En este Día del Orgullo las redes están que arden gracias a las polémicas suscitadas en diversos consistorios de nuestro país a la hora de exhibir o no la bandera arcoíris (que por cierto, cada vez cuenta con más colores y terminará siendo un trapo negro con muy poco que decir).
Lejos de dimes y diretes, soflamas electorales y dardos envenenados que, desde todas las facciones, se lanzan en una suerte virtual de patio de vecinos, me gustaría llamar la atención sobre su apropiación indebida. Y es que parece ser que esta señera puede ser utilizada por ciertos partidos políticos para lo que quieran, mientras que otros tienen prohibido acercarse a ella pase lo que pase. Si la exhiben, malo, si la omiten, peor.
No es que yo tenga demasiado interés en las cuitas de poder que fachas y progres se traen entre manos a costa de la llamada “comunidad LGTBIQ+”, pero con tanta efervescencia, unos y otros se delatan en sus intenciones mientras gran parte de la sociedad empieza a tomar nota de los intereses creados y la falta de tolerancia que se respira desde cualquier frente.
Lo peor de todo es que en mitad del meollo tenemos al currito del pueblo que no sale del armario por miedo al qué dirán, la niña trans que recibe todo tipo de insultos en el patio del colegio o esa futbolista que oculta su orientación sexual para medrar en un deporte donde mandan los hombres. A mí, sinceramente, lo que me produce es pena a pesar de toda esa psicología afirmativa que atesta las redes sociales.
Lo de intentar ganar votos a costa de la libertad sexual es sencillamente asqueroso. Que si pink washing, que si cultura de la cancelación, que si damnatio memoriae, que si lobbies ¡Qué aburrimiento! ¡Entre unos y otros, la casa sin barrer! Prefiero los mensajes que habitan libros como los de hoy. Y es que La historia de Julia, la niña que tenía sombra de niño, un álbum con texto de Christian Bruel y Anne Galland, e ilustraciones de Anne Bozellec, es uno de esos libros que exploran la disforia sexual desde una perspectiva elegante y más que acertada.
Recuperado por la editorial entreDos en un nuevo formato (podemos encontrar el antiguo en El jinete azul), narra la historia de una niña un poco trasto, con una forma de ser un tanto diferente al resto y a la que sus padres están empeñados en cambiar. Quieren que se peine correctamente, que se vista con bonitos vestidos y que juegue con muñecas. Pero nada, su hija aduce constantemente que ella es como es. Le gusta jugar a los indios y vaqueros, se desliza por la barandilla de la escalera y prefiere disfrutar de ropa cómoda y un aspecto muy desenfadado.
Conforme pasamos las páginas nos damos cuenta de que la sombra proyectada por Julia se parece más a la silueta de un niño que a la de una niña, un secreto compartido con ese amigo de correrías que, en el fondo, la acepta tal y cómo es. Del mismo modo, la conjunción entre un texto sutil y delicado y unas ilustraciones realistas a plumilla, nos invitan a descubrir el problema complejo que se esconde en los deseos de la niña.
4 comentarios:
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