lunes, 21 de diciembre de 2009

De mimos y otras chucherías


Toda cursilada tiene su momento. Afirmación categórica basada en el buen sabor de boca que queda tras unas jamagosas palabras dedicadas en el instante oportuno, porque, no nos engañemos, cuando los regalos edulcorados se reciben a todas horas, lo más que permanece es un regusto pastoso que atiborra solo de pensarlo. Pese a esta, mi opinión, para gustos, colores… Los hay que se pirran por piropos de pastelería cualquier día mientras otros, los ajenos (más por indigestión que por costumbre), esperamos la situación propicia para sonrojarnos con alguna galguería, lo que no quiere decir que permanezcamos ante estas como gélidos témpanos, porque, ¡oiga, uno tiene su corazoncito!… y pudor, mucho pudor (¡Ja, ja, ja!)… y también es muy machote (¡Ja, ja, ja!)…
Dejando a un lado la nota introductoria (como siga me va a dar la risa y hoy creo imposible pararla de golpe y porrazo… ¡Qué bueno es irse da vacaciones!) y lejos de criticar la de chucherías que recoge la Literatura Infantil (no me lo creo ni yo…), en este lunes en el cual -y finalmente- ha aparecido el sol, les regalo una recomendación de color pastel: Besos, besos, álbum ilustrado de la francesa Selma Mandine que con una estética muy actual (se ve que ahora se llevan los personajes cabezones a lo Tim Burton…) pregona a los cuatro vientos los pormenores y bonanzas de ese pequeño gesto llamado “beso”. ¿Alguno de ustedes sería capaz de diferenciar el beso de su abuelo del que le propinaría su perro? Si no se creen válidos para ello acudan a este libro, y de paso intenten ponerlo en práctica durante esta navidad.

Banda Sonora Original: Used to be the one. Ginuwine.

3 comentarios:

Negrevernis dijo...

Huy, qué bonita entrada y qué bonito libro... (una tiene alma de niña, ahora que mi nena tiene 3 años y mucha gana de saber "qué pone ahí, mamá")

isabel dijo...

Ya, pero no me gusta nada esa cubierta como acolchada, ya bastante blandengue es el libro en sí. En cualquier caso, besos.

Román Belmonte dijo...

ja, ja... ¡Qué razón tienes, Isabel! Me ha encantado la objección. Un saludo.
Román