Seguramente
muchos dicen que este blog, de literatura juvenil, poco. Y llevan toda la
razón… No voy a negar que el álbum ilustrado me roba mucho menos tiempo, es más
fácil estar al corriente de las novedades (se publica mucho menos) y se puede
compaginar con la labor semanal en este blog. Pero durante la última semana y una
vez terminado el ajetreo laboral, he robado unas cuantas horas a la rutina
diaria para sumergirme en tres títulos a los que tenía ganas y así redimirme de
mis pecados con este sector de la LIJ. ¡He aquí mis opiniones al respecto!
El
primero de todos es Campos verdes, campos
grises (editorial Lóguez), un clásico “lijero” en el que, a través de la parca
narrativa de la recientemente fallecida Ursula Wölfel, podemos sumergirnos en
una serie de pequeñas historias cuya intensidad deja un amargo sabor en nuestra
conciencia e intenta presentarnos la realidad de hoy día a través de diversos
paisajes humanos, a lo largo y ancho del orbe terrestre. Aunque dirigida a
lectores competentes en edad infantil, creo que es el adulto quien se siente
más cercano a estas estampas de marcado corte constructivista. Es por ello que
sería necesario un adulto que, ejerciendo de guía, les haga meditar sobre lo (in)comprensible
de nuestra especie.
Tras
aguantar la constante jodienda de mi bibliotecaria favorita con este título, me
decidí por el último ganador del premio Barco de Vapor, El tesoro de Barracuda (editorial SM), de mi paisana Llanos Campos,
algo de lo que, he de decir, no me arrepiento en absoluto. Es un libro
sencillo, sin pretensiones, jocoso, rítmico, con un trasfondo fantástico (se
nota que esta mujer ha desarrollado su labor dentro del teatro infantil), y
recomendado hasta la saciedad (lo voté para la selección del diario El País,
con eso lo digo todo…). Hacía falta un poco de aire fresco en esto de la
literatura juvenil patria ya que se estaba convirtiendo en un pequeño cortijo
que ofrecía mucho título repetitivo y poca diversión… Si a ello unimos las
adecuadas ilustraciones de Julia Sardá (me chifla esta mujer), tenemos un
título la mar de recomendable para alumnos que terminan la educación primaria y
otros que empiezan la secundaria. (N.B.: A ver si la editorial se dignase a
enviarme un ejemplar, porque últimamente me tienen la mar de desatendido…).
Por
último decidí darle una oportunidad a una de esas novelas lacrimógenas que ha engatusado
a quinceañeras enamoradas-de-la-vida de todos los confines terrestres. Bajo la misma estrella de John Green
(editorial Nube de Tinta), además de vender lo que no está escrito (creo que
millones de ejemplares), ha inspirado una película estrenada el pasado verano,
algo que me llevó a plantearme el despiece de este fenómeno literario. Me puse
bajo el flexo durante unas cuantas noches y descubrí que, además de dos
personajes un tanto extremos (a veces no comprendo bien porqué en este tipo de
novelas los adolescentes tienen una idiosincrasia tan adulta…, soy experto en
púberes y puedo decir que muchos de ellos, pese a tener vidas horribles, son
incapaces de pensar como Ortega y Gasset), la historia envuelve algo más que
personas enfermas de cáncer y una novela inconclusa sobre la que se construye
el amor. Trata del miedo a la perdida, tanto de la propia vida, como de los
sentimientos que tenemos hacia los demás, del dolor que supone el amor eterno,
de la herida amarga y la dulce cicatriz que queda en nuestros corazones cuando
el amor verdadero arraiga en ellos. Algo que bien merece reseñarse aunque no
sea del gusto de todos los monstruos que amamos la lectura por encima de todo.
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