mirada más contemporánea de la ilustración actual.
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