Sitúense. Segunda hora
de la jornada escolar. Biología y geología. Veinticinco alumnos
empiezan a despegar las pestañas y un señor (qué bueno es reírse
de uno mismo) profesor explicando el proceso de digestión humana.
Paso a paso. Ingestión del alimento, bolo alimenticio que atraviesa
el esófago, jugos gástricos, clorhídrico, pepsina y pepsinógeno,
secreción biliar, reabsorción del agua y... ¡voilá! ¡mierda a
tutiplén! Sí sí, hagan como mis alumnos: ríanse que, como los
besos, es gratis y sienta bien... Y siempre hay alguno que te dice
“¿Pero lo escribimos así, Román?” “Claro, Óscar, hasta
donde yo sé, la mierda es mierda y no tiene otro nombre, ¿no?” Se
queda embobado y vuelve a sus apuntes con aire de triunfo.
Seguramente les parecerá
soez que utilice estos vocablos en mis clases, pero lo cierto es que
tras ellos reside su éxito (no es por tirarme flores, pero mis
alumnos se lo pasan en grande aunque se les caiga la mano de tanto
apunte..., ¡Ea, soy acérrimo enemigo del libro de texto). Si
extrapolamos esta realidad a la literatura infantil, vemos que sucede
algo parecido: todos aquellos libros que hacen referencia a aspectos
escatólogicos, tienen unas ventas estratosféricas, pero, ¿por qué?
He aquí algunas respuestas...
En primer lugar tenemos
el aspecto subversivo de la LIJ, una que se atreve a ir
contracorriente, a enfrentarse a las convenciones sociales que los
adultos han establecido sin tener en cuenta al niño, ese lector
libertino. Este es el punto en el que los libros infantiles y sus
autores transgreden las normas y se atreven a preguntarle al lector:
¿Los buenos libros tienen que pasar por la corrección? ¿Hay que
eliminar palabras malsonantes de los libros? ¿Resta credibilidad
tener un olor nauseabundo y un aspecto indeseable?
En segundo lugar hay que
hablar del efecto rebote... Aunque cabría esperar que el tabú, el
pudor y la censura dilapidarán sin miramientos a este tipo de
libros, lo cierto es que estas tres palabras se articulan en pró del
éxito de la literatura infantil escatológica, no sólo por la
sensación de triunfo o evasión que tiene su lector frente a los
cánones de supuesto buen comportamiento, sino por hacer más
apetecible un producto (pseudo)prohibido y que poco nos puede aportar
(culturalmente hablando, porque carcajadas, a raudales...).
También hay que hacer
referencia a los aspectos técnicos... La literatura infantil, sobre todo
en lo que respecta al álbum y sus congéneres, tiene un arma
inmejorable para hacerle frente a todo lo malsonante, la ilustración.
Las imágenes son capaces de representar las ideas con un lenguaje
que reverbera desde el interior, es un habla sin sonido que facilita
la inclusión de estos conceptos poco deseados en el discurso,
impregnarlo del realismo que se quiera, al tiempo que critica y
satiriza desde otro ángulo de visión. Si a ello añadimos los
diferentes tipos de diálogos que se establecen entre las palabras y
las ilustraciones (juegos, complementariedad, disociación, etc.)
tenemos una amplia variedad de propuestas para interaccionar con el
niño.
A todo esto se debe que
obras como Todos hacemos caca de Taro Gomi y publicada por
Blackie Books en castellano, hayan vendido la friolera de un millón
de ejemplares en toda la Tierra desde su primera edición en 1977,
un planeta donde la mayor parte de los seres vivos comen y después,
excretan (¿sería esta la palabra que buscaba mi alumno? Espero que
no, porque suena mejor “mierda”).
Otros títulos
escatológicos:
Holzwarth, Werner y Erlbruch, Wolf. El
topo que quería saber quién había hecho aquello sobre su cabeza.
Beascoa.
Maudet, Matthieu. ¡Voy!
Océano Travesía.
Jaume Copons y Mercé Galí. Todo lo que sé de la caca. Combel.
Diane Christyan Fox. ¡Caca de dinosaurio! Bruño - Cubilete.
Rafael Ordóñez y Laure de Puy. El pedo más grande del mundo. NubeOcho.
Shinsuke Yoshitake. Gotitas. Pastel de Luna.
Mariona Tolosa Sisteré. La vida secreta de los pedos y eructos / La vida secreta de los mocos. Zahorí Books.
Fredéric Marais. La ciencia de la caca. Océano Travesía.
Nick Caruso, Dani Rabaietti y Alex G. Griffiths. ¿Se tira pedos? Océano Travesía.
Elena Odriozola. Yo tengo un moco. Ediciones Modernas El Embudo.
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