Si ayer me detenía en un libro con mucho swag, hoy le llega
el turno a ese sentimentalismo que de vez en cuando me sobrecoge y emerge tras
visitar a solas y descalzo cualquier rincón provisto de vegetación frondosa y
tranquila que ilumina mi subconsciente. Es
por ello que les animo a acercarse a algún cauce y meter los pies en el agua
fresca del río mientras el sol les da en la cara. Y rejuvenecerán. Más todavía
si llevan un libro como el de hoy encima…
El bosque de Riccardo
Bozzi, Valerio Vidali y Violeta Lópiz (editorial Milrazones) es una rara
creación, de esas que sorprenden y llenan a partes iguales. Es uno de esos
álbumes que destilan poesía por los cuatro costados, no sólo porque tiene
cierta vis de libro de autor (también los llaman álbumes de artista), sino por
la creación de un discurso narrativo bello y complejo…
En realidad el bosque, además de una propuesta estética muy
cuidada en la que abundan los amplios espacios en blanco (parece como si los
autores abrieran un espacio a nuestros pensamientos y emociones, ¿no creen?),
no deja de ser una metáfora de nuestra propia vida, de cómo la mirada se torna
hacia nosotros mismos para concienciarnos de que estamos inmersos en el juego
de la naturaleza y las reglas que esta ha dispuesto para todos los que la
conformamos. Desde el germen al bosque. Del bosque a las semillas… Un recorrido
idóneo para hablar de un fenómeno, el de la vida, también de vaivén, también
circular, y en el que también hay cabida para hallar nuevos caminos por los que
transitar sin olvidar salida y meta.
A todo ello hay que añadir el juego de miradas que se
establece en sus páginas plegadas, gofradas (repujado en papel para producir un
estampado en relieve) y troqueladas. Texturas que acariciar, mirillas a través
de las que espiar y adivinar nombres propios entre el follaje; ventanas todas
ellas de un mundo que se abre en ese pasar de páginas, cosas que parecen ser
unas y después se trocan en otras. En definitiva, mirar el mundo barajando
anticipación y exploración (¿Acaso no tienen estas ilustraciones mucho de Henri
Rousseau, de sus escenarios selváticos?) en esa jungla interior que guarda cualquier
ser humano.
Y con muchas más cosas que decir pero sin pronunciarlas, les
dejo penetrar en la espesura de este libro con tantos niveles discursivos como
lectores, y que seguramente habrá dado más de un quebradero de cabeza a sus
autores. Es lo que tienen las cosas bien hechas: que gustan.
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