Una crisis económica da para mucho, incluso para ganar el campeonato mundial del deporte rey. ¿Quién nos iba a decir que el equipo español de fútbol iba a erigirse con semejante título? ¿A nosotros, que siempre estamos ganando todo de antemano y luego solemos comernos un mojón? Pues eso, que ganamos. Y ya está.
Dejando a un lado las lecciones de buen hacer que “La Roja” demostró en el campo, del orgullo que siente uno cuando un paisano sentencia el último partido, las demostraciones del trabajo en conjunto y la necesidad de apoyo y humildad en cualquier parcela de la vida, me gustaría hacer ver lo valioso del sentimiento ciudadano que, tras el éxito en Sudáfrica, aleccionó a los ¿gobernantes? de este país.
Creen los que parten el bacalao político, económico o cultural, que la plebe, rayana a la ignorancia, se deja manipular por la mercadotecnia burda y barata, hambrones de poca monta que venden su pellejo y voto al mejor pesebre. Pero el caso es que las clases bajas, obreras, lumpen o como quieran llamarlas, tienen un bagaje visceral que las capacita, colectiva más que individualmente, para mandar a la mierda a tanto chufla y aspirante, e irse a la calle engalanadas con la enseña nacional y hacer alarde de la patria más profunda: la que queda en el corazón. Por eso, lo que impregna al pueblo, pervive por los siglos de los siglos, amén.
Con seguridad, la resaca futbolera ya pasó, y sólo queda un vago recuerdo del gol de Iniesta y del “Viva España” que entonó Manolo Escobar, pero es un consuelo saber que siguen existiendo puntos que unen todos los caminos.
Y si esta crisis cuya existencia algunos negaban, nos ha permitido bordar una estrella sobre el escudo de la camiseta de nuestro equipo, espero que también nos ayude a valorar esta patria nuestra, a luchar por el futuro de este país, la España que recorrió Labordeta, para sentirnos, no como en un habitación alquilada, sino como en el propio hogar, como en casa.
Sowerby, J. G. & Crane, Thos. 2010. En casa. Barcelona: Flamboyant.
Dejando a un lado las lecciones de buen hacer que “La Roja” demostró en el campo, del orgullo que siente uno cuando un paisano sentencia el último partido, las demostraciones del trabajo en conjunto y la necesidad de apoyo y humildad en cualquier parcela de la vida, me gustaría hacer ver lo valioso del sentimiento ciudadano que, tras el éxito en Sudáfrica, aleccionó a los ¿gobernantes? de este país.
Creen los que parten el bacalao político, económico o cultural, que la plebe, rayana a la ignorancia, se deja manipular por la mercadotecnia burda y barata, hambrones de poca monta que venden su pellejo y voto al mejor pesebre. Pero el caso es que las clases bajas, obreras, lumpen o como quieran llamarlas, tienen un bagaje visceral que las capacita, colectiva más que individualmente, para mandar a la mierda a tanto chufla y aspirante, e irse a la calle engalanadas con la enseña nacional y hacer alarde de la patria más profunda: la que queda en el corazón. Por eso, lo que impregna al pueblo, pervive por los siglos de los siglos, amén.
Con seguridad, la resaca futbolera ya pasó, y sólo queda un vago recuerdo del gol de Iniesta y del “Viva España” que entonó Manolo Escobar, pero es un consuelo saber que siguen existiendo puntos que unen todos los caminos.
Y si esta crisis cuya existencia algunos negaban, nos ha permitido bordar una estrella sobre el escudo de la camiseta de nuestro equipo, espero que también nos ayude a valorar esta patria nuestra, a luchar por el futuro de este país, la España que recorrió Labordeta, para sentirnos, no como en un habitación alquilada, sino como en el propio hogar, como en casa.
Sowerby, J. G. & Crane, Thos. 2010. En casa. Barcelona: Flamboyant.
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