miércoles, 13 de marzo de 2019

Los pormenores del tiempo



Como bien dejé entrever el  lunes, una de las cosas que más valoro en mi vida diaria es el tiempo libre. La verdad es que disponer de alguna tarde y todo el fin de semana para uno mismo, se agradece bastante ya que cuerpo y mente necesitan orearse. Atender otros menesteres distintos a los estrictamente profesionales y dejarse llevar por derroteros más ociosos, como el que me ocupa en este mismo instante (escribir sobre libros infantiles), es un lujo del que soy consciente.


Nadar, viajar, leer, hacer la compra, hacer la comida, limpiar, poner lavadoras, corregir exámenes, salir de parranda, lavar el coche, atender a la familia… ¡Para, Román, para! Que lo peor de todo viene cuando empiezas a darle uso a todas esas horas, todos esos minutos que supuestamente te sobran y, lo que antes se suponía bastante distendido, pasa a ser otra carrera de vértigo que te ocupa más de la cuenta.


No es que yo me agobie, pues he aprendido a tomarme el tiempo con calma, pero entiendo que otros si lo hagan, sobre todo cuando no tienen quien les eche una mano con los hijos, las horas extra o la casa. Y así pasa, que los días se les hacen eternos y al mismo tiempo se les pasan volando, pues su mente trabaja a contratiempo o en un bucle de monotonía.
Un buen ejemplo de ese trajín diario lo tenemos en Cinco minutos más, el último libro de marta Altés que nos trae como de costumbre la editorial Blackie Books. En este álbum familiar (gusta a pequeños y grandes por igual), la autora nos presenta el día a día de un padre al que el tiempo no le cunde nada mientras se hace cargo de sus hijos.


Esta historia cotidiana y con cierta vis circular –empieza despertando y termina soñando-, se basa en una serie de situaciones (acuérdense del sketch como estructura narrativa) que nos exponen las paradojas a las que nos tiene acostumbrado el tiempo.  
Aparte de una caracterización de los personajes maravillosa (como en la mayor parte de sus obras) y una paleta de color encantadora, quiero llamar la atención sobre dos aspectos técnicos que me han gustado mucho. En primer lugar la ilustradora combina la secuenciación en viñetas con las escenas a página sencilla y doble, para acelerar o ralentizar el ritmo narrativo, un recurso que funciona estupendamente en un libro que nos habla del tiempo. En segundo lugar hay que denotar que los hijos son los narradores, por lo que hace más fácil una implicación del lector-espectador (hay mucho que ver en este libro-álbum), sobre todo desde una angulación en la que el mundo de padres y personas mayores parecen meros títeres de la acción ficcional.


Con este álbum muchos hablarán de crianza compartida o literatura respetuosa, pero el caso es que yo me quedo con la disyunción de ideas entre el mundo infantil y el adulto que sobre el concepto del tiempo tan magníficamente nos presenta la Altés. Por un lado favorece lo paródico y nos hace tomar con una perspectiva humorística el tema, por otro lado pone de manifiesto una vez más lo subversivo del álbum como producción literaria, poniendo en valor los pensamientos infantiles que se ríen de la terquedad y falta de miras adultas.


Para finalizar, un consejo… Quizá deberían practicar el “mindfulness”, adherirse al movimiento slow o bajar a por tabaco y darse el dos. No sé qué será mejor, pero el caso es que la relatividad del tiempo a veces no es saludable, sobre todo para esos adultos maduros y responsables que, como burros de carga, supeditan la felicidad al reloj. Disfruten del tiempo invertido (nunca se gasta, recuérdenlo) y no dejen que el “tic tac” con forma de cocodrilo les devore como a Garfio, poco a poco.

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