Isabel Hojas
Desde que Salvia, la
recolectora de rimas, hiciera un comentario en esta entrada
refiriéndose a la importancia que la educación de la mirada LIJ
tenía, empecé a preguntarme e indagar en el proceso que había ido
formando mi propia mirada hacia la Literatura, en general, y la
Literatura Infantil, en particular. Tras bastantes meses apuntando
recuerdos e ideas al respecto me he propuesto resumir de manera más
o menos organizada quiénes intervienen en mayor y menor medida en el
desarrollo de estas capacidades, cómo lo hacen, cuál es el proceso
tradicional para acercarse a la lectura, cómo se puede recuperar el gusto por ella, y qué futuro le espera.
Marla Fraaze
Educar a leer, leer para educar
Lo primero de todo es atender a la relación entre LIJ y educación... Y cuando digo "educación" no me refiero a esa
tras la que se parapetan los políticos para justificar su
adoctrinamiento y hacer lo que les plazca con los nuevos ignorantes, sino a algo más profundo.
La educación tiene mucho que ver con todo lo que se refiere a las
miradas, es decir a la opinión que se forma en cada uno de nosotros
sobre lo que nos rodea desde la niñez. Por tanto, la educación, tomada como
entidad global no sólo tiene que ver con los contenidos y preceptos
que intenta inculcar la escuela, sino como un sinfín de
instituciones más, léanse familia, amigos, el ámbito
laboral o los medios de comunicación, que marcan la idiosincrasia
particular del individuo. La educación embebe nuestra vida desde la cuna, y desde
entonces, absorbemos como esponjas lo que nos apetece consciente o
inconscientemente (no se equivoquen, los niños son mucho más
libertinos que nosotros aunque intentemos encorsetarlos) para formar
una mirada propia sobre la que basaremos nuestros juicios (que pueden
ser de muy variada naturaleza, desde personales hasta culturales,
políticos o médicos). Es por ello que la lectura debe formar parte de ese proceso educativo integral, no sólo como necesidad primaria educativa, sino como vehículo de aprendizaje que utilizaremos el resto de nuestra vida.
Jessie Willcox Smith
Familia y ejemplo
Son
tres a mi parecer, los agentes que intervienen de manera activa en la
educación de la mirada LIJ. En primer lugar tenemos a la familia, el
actor, a mi juicio, más importante para desarrollar, no sólo una
opinión crítica respecto a la LIJ, sino a la hora de inculcar el
hábito lector en los niños/jóvenes, en reconocer el libro como
objeto y artefacto, como vehículo y entidad. Padres, madres,
hermanos, tíos o abuelos son los primeros responsables de sembrar el
hábito de la lectura, primeramente ejemplificándolo y seguidamente,
tutorizándolo y auditándolo. De nada vale poner ese disco rayado
que suena “Nene lee, lee, lee...” si en esa casa no lee nadie, y
tampoco me gusta esa cantinela de “Tu lee, lo que sea, pero lee.”
Y así pasa, que algunos sólo leen periódicos deportivos o
revistas de marujeo. Evidentemente, el origen, el nivel
socio-económico, y sobre todo, el cultural de cada familia,
estimulan o no esa inclinación por el mundo del libro (que es de lo
que se trata principalmente, nunca de inculcar dogmas).
Sí, queridas familias, la lectura catapulta nuestra imaginación, se comparten pareceres y objeciones, amplía el mundo, y nos proporciona más formación, más herramientas para realizar múltiples actividades o solucionar problemas, en definitiva, para subsistir. No se equivoquen: no creo que leer nos haga mejores personas (alguno me degollaría si dijera que muchos lectores son malos y retorcidos), ni más especiales; si acaso, más libres (Je,je... No sé porque se me vienen a la memoria ciertos libros sagrados o el mismísimo Mein Kampf... Así que lo de la libertad, también está difícil...).
Sí, queridas familias, la lectura catapulta nuestra imaginación, se comparten pareceres y objeciones, amplía el mundo, y nos proporciona más formación, más herramientas para realizar múltiples actividades o solucionar problemas, en definitiva, para subsistir. No se equivoquen: no creo que leer nos haga mejores personas (alguno me degollaría si dijera que muchos lectores son malos y retorcidos), ni más especiales; si acaso, más libres (Je,je... No sé porque se me vienen a la memoria ciertos libros sagrados o el mismísimo Mein Kampf... Así que lo de la libertad, también está difícil...).
Flavia Zorrilla Drago
La escuela y la competencia lectora
En segundo lugar tenemos la escuela, esa institución a la que pertenezco. Creo que los
docentes, además de tener un gran peso en este equilibrio (a mi
juicio somos el eje de la balanza), nos sentimos entre confusos
y encorsetados. El desconcierto nos llega cuando pensamos que la mayor parte de responsabilidad en la tarea de crear lectores recae sobre nosotros, algo que no debería ser así, ya que el ámbito escolar debe
formar, encauzar y ofrecer posibilidades a los alumnos para el
desarrollo de la lectura, una vez que la semilla
que deposita el ámbito familiar empieza a germinar.
Si a lo anterior unimos la ingente cantidad de objetivos que se marcan desde el marco legislativo, ese que debería dejar a un lado el paternalismo y/o buenismo de estado para centrarse en otras luchas más importantes como es la formación del profesorado en materia de LIJ, la implicación de los docentes en lo que llamamos leer, ese verbo que no soporta el imperativo, es cada vez más difícil.
Por otro lado y considerando la orientación pedagógica de la Literatura Infantil, debemos ser críticos con nuestros espejismos y dejar de mirar al libro por la carga de contenidos, valores o emociones que podamos enseñar con él. Esa visión maniquea de la vida (¿una reminiscencia del constructivismo?) no hace ningún bien a nuestros alumnos, ya que en parte crea cierta tendencia al odio visceral que muchos le tienen a la letra impresa. No obstante y respecto a la faceta académica o instrumentalizada de los libros, como manuales o libros de texto, libros que debemos englobar en la categoría de no ficción, no cabe discusión: su lugar es la escuela y están hechos para enseñar y aprender, y si aúpan la lectura placentera, mejor que mejor.
El último punto es denotar que los niños y adolescentes invierten una media de 5-6 horas al día en colegios e institutos, por lo que no hay que desdeñar el gran conocimiento que los docentes tienen sobre los gustos e inclinaciones de sus alumnos a la hora de leer, algo que parece ser obviado por muchos especialistas en LIJ que pregonan sin haber entrado en contacto jamás con éstos.
Si a lo anterior unimos la ingente cantidad de objetivos que se marcan desde el marco legislativo, ese que debería dejar a un lado el paternalismo y/o buenismo de estado para centrarse en otras luchas más importantes como es la formación del profesorado en materia de LIJ, la implicación de los docentes en lo que llamamos leer, ese verbo que no soporta el imperativo, es cada vez más difícil.
Por otro lado y considerando la orientación pedagógica de la Literatura Infantil, debemos ser críticos con nuestros espejismos y dejar de mirar al libro por la carga de contenidos, valores o emociones que podamos enseñar con él. Esa visión maniquea de la vida (¿una reminiscencia del constructivismo?) no hace ningún bien a nuestros alumnos, ya que en parte crea cierta tendencia al odio visceral que muchos le tienen a la letra impresa. No obstante y respecto a la faceta académica o instrumentalizada de los libros, como manuales o libros de texto, libros que debemos englobar en la categoría de no ficción, no cabe discusión: su lugar es la escuela y están hechos para enseñar y aprender, y si aúpan la lectura placentera, mejor que mejor.
El último punto es denotar que los niños y adolescentes invierten una media de 5-6 horas al día en colegios e institutos, por lo que no hay que desdeñar el gran conocimiento que los docentes tienen sobre los gustos e inclinaciones de sus alumnos a la hora de leer, algo que parece ser obviado por muchos especialistas en LIJ que pregonan sin haber entrado en contacto jamás con éstos.
Andrés Meixide Gayoso
Bibliotecas o diversidad de lecturas
El tercer pilar sobre el
que descansa la educación de la LIJ y la lectura son las bibliotecas (N.B.: A esto se debe seguramente que
muchos planes de lectura diferencien la esfera cultural de la
educativa, ese desdoble de recursos y empeños que no se comprende
desde un punto de vista monetario -doble gasto-, pero sí quizás
desde un prisma funcional).
Construir bibliotecas es importante, pero más importante es abrirlas y darles vida. De nada nos sirve que una biblioteca se encuentre yerma, que no interactúe con sus usuarios a través de su fondo y sus trabajadores. Estoy harto de ver bibliotecas vacías -de público y novedades-, y de bibliotecarios que sólo se dedican a prestar y colocar libros. Esta una realidad que puede tener dos orígenes, por un lado la reducción del gasto gubernamental (está claro que la Cultura, entendida como bien común, se encuentra cada vez más desinflada), y por otro destacar (siento que justos paguen por pecadores) que son muchos los bibliotecarios “institucionalizados”. Personas que acuden al lugar de trabajo, desempeñan su papel dentro de la corrección y ¡nada más!
Los bibliotecarios deben afianzar el gusto por los buenos libros, por desentrañar nuevas formas de mirar la literatura, por aupar géneros olvidados, por mostrar detalles escondidos, relacionar títulos aparentemente dispares, y ofrecer nuevas posibilidades y alternativas, una tarea que sólo se consigue siendo un gran lector y sembrando la pasión por los libros con cierta magia (no son necesarios fuegos de artificio pero sí tener capacidad comunicativa y de organización). A veces basta con hablar de libros, que no es poco...
Construir bibliotecas es importante, pero más importante es abrirlas y darles vida. De nada nos sirve que una biblioteca se encuentre yerma, que no interactúe con sus usuarios a través de su fondo y sus trabajadores. Estoy harto de ver bibliotecas vacías -de público y novedades-, y de bibliotecarios que sólo se dedican a prestar y colocar libros. Esta una realidad que puede tener dos orígenes, por un lado la reducción del gasto gubernamental (está claro que la Cultura, entendida como bien común, se encuentra cada vez más desinflada), y por otro destacar (siento que justos paguen por pecadores) que son muchos los bibliotecarios “institucionalizados”. Personas que acuden al lugar de trabajo, desempeñan su papel dentro de la corrección y ¡nada más!
Los bibliotecarios deben afianzar el gusto por los buenos libros, por desentrañar nuevas formas de mirar la literatura, por aupar géneros olvidados, por mostrar detalles escondidos, relacionar títulos aparentemente dispares, y ofrecer nuevas posibilidades y alternativas, una tarea que sólo se consigue siendo un gran lector y sembrando la pasión por los libros con cierta magia (no son necesarios fuegos de artificio pero sí tener capacidad comunicativa y de organización). A veces basta con hablar de libros, que no es poco...
Yuko Shimizu
Otros mediadores de lectura
A pesar de que familias,
docentes y bibliotecarios establecen los cimientos para la educación
en LIJ (siendo lectores todos ellos, ¡ojo!), no cabe menospreciar el
papel que especialistas, libreros, editores, escritores, ilustradores y
demás actores, desempeñan en esto de la mirada LIJ ya que deben tener muy
claro para quien trabajan.
Es muy distinto currar para echarse algo a la boca, a trabajar por pura advocación. Quizá lo primero sea tan lícito como lo segundo, pero eso de ganarse el sustento haciendo lo que te sale del fandango te llena (de libertad, amor propio, decepción o frustración... no todo es tan maravilloso), más todavía cuando estableces un contrato tácito aunque non scripto con lectores que buscan una experiencia estética a la altura.
El editor deberá velar por el formato de sus libros, uno acorde con el producto ofrecido, seleccionar narraciones y poemas con valor literario, y preocuparse por dirigirlo adecuadamente al público; el escritor tiene uno de los mayores compromisos, el de pergeñar literatura notable sin subrogarse a los intereses creados; el ilustrador debe interpretar y complementar el lenguaje verbal con el artístico, elevar el suyo propio, todo ello sin olvidarse de la calidad; el librero tendrá que saber moverse entre la diversidad y los buenos libros, así como orientar adecuadamente en la compra; y el especialista deberá dejar sus prejuicios e inclinaciones para poder ofrecer una adecuada selección de libros que ayuden al crecimiento lector de quien siga sus indicaciones.
Es muy distinto currar para echarse algo a la boca, a trabajar por pura advocación. Quizá lo primero sea tan lícito como lo segundo, pero eso de ganarse el sustento haciendo lo que te sale del fandango te llena (de libertad, amor propio, decepción o frustración... no todo es tan maravilloso), más todavía cuando estableces un contrato tácito aunque non scripto con lectores que buscan una experiencia estética a la altura.
El editor deberá velar por el formato de sus libros, uno acorde con el producto ofrecido, seleccionar narraciones y poemas con valor literario, y preocuparse por dirigirlo adecuadamente al público; el escritor tiene uno de los mayores compromisos, el de pergeñar literatura notable sin subrogarse a los intereses creados; el ilustrador debe interpretar y complementar el lenguaje verbal con el artístico, elevar el suyo propio, todo ello sin olvidarse de la calidad; el librero tendrá que saber moverse entre la diversidad y los buenos libros, así como orientar adecuadamente en la compra; y el especialista deberá dejar sus prejuicios e inclinaciones para poder ofrecer una adecuada selección de libros que ayuden al crecimiento lector de quien siga sus indicaciones.
Karin Jurick
Todo lo que rodea a la lectura
El medio
ambiente, el resto de estímulos que nos rodean, los menos
controlables e irracionales, también tienen que ver con la LIJ y la lectura... Los individuos no vivimos aislados
sino que estamos sujetos a una serie de factores: novios, amigos,
conocidos, conversaciones que no nos incumben, los medios de
comunicación (sobre todo televisión, páginas web, redes sociales,
aplicaciones de mensajería instantánea), el cine, la cultura visual
en la que podemos citar los videojuegos o la pintura, la música, el
teatro, la religión, la ubicación geográfica, el sistema político,
un trauma, algo chocante, la muerte de un familiar, los complejos
ajenos o personales, los estereotipos e incluso los prejuicios, los
iconos y los símbolos. Todo se encuentra relacionado y puede
configurar el ecosistema de un lector competente y capaz.
Podemos citar el
condicionamiento y repercusión que las películas de animación han
tenido sobre la percepción de los libros ilustrados en el siglo XX,
ejemplificada por la omnipresente factoría Disney®,
una que marcó un antes y un después en la mirada que los niños han
desarrollado frente a formas y líneas. Debemos señalar igualmente
los movimientos y corrientes artísticas como fuente de inspiración
y ejecución en las tendencias de ilustración (cada época tiene las
suyas... abstracción, cubismo, figurativa, dadaísmo, expresionismo,
impresionismo, cultura naíf, etc.), que modelan y acercan la mirada
LIJ colectiva, algo que también ocurre con los diferentes géneros
literarios (hay épocas más proclives a la novela de aventuras, el
cuento de hadas o la poesía romántica). No tiene la misma mirada
LIJ un niño que viva en Oriente Medio que otros de Vietnam o
Inglaterra (sólo tienen que visitar cualquier feria de libro
infantil de carácter internacional, exponerse a las diferentes
ilustraciones y contarme qué les resulta más cercano), ni tampoco
vivir en una sociedad occidental capitalista que hacerlo en los
suburbios de Nairobi (¿Quiénes entenderán mejor El soldado de
plomo de Jorg Müller? Seguramente el mensaje captado sea
diametralmente opuesto).
Tom Gauld
El sesgo de la lectura
Protagonistas y secundarios configuran un inmejorable reparto en el que, como en todo lo que tiene que ver con lo humano y mundano, hay que denotar el sesgo, ese que inclina la balanza hacia uno y otro lado... No es lo mismo ser criado en el seno de una familia de corte intelectual o culturalmente activa que en otra donde primen los negocios, no es lo mismo tener un profesor que denote cierto gusto contemporáneo que otro que defienda a ultranza los clásicos, no tiene nada que ver que compremos los libros de nuestros hijos en la papelería del barrio o en una librería especializada, ni tampoco es lo mismo echar mano de una biblioteca doméstica que pulular dos tardes a la semana por las estanterías de la biblioteca pública.
Pawel Kuczynski
El camino de la mirada lectora
Sobre el proceso que
sigue nuestra mirada LIJ a lo largo del tiempo, poco puedo decir en
líneas particulares (no soy especialista en didáctica de la
Literatura Infantil y Juvenil, y seguramente habrá otros más duchos
en el tema), pero me atrevo a decir que no creo que esta deba ser
lineal (¿a quién le gustan los túneles?), sino que debe tomar una
forma arbustiva, tridimensional (yo lo asemejaría a una semiesfera)
en la que uno pueda moverse hacia delante o hacia atrás, pero
también pueda dar un paso lateralmente, es decir, en direcciones y
sentidos variados.
Inés Vilpi
En líneas generales y
concretando más, el proceso educativo tradicional hacia la LIJ
podría ser el que sigue:
a) El primer vínculo
debe partir de lo puramente verbal, de la oralidad. Juegos de
palabras, nanas, retahílas y canciones de ida y vuelta para comenzar
a instrumentalizar el lenguaje y fomentar la creación de un ideario
particular.
b) A ello le seguiría la
adquisición de destrezas en lecto-escritura (leer para escribir,
escribir para leer), ejercicio que se afianza con la narración oral
de cuentos y leyendas, tradicionales, clásicas y actuales, técnicas
de animación lectora, la lectura en voz alta y el uso de otros
lenguajes, como el musical o el artístico (aquí toma un papel
importante el género del álbum ilustrado), que sirvan de apoyo a la
contextualización de un amplio marco referencial, tanto propio (real
o imaginado), como ajeno.
c) El lector continúa
formándose y adquiere autonomía, es aquí cuando tenemos que
proponer un amplio abanico de posibilidades. El lector necesita
arriesgarse, experimentar, explorar, decidirse, elegir, triunfar y
fracasar.
d) Es así como
seleccionará y formará su ideario, tendencias y biblioteca mental
particular, definiéndose finalmente como lector.
Geertje Grom
¿Cómo rescatar a los lectores perdidos?
Pese a que todo lo
anterior es muy bonito y suena muy bien, nadie se plantea la elevada
tasa de no lectores que hay entre los jóvenes, unos para los que muy
pocos especialistas, estudiosos o mediadores han desarrollado
estrategias con las que devolverlos a los libros. Los “lectores
perdidos” (una denominación que acuñé hace tiempo), aquellos
niños o adolescentes a quienes la lectura les importa una mierda
tras haber adquirido las habilidades necesarias para llevarla a cabo,
son el producto de múltiples causas que van desde el contexto
familiar al llamado “fracaso escolar” (N.B.: Es curioso, pero los
alumnos que chocan con el sistema educativo suelen aparcar también
la lectura placentera), pasando por la escasez de estímulos y los
cambios hormonales. Su mirada literaria es incluso más importante
que la de los principiantes y deberíamos prestar atención a
proyectos con los que, a modo de anzuelos, recuperarlos. Estos
señuelos pasan por uno mismo (la madurez hace milagros) o echar mano
de otros lenguajes, que van desde el puramente paraliterario
(condensa mensajes igual de válidos pero más fácilmente
alcanzables) al lenguaje gráfico (ya se está haciendo desde el
libro ilustrado y las pantallas de los portátiles), el digital (no
hablo del e-book...) o la misma interfaz de usuario (¡Qué bien me
comunico con mi coche!). Sin duda esta es una realidad que, aunque a
algunos les pone nerviosos, empieza a coger cuerpo en muchos
planteamientos educativos (véanse los países nórdicos) y supongo
que, con el tiempo, se abrirá hueco en ese camino que ha de recorrer
la mirada LIJ.
Emma Ersek
Epílogo
Como colofón y esperando
que estén de acuerdo, he de apuntar a que nadie tiene una receta infalible
para conseguir una mirada LIJ “óptima”, “deseable” o
“recomendable”. Está claro. Pero sí me aventuraría a decir que
el niño o joven que se ve sumergido en un ambiente propicio y
literariamente diverso, tiene más posibilidades que otro para
desarrollar esa mirada literaria. Con ello no quiero decir que
existan excepciones a tenor de un amigo curioso, una bibliotecaria
comprometida por la causa, unos maestros chispeantes, o un padre y/o madre devoradores de libros (hay veces en las que creo en el puntualismo de
Gould y Eldredge aplicado a estos derroteros lectores), pero sí he de confesarles que un servidor ha tenido la
gran suerte de contar con todos ellos, y poder ver hoy los libros a través de sus ojos pero con mi mirada.
David Pintor
5 comentarios:
Fabulosa y muy aterrizada perspectiva!
¿Y quién le pone el cascabel al gato? El análisis es certero. La realidad tiene enormes agujeros por los que se evidencia que los posibles lectores resbalan de las manos de adultos proclives a dejarse llevar por la moda, por lo último, por la prisa y todo lo que sabemos, además de poco y mal formados.La teoría es sabida. La práctica depende de una voluntad férrea y de un compromiso cultural con el futuro que va perdiendo la partida a favor del puro mercado. En esto de la lectura se cometen a diario atrocidades tamañas que sonrojan pero...Los números de las ventas de LIJ son los que alarma n y no la cantidad de adultos no lectores que ya serán punto de partida para que los menores a su cargo los tomen como modelo. Si los familiares, maestros o referentes para los pequeños no leen, nada hay que hacer al respecto. No soy pesimista. Yo no tenía LIJ en 1972 más allá de las Antologías al uso y armé una forma de actuación por la cual mi centro escolar leyó siempre y recibió, en 33 mis cursos de docencia en el mismo, a más de 300 escritores de todo ámbito. HAY que implicarse, naturalmente pero desde la práctica diaria y la formación permanente del adulto al cargo. Lectura a diario por parte del adulto de referencia del que ha de partir toda acción y que ha de tener conciencia del valor de su tarea. El resto son apoyos. Valiosos...pero apoyos.
Desde luego que la escuela debería ser aún más importante para aquellos alumnos que no tienen la suerte de tener el estímulo en casa. La escuela debe estar para eso, para igualar, para dar oportunidades a los que no la tienen en casa.
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