A
pesar de los decenios que nos separan del contexto que caracterizaba
a los cuentos de hadas (bosques tenebrosos, caminos solitarios y
páramos cubiertos por la niebla), todavía sigo viendo seres oscuros
(e incluso más terroríficos, a juzgar por la negrura que los
rodea...) deambulando por las calles. Atrás han quedado tullidos y
jorobas, voces cavernosas y fuerza sobrehumana, para dar paso a otros
ogros, los de nuestro tiempo, que con pasos sibilinos y dulces
palabras, denotan clara y sucia envidia. No sé dejen confundir por
las caras bonitas y los afables modales; la crueldad busca su forma
bajo suaves ademanes.
No sé por qué estoy
aquí.
Ogro soy,
pero no bicho.
Aunque bueno,
ya que estoy,
diré lo que nunca he
dicho.
No soy tan malo, ni
asusto
por la noche
a tantos niños,
ni fui yo quien se
comió
en el bosque
las migas de pan de
Pulgarcito.
Y, sobre todo,
que quede claro
ahora mismo,
ni soy tan cabezón
ni tan feo
como me pintan en los
libros.
Juan Carlos Martín Ramos.
Ogro.
En: La jaula de las
fieras.
Ilustraciones de Susana
Rosique.
2015. Villaobispo de las
Regueras (León): Amigos de Papel.
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