Andaba anoche con el
telediario a cuestas cuando, tras dar buena cuenta de la que se ha
formado a tenor de la crisis de los refugiados sirios y los acuerdos
propuestos entre la Unión Europea y Turquía, empecé a preguntarme cosas... Las redes sociales
bullendo, los medios de comunicación bombardeando, y a un servidor se
le vinieron a la cabeza dos álbumes para ilustrar la dualidad que
surge en todo conflicto humano... La isla de Armin Greder y Akim
corre de Claude K. Dubois, ambos editados por Lóguez, son las
dos caras que surgen de una realidad como la que se está viviendo
entre Oriente y el viejo continente durante los últimos meses y que
creo oportuno rescatar en esta entrada.
Seguramente pensarán que
les voy a dar otra chapa edulcorada con un discursito buenista y
adoctrinarles así sobre los valores explícitos en la Literatura
Infantil (Nada mejor que darnos la razón para afianzar nuestra
calidad y calidez humana... Al final va a llevar razón mi padre
diciendo que la gente sólo lee lo que quiere leer), pero se
equivocan; creo que esta vez me voy a dedicar a apuntar en otra
dirección, a hacer otra lectura, a contracorriente y de forma menos
dirigida (llámenlo incluso cínica), para denotar que la Literatura no es tan clara, tan transparente, ni tan buena, aunque los
buenos libros, buenos sean.
En un lado del conflicto tenemos a Akim, el niño
que personifica el drama que viven a diario un gran número de personas en los enfrentamientos bélicos que se esparcen por todo el
planeta y que nos ponen los pelos de punta. En este libro, la belga
Claude K. Dubois utiliza una narración lineal y prácticamente
expositiva, empezando por el título: parco, crudo, sin énfasis. También decide tratar con cierto anonimato a Akim, eximirlo de rasgos
propios que lo identifiquen; no le da personalidad con la
intención de que el lector pueda posicionarse en su lugar. Al aunar
este recurso de estilo junto a otros, véase el uso de la
ilustración a grafito/carboncillo y acuarelas ocres (me recuerdan a
esos manchas de té o café que muchos autores utilizan) de trazo
rápido y abocetado (sinónimo de agitación, urgencia, turbidez...),
dota de mayor impresión y efectismo a las escenas narrativas.
Seguramente todo lo anterior hace de este Akim corre
un título poderoso y notable, pero he de decirles que, tras
presentárselo a varios niños, casi ninguno ha conseguido empatizar
con la realidad del protagonista ni de intercambiar su realidad con
él. A pesar de reconocer el problema (que ya es bastante), han sido
incapaces de buscar un discurso propio y el posicionamiento frente al
problema, algo que puede deberse a varios factores entre los que
destaco esa línea desdibujada, lo borroso de sus imágenes. Aunque
parezca evocadora y atmosférica, interpone espacio y tiempo -distancia-, algo que contribuye a que el lector se quede quieto en ese lugar y no pueda avanzar en él. Quizá necesitaría un trazo
más tangible y veraz que no la hiciera tan difusa...
Frente a lo descriptivo
de los refugiados en Dubois, tenemos la complejidad de los hospedantes en la isla de Greder. Aunque muchos (incluso yo) han defendido este libro por su
faceta más progresista y como claro argumento frente a la
discriminación y la xenofobia, también hay que decir que se convierte en una punta de
lanza frente a la solidaridad, caridad y misericordia humana... Desde
esta isla se puede divisar el cariz demagógico y partidista de la
inmigración. Todo lo resume el autor en sus primeras páginas...
Pero el pescador sabía lo que sucedía en alta mar. “Sería su
muerte y yo no quiero tenerla sobre mi conciencia”
dijo. “Tenemos que acogerlo”. Así que lo acogieron.
Instando una y otra vez al lavado de conciencias (¿seremos sucios
pecadores tal y como dicen los sermones domingueros?), utilizamos la razón para marcarnos tantos, contentar a nuestros seguidores y
hacer apologías que unas veces nos benefician y otras nos
perjudican.
También habla Greder del intervencionismo y del uso que de él se hace desde un lado y otro... “Bueno, entonces tenemos que unirnos”, dijo él pescador, “y cuidar conjuntamente de él. Pensad: lo hemos acogido y aunque no sea uno de los nuestros, somos, sin embargo, responsables de él”. ¿Acaso sólo somos poderosos colectivamente, desde el Estado? ¿O por el contrario cada uno de nosotros puede decidir en base a su experiencia y recursos?. No nos olvidemos de que sólo un extranjero fue capaz de desatar una crisis en esa isla y por tanto, también aquí se habla del poder del individualismo, aunque no creo que le importe a muchos que están acostumbrados a funcionar como el ganado.
También habla Greder del intervencionismo y del uso que de él se hace desde un lado y otro... “Bueno, entonces tenemos que unirnos”, dijo él pescador, “y cuidar conjuntamente de él. Pensad: lo hemos acogido y aunque no sea uno de los nuestros, somos, sin embargo, responsables de él”. ¿Acaso sólo somos poderosos colectivamente, desde el Estado? ¿O por el contrario cada uno de nosotros puede decidir en base a su experiencia y recursos?. No nos olvidemos de que sólo un extranjero fue capaz de desatar una crisis en esa isla y por tanto, también aquí se habla del poder del individualismo, aunque no creo que le importe a muchos que están acostumbrados a funcionar como el ganado.
Seguramente todo esto
sean falacias y conclusiones sacadas de contexto, pero ello no exime
de que otros lean estos mismos mensajes, significados y palabras. Que
ya sabemos que las dobleces no son patrimonio de unos pocos, sino de
la humanidad entera, incluida la literaria.
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