Estoy hasta las narices del mito de Lorca. ¡Qué rollazo! Que si Lorca para arriba,
que si Lorca para abajo. “¡Vamos a leer a Lorca!” “Pobrecito Federico” “Que si
lo mataron por comunista, por homosexual, ¡por artista!” “¡Qué pena…!”
Y así el
tuétano se me enquista con ese discursito progre, manido y sobre todo, vago. Me
hierve la sangre cuando gente mediocre y demagoga enarbola las palabras de uno
de los mejores creadores de este país para diseminar su mierda y agrandar su
estercolero particular.
Lorca era Lorca. Un escritor, un dramaturgo, un poeta IRREPETIBLE y BRI-LLAN-TE. Ya basta de que algunos se hinchen el buche a su costa, de que
emborronen su nombre. ¿Acaso no les da vergüenza? ¿Acaso no tuvo bastante? Desde bien temprano dando la
murga con sus películas sin tan siquiera mencionar uno de sus versos??? No me extraña: no está hecha la miel para la boca del asno. Ni para políticos
ni otros ignorantes que quieren apuntarse tantos. Me hacen a mí eso en mi cumpleaños y...
No nos vendan más su memoria y lean
a Federico, bastardos. Y de paso déjenme pensando que los genios prefieren a los niños
en vez de a los adultos desalmados.
Caracoles blancos.
Los niños juegan
bajo los álamos.
El río viejecito
va muy despacio
sentándose en las sillas
Verdes de los remansos.
Mi niño, ¿dónde está?
Quiere ser un caballo
¡tilín! ¡tilín! ¡tilín! Mi niño
¡qué loquillo! Cantando
quiere salirse
de mi corazón cerrado.
Caracolitos chicos.
Caracolitos blancos.
Federico García Lorca.
Balada del caracol blanco.
En: Poemas para niños chicos de Federico García Lorca.
Ilustraciones de Elena
Hormiga.
2018. Madrid: Jaguar-Miau.
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