Aunque muchos se deshacen en halagos diciéndome lo mucho que sé de literatura infantil o que desconocían este o aquel libro que recomendé tal o cual día, uno ha de pisar firmemente la tierra, hacer una cura de humildad (no vaya a subírsele el pavo al cogote) y afirmar que le queda mucho por aprender. Y en eso estoy…
Leyendo un librillo muy interesante, Introducción a la Literatura Infantil y Juvenil de Teresa Colomer, di con cierto título de un libro-álbum que no había leído y que se me antojó apetecible (este es el tipo de sorpresas con las que me gusta toparme de vez en cuando). Así que, una vez metidos los datos en el catálogo en línea de la Biblioteca Pública del Estado y corroborada su existencia física, me dirigí hacia la calle San José de Calasanz, 14, sala infantil (a este paso me van a tener que hacer socio de honor…), y allí estaba: lo encontré con sus tapas duras, olor a polvo, vivito y coleando.
Se me hace curioso que el arte de la ilustración infantil haya evolucionado tan poco en los últimos treinta o veinte años, época en la que se desarrolla una auténtica revolución, tanto en los códigos descriptivos de las imágenes, como en las técnicas utilizadas. Digo esto porque siguen describiéndose las mismas historias (sobre todo dentro de la corriente realista los sentimientos primarios así como las situaciones de más calado emocional y social) de un modo semejante: utilizando los mensajes cifrados de las ilustraciones, los iconos de la imaginería infantil y la búsqueda interior de las sensaciones.
Si comparásemos este libro con Cambios de Anthony Browne, encontraríamos muchos paralelismos, sobre todo en lo que se refiere a ese camino repleto de miedos y descubrimientos tan necesarios en la edad infantil… ¡Ea!: el inminente nacimiento de un/a hermano/a puede ocasionar serios problemas… ¡Que se lo digan a los protagonistas de sendas historias…!
¡Hasta mañana…! ¡Ups! ¡Se me olvidaba! El libro en cuestión es El dragón de los cien ojos, de Lydia Postma.
Leyendo un librillo muy interesante, Introducción a la Literatura Infantil y Juvenil de Teresa Colomer, di con cierto título de un libro-álbum que no había leído y que se me antojó apetecible (este es el tipo de sorpresas con las que me gusta toparme de vez en cuando). Así que, una vez metidos los datos en el catálogo en línea de la Biblioteca Pública del Estado y corroborada su existencia física, me dirigí hacia la calle San José de Calasanz, 14, sala infantil (a este paso me van a tener que hacer socio de honor…), y allí estaba: lo encontré con sus tapas duras, olor a polvo, vivito y coleando.
Se me hace curioso que el arte de la ilustración infantil haya evolucionado tan poco en los últimos treinta o veinte años, época en la que se desarrolla una auténtica revolución, tanto en los códigos descriptivos de las imágenes, como en las técnicas utilizadas. Digo esto porque siguen describiéndose las mismas historias (sobre todo dentro de la corriente realista los sentimientos primarios así como las situaciones de más calado emocional y social) de un modo semejante: utilizando los mensajes cifrados de las ilustraciones, los iconos de la imaginería infantil y la búsqueda interior de las sensaciones.
Si comparásemos este libro con Cambios de Anthony Browne, encontraríamos muchos paralelismos, sobre todo en lo que se refiere a ese camino repleto de miedos y descubrimientos tan necesarios en la edad infantil… ¡Ea!: el inminente nacimiento de un/a hermano/a puede ocasionar serios problemas… ¡Que se lo digan a los protagonistas de sendas historias…!
¡Hasta mañana…! ¡Ups! ¡Se me olvidaba! El libro en cuestión es El dragón de los cien ojos, de Lydia Postma.
N.B.: Las ilustraciones que acompañan esta noticia son de la autora citada pero no pertenecen la obra reseñada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario